El presidente colombiano, Alvaro Uribe, que llegó al poder en 2002 y vio cerrada este viernes la posibilidad de optar a un tercer mandato consecutivo, quedará en la memoria de sus compatriotas como el hombre que puso cerco a la guerrilla de las FARC.

Uribe, un abogado de derecha de 57 años de edad, es considerado como el principal aliado de Estados Unidos en América Latina, donde en los últimos años han proliferado los gobiernos de izquierda, varios de los cuales se autodefinen como “antiimperialistas”.

Dotado de una fuerte personalidad, Uribe, ex gobernador del departamento de Antioquia, ofreció “autoridad” a los colombianos en su primera campaña presidencial y mantiene, ocho años después de su llegada al poder, una popularidad que ronda el 70%.

Ese nivel de aceptación se apoya en la política de “seguridad democrática”, que privilegia la opción militar ante la guerrilla y la delincuencia, y que en las últimas semanas el mandatario ha pedido insistentemente continuar.

“No tengo vacilaciones de que esta patria necesita mantener una política de seguridad, de promoción de inversiones, una política social, mejorándolas todos los días. Invito a los colombianos a no tener dudas en mantener ese caminito”, dijo Uribe recientemente.

Pero los logros que exhibe en materia de seguridad en Colombia, contrastan con las dificultades que su gobierno ha enfrentado en las relaciones con sus vecinos, especialmente con los presidentes izquierdistas de Venezuela, Hugo Chávez, y Ecuador, Rafael Correa.

Uno de sus mayores éxitos en la lucha contra la guerrilla izquierdista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fue la muerte de su número dos, Raúl Reyes, en marzo de 2008 en el ataque a un campamento rebelde en territorio ecuatoriano.

Pero ese hecho se tradujo en la ruptura de relaciones con Ecuador, recién restituidas en noviembre de 2009. Además, desencadenó crecientes tensiones con Venezuela hasta que en julio pasado Chávez decidió “congelar” sus relaciones, en rechazo al acuerdo militar suscrito por Colombia con Estados Unidos.

Uribe, originario de Medellín (noroeste), fue reelecto en 2006 gracias a una controvertida reforma constitucional aprobada por el Congreso, que actualmente es investigada por sospechas de compra de votos.

De contextura menuda, el mandatario se ha caracterizado por dirigirse a los colombianos sin intermediarios, a través de los “consejos comunales” que realiza semanalmente en poblaciones de provincias, en los que explica su política con un vocabulario accesible, a menudo vestido con un poncho típicamente colombiano.

Y en este país profundamente católico, Uribe, casado y padre de dos hijos, muestra con frecuencia su fe, con permanentes referencias a Dios y la Virgen.

De hecho, en varias ocasiones dijo que el asunto de su reelección estaba en manos de “la Corte Constitucional, el pueblo y Dios”.

El gobierno de Uribe ha sido duramente criticado por las violaciones a los derechos humanos atribuidas a su Ejército, acusado de cientos de ejecuciones extrajudiciales, e incluso por los vínculos entre los grupos políticos que lo apoyan y las milicias paramilitares de ultraderecha, que se disolvieron entre 2003 y 2006 y a las que se acusa de haberse infiltrado en numerosas instituciones, entre ellas el Congreso.