Balance de los primeros seis meses del pulso de poderes entre Juan Guaidó y Nicolás Maduro. ¿Qué ha logrado cada bando? ¿Quién está más fuerte hoy?

“Juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional como el presidente encargado de Venezuela, para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y tener elecciones libres”.

Con estas palabras Juan Guaidó asaltó la escena política el 23 de enero de 2019. Un juramento que en cuestión de horas puso su nombre en la agenda de los gobiernos del mundo. De inmediato recibió el respaldo de una docena de países y entonces muchos vaticinaron la inminente caída de Nicolás Maduro.

Ya han pasado seis meses. El chavismo continúa en el poder, y Guaidó sigue llamando a desconocer el régimen. Tiempo de sopesar las victorias y derrotas que ambos bandos han tenido en este pulso cuyo final ya no pronostican ni los más aventureros analistas.

Las armas

“El error fue subestimar la fuerza de la revolución tras veinte años en el poder”, dice Luis Vicente León, presidente de la encuestadora Datanálisis. “Y asimismo se sobrestimó el impacto de la comunidad internacional como mecanismo de presión”, afirma.

“Puedes sacar a todos los embajadores y desconocer a Maduro: eso es simbólico, pues en la práctica él sigue siendo presidente, porque es quien tiene el control territorial”, continúa. Situación que no cambiará, afirma el analista, mientras la élite dominante de las Fuerzas Armadas no se desmarque del régimen.

Efectivamente, las armas siguen apoyando al chavismo. Según la oposición, unos 1.500 soldados han desertado. Cifra intrascendente cuando se trata de un Ejército que, según el Ministerio de la Defensa, cuenta con 235 mil efectivos activos.

No obstante, no se puede minimizar el impacto que algunas deserciones clave están teniendo. La más notable: el general Cristopher Figuera, quien se unió a Guaidó mientras era director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin).

ARCHIVO | Agence France-Presse
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La política internacional

La mayor victoria que Guaidó ha logrado en estos seis meses se halla en el ámbito internacional. Se trata del respaldo de instancias como la OEA, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Grupo de Lima, el Grupo Internacional de Contacto, el Parlamento Europeo, y sobre todo ese título que lo acompaña como si fuese su apellido: “reconocido como presidente interino por más de cincuenta países”.

“La comunidad internacional es lo que no permite que Maduro pulverice a Guaidó”, señala Luis Vicente León. Explica que en el pasado la oposición, pese al apoyo popular, era vulnerable dada la debilidad de las instituciones, incapaces de garantizar los derechos de la disidencia.

De acuerdo con la ONG Foro Penal, en Venezuela hay 590 presos políticos, mientras 22 diputados han perdido su inmunidad parlamentaria, y diez de los principales líderes opositores han sido inhabilitados bajo la administración de Nicolás Maduro. En cambio Guaidó, aunque también fue inhabilitado en abril, recorre el país libremente llamando a deponer el régimen.

Puertas adentro

El también presidente de la Asamblea Nacional consiguió lo que hasta hace poco lucía imposible: reunir a la oposición bajo un liderazgo único. Y más aún: logró que la gente volviera a las calles. Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, entre enero y junio de 2019 se registró una media de 58 protestas diarias en el país, un incremento de 97 por ciento en relación con el mismo período en 2018.

Guaidó también ha consolidado su liderazgo entre la población. De acuerdo con Datanálisis, en enero tenía 61 por ciento de respaldo, cifra que bajó a 56 por ciento en mayo. Es un descenso que, sin embargo, no lo pone en aprietos, pues ningún otro líder tiene índices de aceptación semejantes. Nicolás Maduro, en cambio, tenía 18 por ciento de respaldo en diciembre, 14 por ciento en enero, y apenas 10,1 por ciento en mayo.

ARCHIVO | Agence France-Presse
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Batalla por los activos

En lo económico, Guaidó también se apuntó una victoria importante. “Recuperamos Citgo”, celebra José Guerra, diputado opositor de la Asamblea Nacional. “Una empresa muy rentable valorada en diez mil millones de dólares”, agrega.

En efecto, con el respaldo de Washington, la oposición tomó el control de la mencionada compañía, la séptima refinería de Estados Unidos. Medida que -solo en teoría- pone a su disposición recursos significativos. “De eso aún no se ha tocado ni un centavo, porque primero requerimos una institucionalidad que haga transparente su uso”, añade el parlamentario. Lo que sí hizo la nueva junta directiva fue pagar una deuda de 72 millones de dólares en abril, y hará otro giro de 600 millones en octubre. De lo contrario, asegura Guerra, habrían embargado la empresa.

Para destinar fondos a la emergencia humanitaria, sin embargo, falta tiempo. “Estamos trabajando en la ley de estatutos”, dice el diputado. Pero ya han pasado seis meses, y la necesidad de los venezolanos no entiende de burocracias. “Tiene razón, pero hay que ir poco a poco para evitar la malversación”, responde.

Lo cierto es que ha transcurrido medio año desde aquel 23 de enero. Semanas que dejan 10.477 protestas (Observatorio Venezolano de Conflictividad), 2.118 detenciones arbitrarias (Foro Penal), 1.569 ejecuciones extrajudiciales (ONU), y una crisis económica que se agudiza cada día (130.060 por ciento de inflación en 2018, según cifras oficiales).

El pulso parece ser un empate técnico, y la prueba son las negociaciones emprendidas por las partes con la mediación de Noruega. Por lo pronto, pocas soluciones y un juramento todavía por honrar: Juan Guaidó no ha podido asumir las competencias del Ejecutivo, y su lema de “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” sigue siendo una promesa sin cumplir.