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La doctora tras el bisturí de las personas trans: "Aquí no se puede ser cirujano sin ser activista"

La doctora tras el bisturí de las personas trans: "Aquí no se puede ser cirujano sin ser activista"

Miércoles 31 marzo de 2021 | 06:00

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Melissa Cifuentes

Melissa Cifuentes es parte de un reducido grupo de mujeres que se dedica a la urología en Chile. Calcula que su género representa un 2,5% del total de profesionales especialistas en el tema. Pero ella fue más allá: se convirtió en experta en cirugías trans, siendo una de las herederas de la “técnica” del histórico urólogo Guillermo Mac Millan. Actualmente, es la persona que lidera los equipos quirúrgicos que realizan este procedimiento en las regiones Metropolitana y Valparaíso. Es solicitada y cotizada. Día a día llegan a su correo historias de personas que desean atenderse con ella. Pero no da abasto. En esta entrevista, en el marco del Día Internacional de la Visibilidad Trans, la uróloga explica en qué consiste la operación, da a conocer sus miedos, su activismo por la causa y su desarrollo profesional. La historia es de la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío.

Mientras ordenaba unos VHS en la sala de médicos del servicio de urología del Hospital Regional de Temuco, a inicios de los años 2000, la uróloga Melissa Cifuentes (42) descubrió un video que le cambió la vida. Estudiaba medicina en la Universidad de La Frontera, y estaba allí en calidad de ayudante de la especialidad de urología.

Entre las cintas que ordenaba hubo una que llamó su atención. La comenzó a proyectar y de inmediato se preguntó: “Quién es este tipo”. No conocía al cirujano que tenía en frente a ella, en la pantalla, y recuerda que en las imágenes veía a un desconocido personaje realizar una linfadenectomía lumboaórtica en un paciente con cáncer de testículo con metástasis en el retroperitoneo.

“Esto es capísimo, algo que jamás he visto”, pensó. Recién al término del video, en los créditos, pudo saber el nombre del médico: había visto un procedimiento quirúrgico del urólogo Guillermo Mac Millan. Sorprendida, compartió el hecho con el Dr. Rodrigo González, médico que en ese entonces realizaba su beca de urología en el hospital.

González conocía al personaje que para la doctora era un desconocido, y le comentó en esa oportunidad que se trataba de un médico “virtuoso a un nivel inusual, un fenómeno”. Fue el primer acercamiento. A más de 20 años desde ese momento, la doctora Cifuentes reconoce que ese video fue un factor que determinó su postulación para realizar su beca de urología al Hospital Carlos Van Buren. También postuló al Hospital Regional de Temuco. Fue seleccionada en ambos lugares.

No fue sencilla la elección. Por un lado estaba su natal Temuco, y a más de 730 kilómetros Valparaíso, donde no tenía nada ni a nadie, salvo la motivación de aprender de uno de los urólogos más reconocidos del país. Era un mundo nuevo. Cuando le contó a Rodrigo González que sus dos postulaciones tuvieron buena acogida, este le dijo: “Qué pena que te vas a tener que ir, porque esta opción no te la puedes perder”.

Fue así como en 2003 ingresó al Van Buren a realizar su beca. La esperaba el equipo de urología del hospital liderado, en ese entonces, por Guillermo Mac Millan. Este último, profesional con quien aprendió la técnica para realizar genitoplastías, procedimiento que se conoce como cirugía trans, de cambio de sexo o reasignación. La doctora aclara que ella no cambia el sexo de nadie, lo que sí hace es “modificar genitales para que sean más acordes, armoniosos, más adecuados con la identidad de la persona”.

Hoy es la profesional a cargo de esta intervención en el recinto asistencial porteño, pues su exjefe, en marzo de 2019, se retiró del sistema público, mas no del mundo privado. También lidera el equipo quirúrgico en el Hospital Sótero del Río, en la Región Metropolitana. “Cuando yo no he estado, ninguno de los programas opera desde el punto de vista quirúrgico”, admite.

¿Cuál es el nombre correcto de la cirugía?

– Cirugía genital de personas trans es la adecuada porque puede ser hacia la masculinización o hacia la feminización. (…) No doy por hecho que sus genitales estaban inadecuados y tampoco que estoy cambiando el sexo.

Luego de aclarar el concepto, la doctora agrega un dato: en el mundo, solo ⅓ de la población trans se somete a algún tipo de cirugía. “Tenemos que permitir que las personas trans decidan qué modificaciones corporales quieren tomar y cuáles no quieren tomar para expresar lo que ellos sienten que son”, dice.

Se especializó en urología, un área de la medicina dominada por los hombres. Según revela, las mujeres representan -aproximadamente- un 2,5% del total de profesionales en esta área. “Recuerdo a mis amigos molestándome, pensando que era una cosa absolutamente imposible cuando pensé en ser uróloga”, rememora.

Explica que la urología es una especialidad quirúrgica de razonamiento lógico, y lo grafica así: “Estudiamos, además de la función del riñón, principalmente el funcionamiento de la vía urinaria que es un sistema de cañerías. (…) Por ejemplo, si no hay flujo en una cañería es porque la bomba no tiene suficiente potencia o bien la cañería está obstruida, y cuando se requiere una reparación, esta suele ser muy lógica y deducible de razonamiento”.

Luego de terminar su beca de especialización el año 2006, realizó una subespecialidad enfocada en la urología femenina y la reconstrucción del piso pélvico, una estructura anatómica que sostiene y da soporte a los órganos de la pelvis. No lo sabía, aún, pero lentamente se acercaba al mundo trans.

“Nosotros (los urólogos) vemos la vía urinaria masculina y femenina y los genitales masculinos, versus ginecología que ve el aparato reproductor femenino y los genitales femeninos, entonces yo hice una mezcla de esas dos cosas”, explica.

Su nueva incursión en la medicina le tomó dos años más de estudio. Hizo esta subespecialidad en el mismo Van Buren, junto al equipo de ginecólogos del lugar, con los que hasta el día de hoy trabaja. Así comenzó en la cirugía reconstructiva genital.

“Empecé a operar prolapsos e incontinencias y luego llegué a la formación de un genital completo que se llama genitoplastía feminizante y masculinizante”, indica.

¿Cuándo se da cuenta que quiere dedicarse a la cirugía trans?

– Cuando empiezo a postular a programas de subespecialización en cirugía genital, el año 2016. Ahí digo: ‘Ok. Yo voy para allá’. Antes de eso, operaba también personas trans con Mac, pero no como mi objetivo, no como mi meta tan clara. Me costó un poco asumirlo también.

¿A qué atribuye su decisión?

– El factor Mac Millan, más mi apertura hacia la diversidad, hacia valorar la diversidad… y en el fondo mi proceso de aceptar ser activista. Aquí no se puede ser cirujano sin ser activista. No se puede trabajar con personas trans sin llevar la bandera de lucha por la igualdad de derechos en salud para personas trans, y eso me costó un poco asumirlo porque yo soy cirujana.

¿Le ha traído problemas el activismo?

– Sí, hay mucha gente que no le gusta, que no le parece. Sabes lo que pasa, es que si tú trabajas en un ámbito en que hay tanta disparidad, necesidad, y no lo denuncias, o eres activista o eres cómplice. No me quedó de otra, la vida me puso en esa situación. Y acepté este desafío.

Entre octubre de 2019 y octubre de 2020, la doctora Cifuentes viajó a Estados Unidos a realizar una nueva subespecialidad. Esta vez fue a aprender al epicentro -según detalla- de la cirugía trans: la Universidad de Nueva York. “En esta subespecialidad se incluyeron dos aspectos: piso pélvico y cirugía genital trans”, dice.

¿Cuándo fue su primera cirugía trans?

– Fue un proceso bien amable y esa es una de las cosas en que he sido muy afortunada en la vida. (…) Primero estaba Mac Millan a cargo de la cirugía y yo hacía una pequeña parte del procedimiento, lo ayudaba. Luego, en algún momento le dije: ‘Quiero empezar a hacer esto, porque estoy interesada’. Y él me dijo: ‘Mira, qué te parece si tú haces una pequeña parte, y yo hago todo la demás’. Y así lo hicimos 10, 15, 20 veces en que yo hacía un pedacito del procedimiento.

Fue progresivo.

– Un día Mac me dice: ‘Sabe qué… yo no me voy a lavar, me voy a quedar parado afuera. ¿Qué le parece?’. ‘Me parece bien’, le respondo. (…) Y después de ese día comenzó a brindarme apoyo no como cirujano pero sí al interior del pabellón.

La realidad de las personas trans en nuestro país es dura, tanto a nivel social como en acceso a prestaciones en salud. Durante esta entrevista, que se realizó mediante la plataforma Zoom, la doctora compartió la pantalla de su ordenador y entregó una serie de datos al respecto.

Comienza comentando que según estudios internacionales la prevalencia de ser trans estaría entre un 0,6% y un 1,2% de la población general. En Chile, un estudio del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) del año 2016, que encuestó a miles de jóvenes menores de 29 años, concluyó que un 2,1% de los participantes siente que su sexo genital no coincide con su identidad de género. “Tenemos que prepararnos para un grupo que no es menor”, reflexiona.

A nivel de salud mental, las personas trans tienen “10 o más veces ideación suicida que la población general, y hasta 15 veces más intentos suicidas que la población general. Es decir, es gente que de verdad está al margen y ha sido marginalizada por la sociedad y tiene este tipo de consecuencias muy negativas”, añade con un tono de preocupación.

En la historia médica, las primeras cirugías trans en nuestro país las realizó el doctor Antonio Salas Vieyra, a comienzos de la época de los 70, a una mujer trans de Antofagasta. Su nombre era: Marcia Torres Mostajo. Luego aparece Mac Millan, en Valparaíso, en 1976.

¿Se siente la sucesora del doctor Mac Millan?

Yo me siento heredera de Mac Millan en una serie de aspectos. Me siento muy afortunada de haberme formado con él, de haber recibido un desarrollo técnico tan sofisticado y avanzado como lo hizo. Él diseñó un tipo de cirugía genital feminizante y masculinizante, pero principalmente feminizante que no está resuelta en otros lados del mundo. Es decir, la técnica que me enseñó es mejor que la técnica que yo he visto en muchos lugares del mundo. Entonces, yo soy heredera de un montón de conocimiento y esta herencia se ha hecho en el contacto estrecho de horas y horas de pabellón a lo largo de los años. Pero somos personas muy diferentes.

¿Y en qué se diferencian?

Mac Millan es un tipo solitario, muy inteligente, hábil, pero reacio al trabajo en equipo. En mi caso, es todo lo contrario: sin mi equipo no podría hacer nada.

¿Se retiró tranquilo el doctor Mac Millan del sistema público?

– No se fue tranquilo, se fue preocupado ante la incertidumbre de que la nueva jefatura no me respaldara a mí o al proyecto. Yo sé que él está confiado en mi capacidad técnica, pero siempre ha estado muy alerta de que alguien -por discriminación- le ponga el pie encima al programa.

El policlínico de identidad de género del Hospital Carlos Van Buren nació oficialmente en septiembre de 2015, por iniciativa de la ginecóloga Nataly Cabellos, y la psicóloga Patricia Casanova. Ambas destacadas profesionales en el área de salud trans. Este programa en la actualidad tiene cerca de 400 usuarios en distintas fases de transición. En Santiago, en el Hospital Sótero del Río, el número es parecido, sin embargo, el programa fue cerrado en julio de 2019 para nuevos ingresos, debido a la alta demanda.

¿Cómo es la cirugía?

– La genitoplastía feminizante tiene varios aspectos. Dentro de ellos está el extirpar las gónadas masculinas, extirpar el tejido eréctil masculino y crear una vulva, labios menores, mayores, clítoris, una vagina que sea estética y funcional para aquellas personas que quieren tener sexo penetrativo. Además es importante conservar la sensibilidad erógena. Esto se realiza en una cirugía larga que demora entre cuatro y seis horas, y se utilizan distintos tejidos de la propia usuaria.

También está la cirugía trans de hombres.

– En la genitoplastía masculinizante lo que nosotros realizamos se llama metoidioplastía y se trata de utilizar el clítoris que con el uso de testosterona ha crecido durante el tratamiento hormonal. Entonces, utilizar este clítoris para transformarlo en un pequeño falo que puede tener la posibilidad de orinar de pie, también tiene sensibilidad erógena, y capacidad de erección. En estos casos son habitualmente dos cirugías.

Profesionales que hagan este tipo de intervenciones son pocos. Están repartidos a lo largo del país y la doctora Cifuentes es la responsable de realizar estos procedimientos en las regiones Metropolitana y Valparaíso. Pero también hay otros: está el doctor Sergio Soler en el norte, quien atiende en el Hospital San Juan de Dios de La Serena; en el sur existía un equipo en el Hospital Las Higueras de Talcahuano, liderado por Rodrigo Baeza y María Paz Salinas. El primero, aclara Melissa, dejó el sistema público el 2018 y con su salida se suspendieron las intervenciones genitales. En Osorno, están los cirujanos Marko Gjuranovic y Ricardo Iturbe.

“Si uno es una persona trans y busca realizarse una cirugía genital en el sistema público, estos son los centros donde debería ir”, dice. Sin embargo, lamenta que existan una serie de restricciones territoriales que limitan la derivación entre hospitales. “El Ministerio de Salud ha fallado en establecer una red de derivaciones a nivel nacional, y esto ha traído mucho dolor y sufrimiento para las personas que se ven mermadas en el acceso a las prestaciones”.

¿Cuántas intervenciones se realizan anualmente?

– Estamos en constante comunicación con los otros cirujanos. (…) En un año bueno cada uno de los centros opera cerca de 10 casos. Y podría ser un poquito más en el Sótero, por ejemplo, que tiene mayor cantidad de pabellones para esta cirugía, pero esa es una cifra aproximada.

La doctora también trabaja en el área privada. En la foto está con su equipo quirúrgico de DiverSalud.

¿Cómo funcionaron en pandemia los programas?

– En tiempos de pandemia, lo que yo tengo entendido es que La Serena cerró su prestación quirúrgica para personas trans. El Van Buren también tiene cerrada esta prestación, y Osorno está operando a un ritmo muy bajito. Me parece que en el 2020 se han realizado dos o tres cirugías en Osorno. El equipo del Sótero estuvo bastante activo en enero y febrero de 2021 operando personas trans, pero ahora de nuevo en marzo por pandemia estamos suspendidos.

¿Hay lista de espera para realizarse esta cirugía?

– Existen muchas listas de espera a diferentes niveles. Por ejemplo, hay una persona que está haciendo los trámites recién en Fonasa para cambiar su domicilio, para pertenecer a un servicio de salud que tenga un policlínico trans. Eso tarda meses hasta que accede por primera vez al consultorio, eso es mucho tiempo, y esa lista de espera no es visible, no sabemos cuánta gente es.

¿También hay para entrar a los programas?

– Está la gente que está esperando que la vean en el consultorio o que del consultorio deriven al hospital. (…) En el Van Buren están esperando entre 60 y 80 personas para ingresar al policlínico de identidad de género, y en el Sótero del Río hay 200 personas esperando ingresar al programa, que está cerrado para nuevos casos.

Y está la lista de espera quirúrgica. Según cifras que maneja la doctora, están esperando su intervención 60 personas en el Van Buren y 30 en el Sótero del Río.

En total, ¿cuántas operaciones a personas trans se han realizado?

– Desde 1976 en el Van Buren, luego 2015 Higueras, La Serena, Osorno y el Sótero del Río, existiría un total aproximado de 400 cirugías.

¿Existe alguna crítica al Estado? ¿Falta mayor apoyo para esta prestación?

– Han existido esfuerzos, han existido grupos, pero todos son aislados y se basan en buena voluntad. Se necesita un programa nacional que considere las acciones de salud necesarias para esta población. El acceso a la salud forma parte de los derechos humanos.

¿En qué década ha notado mayor fortalecimiento a estos programas, en la que terminó o en la de los 2000?

– He visto en los últimos 10 años la aparición de distintos equipos, en diferentes recintos asistenciales, que por iniciativa propia se agrupan y organizan para ofrecer prestaciones de salud a usuarios trans. Estas iniciativas tienen apoyo variable, dependiendo de sus autoridades, y financiamiento muy precario. No existe una política central que organice y fortalezca estas iniciativas. No existe la posibilidad de derivación entre los programas para prestaciones que aún no tengan establecidas. Se hace muy difícil funcionar así, dependiendo de ‘buenas voluntades’.

¿Cree que las autoridades políticas están más abiertas o se volvieron más conservadoras con el paso del tiempo en este tema?

– Existen voluntades en algunos departamentos tanto del Ministerio de Salud como del Ministerio de Desarrollo Social, pero hasta ahora no se ha traducido en ningún avance sustancial para la salud trans. Las autoridades se han mantenido sistemáticamente indiferentes a las grandes brechas de salud para la población trans que hemos mostrado y denunciado de forma recurrente como “No red de profesionales de la salud pública que brinda atención a personas trans en Chile”.

¿Entonces no están más abiertas al tema?

– No me parece, al menos no en lo concreto. Los últimos hitos que representan una evolución real fueron la vía clínica -actualmente muy cuestionada- y las circulares Nº21 y Nº34 que datan de los años 2011 y 2012, respectivamente, y que fueron firmadas por el exsubsecretario de Redes Asistenciales, Dr. Luis Castillo. Desde entonces ningún avance concreto en materia de salud.

Usted nos relató cómo fue su formación, ¿actualmente lo está replicando con alguien o le gustaría?

– Actualmente yo le enseño a la persona que se me cruce por delante, y en parte por eso ando siempre con mis diapositivas. (…) Hago clases en pre y posgrado, en la Universidad de Valparaíso, y trato de sacar el tema a colación cada vez que puedo. (…) También estoy formando un equipo en el Sótero del Río donde hay un urólogo joven y dos ginecólogas que operan conmigo intentando replicar esta transición Mac Millan-Cifuentes, y ahora sería Cifuentes-Bernal (José), Cifuentes-Barros (Javiera), Cifuentes-Adauy (Arlette).

Equipo quirúrgico que integra la doctora en el Hospital Sotero del Río

¿Tiene algún miedo?

– Existe el miedo a que cierren el programa quirúrgico del Van Buren, siempre lo he tenido. Y es una pesadilla recurrente porque yo pienso que qué va a suceder con todas estas personas en caso que el programa no siga. Qué va a suceder con las 60 personas en lista de espera que en fondo me tienen fe, o le tienen fe al sistema, que llevan cuatro, cinco años esperando porque piensan que en algún momento van a recibir el llamado para operarse. Tengo miedo de qué va a suceder con ellos.

La última pregunta para la doctora fue “dónde se veía en 20 años”. Melissa Cifuentes se pone nerviosa. Es intensa y le gusta vivir el día a día, con sus complicaciones y sus aciertos. Le reitero la pregunta pero en 10 años.

“Quisiera lograr haber formado dos centros quirúrgicos, el Van Buren y el Sótero del Río, y que funcionen independientes de mi presencia”, concluye.

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