ESPECIAL COPA DEL MUNDO RUSIA 2018
Sábado 09 junio de 2018, a las 14:59
Pobreza y racismo: la historia de Romelu Lukaku, el goleador al que no le creían su edad
Por: Felipe Santibañez .
Emmanuel Dunand I Agence France Presse
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Romelu Lukaku, el nueve del Manchester United, anotaba con una sorprendente facilidad cuando era niño. Tenía alma de goleador y un cañón en su pierna derecha. Sin embargo, solo sus padres, su hermano y algunos compañeros de equipo se los celebraban. Sus goles eran mirados por ojos recelosos que dudaban de su porte, de su color de piel, de su origen.

Lukaku nació en Bélgica hace 25 años. Cuando tenía seis, llegó a vivir a Wintam, una aldea sin nada que llame mucho la atención, a medio camino entre Bruselas y Amberes, en el norte del país. Ayudó a sus padres, Roger y Adolphine, a sacar las cajas y maletas del auto. Un niño del vecindario no dejó de mirarlo. Al día siguiente tocó la puerta de la familia recién llegada. Su nombre era Vinnie Frans y quería invitarlo a jugar fútbol.

La pelota era la pasión de Romelu. Junto a su hermano Jordan, un muchacho con dreadlocks que hoy juega de defensa en la Lazio y también en la selección belga, se la pasaban viendo los videos de su papá. Roger llegó del Congo, ex colonia belga, con el sueño de hacer carrera en Europa.

Había sido internacional con su país de origen, pero en Bélgica solo pudo jugar en equipos de segunda categoría. Eso no le importaba mucho a sus hijos. Para Romelu su papá era su ídolo, algún día quería ser como él. Miraba varias veces el viejo cassette de video que contenía los mejores momentos de Roger. Los fines de semana tenía como ritual sagrado sintonizar la Premier League, su sueño de infancia. Admiraba al poco pulcro, pero potente Jimmy Floyd Hasselbaink. Un espejo en el que mirarse.

Sin embargo, a “Rom” -como le decían en el barrio – le gustaba la calle. Pasaba casi todo el día gastando la suela corriendo tras una pelota, siempre acompañado por Jordan y por Vinnie, el amigo con el que hasta hoy mantiene el vínculo que solidificó la pelota. “Nuestras familias eran muy cercanas. Si alguna tenía problemas de dinero la otra se lo daba y al día siguiente se lo devolvían”, cuenta Vinnie, hoy un arquero de liga semi profesional que tiene que trabajar como guardia de seguridad para poder vivir.

Recién a los doce años “Rom” se unió a un club profesional, el Lierse. Era más alto que cualquiera, flaco, sin mucho músculo, pero con velocidad. Bajo su amplia sonrisa bobalicona se escondía un goleador voraz.

Pulverizaba a los arqueros rivales y con su zancada olímpica se llevaba puestos a defensas que con suerte le llegaban al cuello. A los papás de los niños que jugaban con el hoy delantero del United no les gustaba la situación.

Empezaron los cuchicheos con olor a vinagre y hasta llegaron a pedirle a su mamá el acta de nacimiento del niño. Para ellos, algo raro tenía que haber y como el muchacho tenía raíces africanas pensaban que sus padres habían mentido con su fecha de nacimiento. Incluso dudaron que hubiese nacido en Bélgica.

“Había un monto de gente hablando mierda porque era rápido y anotaba muchos goles. Los padres decían que tenía más edad de la que supuestamente tenía. Creo que fue un poco racista. Él y su hermano eran los únicos niños negros de por aquí”, recuerda Vinnie Frans.

Mino Raiola, el agente que ha movido montañas de dinero con el mayor de los Lukaku, confirma la historia de Vinnie: “Para él, el racismo siempre fue un problema, recuerdo que su madre me ha contado que tenía que ir a los partidos con el certificado de nacimiento. Los otros padres no creían que tuviera 12 o 14 años, era siempre un problema, y más cuando marcaba tres o cuatro goles… Era grande y fuerte físicamente, sí, pero aseguraban no tenía esa edad, que no había nacido en Bélgica. Entonces su madre mostraba el certificado”.

El escándalo de apuestas en el que se vio salpicado el Lierse hizo que perdiera varios jugadores jóvenes, entre ellos Romelu Lukaku. El delantero partió al Anderlecht, uno de los clubes más grandes de Bélgica. Allí creció bajo la atenta de Paul Van Himst, uno de los mejores jugadores belgas de la historia y al que años después superaría como goleador histórico de la selección.

Quemó etapas rápido. Se hizo más ancho y más letal. Era un verdadero tanque blindado, capaz de soportar la presión del rival y bombardear en cualquier momento. Con poco hacía mucho. Nada de florituras, pero sí muchos goles.

Aprovechó las lesiones de Tom De Sutter y Nicolás Frutos para ganarse un lugar en el primer equipo. Se paseaba por el vestuario mirando con respeto a los mayores y sin hablar mucho. Anotó su primer como profesional con 16 años, se convirtió en el jugador más joven en jugar Champions League y a fin de año fue escogido como la promesa del año en el deporte belga. En la temporada siguiente se convertiría en el máximo anotador del campeonato local y debutaría con el equipo nacional.

“Lo veías y parecía un adulto, por lo grandote, pero era un pibe. Cuando hablaba, le notabas la voz de chico, de buena onda. Era uno más”, narra el argentino Matías Suárez, su compañero en el Anderlecht.

El rumor del joven grandote que la descocía en el Anderlecht se esparció por toda Europa. Varios equipos de Inglaterra pidieron precio por él. El Chelsea, que ya pensaba en cómo reconstruir el reino cuando Didier Drogba abandonase el trono, se lo llevó en 2011. Ya en el césped de Stamford Bridge Lukaku se miró a sí mismo y recordó que solo tenía dieciocho años.

No jugó mucho y se fue al West Bromwich Albion, completando una muy buena temporada pese a que su papá fue detenido por secuestrar a su amante y mantenerla cautiva en el maletero de su auto. Volvió al Chelsea, falló el penal decisivo en la angustiante final de la SuperCopa Europea de 2013 ante el Bayern Múnich y otra vez lo mandaron a préstamo. Esa vez fue a parar a la parte azul de Liverpool. En el Everton se asentó, se transformó en uno de los arietes más mortíferos de la Premier League y le compraron el pase.

En la campaña 2016/17 estuvo en su apogeo. Los “Toffees” lo quisieron retener con un sueldo exorbitante, pero dicen que un brujo en África le dijo a la mamá de Lukaku que su futuro estaba en el Chelsea. Él quería una revancha en el equipo que le abrió las puertas de la elite europea y al que Antonio Conte acababa de sacar campeón. Finalmente fue el Manchester United el que más puso por él. En su primera temporada a veces jugó bien, otras fue devorado por las sombras que atormentaron a los “Diablos Rojos” toda la temporada.

Su cabeza ahora está en el Mundial de Rusia, el segundo que jugará. Junto a Kevin De Bruyne, Eden Hazard, Thibaut Courtois y Dries Mertens forman una generación de oro que busca espantar los rumores que dicen que les tiemblan las piernas en los momentos decisivos. Se impuso en el pulso por ser dueño del área a Michy Batshuayi, Christian Benteke y Divock Origi. A pesar de sus records anotadores en Bélgica lo siguen mirando con desconfianza, con la misma mirada cargada de dudas que lo miraban cuando era un niño. La respuesta sigue siendo la misma: goles.

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