Arriba en la cordillera la gente no vive, sino que sobrevive. El pehuenche tiene arraigado el tema de la recolección, pero todo lo recolectado se va y tienen que sobrevivir como sea. La gente vive de los piñones, hongos, raíces, conejos y pescados. Si sales a pescar y no pescas, no comes. Si no cazaste un conejo la noche anterior, al otro día pasas por el alambre.
Partí hace aproximadamente 18 años trabajando con la gente en la feria de Temuco. Con unos amigos repartíamos café, pancito, y se crearon grupos para entregar comida. Un día un Carabinero me preguntó si podía hacer eso mismo pero en la cordillera, ¿Quién vive en la cordillera?, pensé. Siempre iba a pescar a esos sectores, pero nunca a buscar gente.
Él me llevó a la cordillera y me mostró dos casos. Uno era un niño inválido que vivía en un chiquero de chanchos, y el otro un adulto mayor que vivía solo en un ruco y su único abrigo para dormir eran cuatro perros. Al ver eso tenía dos opciones: o me hacía el hueón y seguía viviendo mi vida o me hacía parte de eso. Lo tomé como bandera de lucha.
Hoy, los operativos que hacemos con Amigos Solidarios por Chile se efectúan prácticamente todas las semanas y nacen de forma espontánea: por lo general me llama alguna persona avisando que en tal sector alguien no tiene para comer. Realizamos un levantamiento de información de la cantidad de niños o los artículos que se necesitan. A través de Facebook y los medios de comunicación comenzamos a informar a la comunidad, y la gente envía la ayuda; la acopiamos y se divide por familia. Avisamos a Carabineros el día en que subiremos desde Temuco hasta Curacautín, traspasamos las cajas a las patrullas de Carabineros, visitamos a las familias, dentro del día conversamos con ellos y los acompañamos. Regresamos a Temuco al final del día.
“Al ver la realidad en la cordillera tenía dos opciones: o me hacía el hueón y seguía viviendo mi vida o me hacía parte de eso".A veces subimos a la cordillera y en una determinada localidad hay 200 familias, pero de esas 80 viven en malas condiciones y, de ellas, 79 viven en pésimas condiciones. En la mayoría tienen una sobrepoblación de niños, siete u ocho por casa. Si la familia tiene un hijo, cobran $7.500 por concepto del subsidio único familiar. Bajar de una localidad como Troyo hasta Lonquimay para buscar el dinero cuesta $3.000. Se quedan con $4.500 para comer, luz, agua, todo. ¿Qué harías tú con $4.500?
Cualquiera podría pensar que el problema sólo lo enfrentan los niños y sus padres, pero el adulto mayor también está desprotegido. Una de ellas es la abuelita María Isabel Montesinos, de 88 años que vive en Troyo. Con su pensión de 80 mil pesos mantiene a su hijo, de 60 años que sufre diabetes y está perdiendo la visión. Una persona muy amorosa, muy cariñosa, vive de una forma sencilla y humilde, pero siempre te recibe con una sonrisa, aunque esté enferma. Se le quebraron sus manos cuando se cayó de un caballo y nunca se trató. Se curó a la usanza antigua, con vendas, masajes y hierbas. Eso ahora le está pasando la cuenta, tiene dolores en sus manos y huesos.
Muchas veces llegamos cansados y con frío. El tramo hacia hacia Troyo es súper largo, pero siempre nos recibe con una sonrisa y un abrazo fraterno para recordarnos que ella y el resto de la gente nos necesita.