Un gigantesco iceberg del tamaño de Luxemburgo se desprendió de la Antártida hace dos semanas y su deriva podría alterar las corrientes oceánicas en todo el mundo, según un estudio científico publicado este viernes.
A pesar de que el impacto no se sentiría hasta dentro de varias décadas, una disminución en la velocidad de producción de agua fría y densa podría resultar en inviernos menos templados en el Atlántico norte, señalaron los investigadores.
El bloque de hielo, de 2.550 kilómetros cuadrados, se desprendió el 12 o el 13 de febrero del Glaciar Mertz, un cuerpo de hielo flotante de 160 kilómetros de largo que emerge de la Antártida oriental y se extiende sobre el Océano Antártico al sur de Melbourne, informaron los científicos.
Con un grosor de 400 metros, el iceberg podría llenar el puerto de Sídney unas cien veces.
El iceberg también podría perturbar la biodiversidad excepcionalmente rica de la zona, que incluye una importante colonia de pingüinos emperadores cerca de Dumont d’Urville, donde se encuentra una estación científica francesa en la Antártida.
“La lengua de hielo estaba casi desprendida y colgaba como un diente flojo”, indicó Benoit Legresy, un glaciólogo francés que monitorea el Glaciar Mertz desde hace una década, en un trabajo conjunto con científicos australianos.
La masa de 78 kilómetros de largo y la mitad de ancho, con un peso de más de mil millones de toneladas, se desprendió tras ser embestida por otro iceberg conocido como B9B, que se había separado del continente antártico en 1987.
Atascado allí durante más de dos décadas, el Glaciar B9B se estrelló de frente con la lengua del Glaciar Metz al comenzar a desplazarse.
Tanto ciclos naturales como el cambio climático de origen humano contribuyen al colapso de plataformas de hielo y de glaciares.
La marea y las corrientes océanicas golpean constantemente las áreas expuestas, mientras que veranos más largos y temperaturas más altas también contribuyen a dichos cambios.
“Obviamente al calentarse el agua, estas lenguas de hielo se volverán más frágiles”, indicó Legrosy, quien trabaja en el Laboratorio de Geofísica e Investigación Oceanográfica, en la ciudad francesa de Toulouse.
La lengua del Glaciar Metz, en la cual se han instalado sistemas de GPS y otros instrumentos de medición, podría proporcionar información valiosa sobre el desprendimiento de un iceberg de un témpano de hielo.
“Por primera vez tendremos un registro detallado del ciclo completo de una separación de un iceberg: antes, durante y después”, señaló el científico francés.
“Estamos usando la lengua de hielo como un laboratorio para estudiar los procesos que podrían verse afectados por el cambio climático, incluyendo el desprendimiento de icebergs, la temperatura de los océanos y las fluctuaciones en el nivel del mar”, añadió.
Desde que se separó, el iceberg del Glaciar Mertz -al igual que el ahora móvil B9B, de aproximadamente el mismo tamaño- se ha detenido en un área cercana llamada una polinia.
Distribuidos por todo el Océano Antártico, las polinias son zonas que producen agua densa, helada y rica en sal, que se hunde hacia el fondo del mar y dirige las corrientes océanicas como una correa transportadora.
Si estos icebergs se desplazan hacia el oriente y encallan, o flotan al norte hacia climas más templados, no tendrían ningún impacto sobre las corrientes oceánicas.
“Pero si permanecen en esta área, algo probable, podrían bloquear la producción de agua densa y recubrir la polinia”, explicó Legresy.
La polinia del Glaciar Mertz es especialmente importante, y representa el 20% del “agua de fondo” de los océanos, añadió.
Finalmente los icebergs perecerán de muerte natural, pero su expectativa de vida depende de hacia dónde se desplazan.
A la deriva, pueden derretirse en cuestión de décadas. Atascados contra la masa antártica, pueden durar más tiempo.