Los Olvidados de Lonquimay

Sobreviviendo a la pobreza e indiferencia en la cordillera.

Relato de Mauricio Alarcón, funcionario público y creador de la ONG Amigos Solidarios por Chile.

Arriba en la cordillera la gente no vive, sino que sobrevive. El pehuenche tiene arraigado el tema de la recolección, pero todo lo recolectado se va y tienen que sobrevivir como sea. La gente vive de los piñones, hongos, raíces, conejos y pescados. Si sales a pescar y no pescas, no comes. Si no cazaste un conejo la noche anterior, al otro día pasas por el alambre.

Partí hace aproximadamente 18 años trabajando con la gente en la feria de Temuco. Con unos amigos repartíamos café, pancito, y se crearon grupos para entregar comida. Un día un Carabinero me preguntó si podía hacer eso mismo pero en la cordillera, ¿Quién vive en la cordillera?, pensé. Siempre iba a pescar a esos sectores, pero nunca a buscar gente.

Él me llevó a la cordillera y me mostró dos casos. Uno era un niño inválido que vivía en un chiquero de chanchos, y el otro un adulto mayor que vivía solo en un ruco y su único abrigo para dormir eran cuatro perros. Al ver eso tenía dos opciones: o me hacía el hueón y seguía viviendo mi vida o me hacía parte de eso. Lo tomé como bandera de lucha.

Hoy, los operativos que hacemos con Amigos Solidarios por Chile se efectúan prácticamente todas las semanas y nacen de forma espontánea: por lo general me llama alguna persona avisando que en tal sector alguien no tiene para comer. Realizamos un levantamiento de información de la cantidad de niños o los artículos que se necesitan. A través de Facebook y los medios de comunicación comenzamos a informar a la comunidad, y la gente envía la ayuda; la acopiamos y se divide por familia. Avisamos a Carabineros el día en que subiremos desde Temuco hasta Curacautín, traspasamos las cajas a las patrullas de Carabineros, visitamos a las familias, dentro del día conversamos con ellos y los acompañamos. Regresamos a Temuco al final del día.

“Al ver la realidad en la cordillera tenía dos opciones: o me hacía el hueón y seguía viviendo mi vida o me hacía parte de eso".

A veces subimos a la cordillera y en una determinada localidad hay 200 familias, pero de esas 80 viven en malas condiciones y, de ellas, 79 viven en pésimas condiciones. En la mayoría tienen una sobrepoblación de niños, siete u ocho por casa. Si la familia tiene un hijo, cobran $7.500 por concepto del subsidio único familiar. Bajar de una localidad como Troyo hasta Lonquimay para buscar el dinero cuesta $3.000. Se quedan con $4.500 para comer, luz, agua, todo. ¿Qué harías tú con $4.500?

Cualquiera podría pensar que el problema sólo lo enfrentan los niños y sus padres, pero el adulto mayor también está desprotegido. Una de ellas es la abuelita María Isabel Montesinos, de 88 años que vive en Troyo. Con su pensión de 80 mil pesos mantiene a su hijo, de 60 años que sufre diabetes y está perdiendo la visión. Una persona muy amorosa, muy cariñosa, vive de una forma sencilla y humilde, pero siempre te recibe con una sonrisa, aunque esté enferma. Se le quebraron sus manos cuando se cayó de un caballo y nunca se trató. Se curó a la usanza antigua, con vendas, masajes y hierbas. Eso ahora le está pasando la cuenta, tiene dolores en sus manos y huesos.

Muchas veces llegamos cansados y con frío. El tramo hacia hacia Troyo es súper largo, pero siempre nos recibe con una sonrisa y un abrazo fraterno para recordarnos que ella y el resto de la gente nos necesita.

María Isabel Montesinos

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Yo no tengo vehículo. Por lo general, la gente me contacta a través de Carabineros, comienzo a tejer redes y cubrimos la necesidad de forma inmediata. La gente llega a nosotros después de buscar en el sistema. Lo anecdótico es que muchas veces el sistema termina recurriendo a nosotros.

En mayo de 2014 le pedí a las autoridades una política anticipativa para el sector cordillerano, porque se venía la nieve y sabíamos que quedaría la escoba. La autoridad me dijo que no, que ellos se preocupaban de lo que hacían y el gobierno lo tenía todo claro. Poco después mi casa se incendió, y a los días, luego de que cayera el terremoto blanco, la misma autoridad me pidió ayuda para ubicar a las familias porque el organismo que quedó a cargo no sabía específicamente dónde estaban… Habían entregado la ayuda a un particular quien sobrevoló la zona en un helicóptero y en tres días sólo logró ubicar a cinco familias. Al guiar el proceso logramos que en una tarde se cubriera toda la zona.

Hay lugares donde prácticamente los únicos que pueden acceder son los carabineros, como Pehuenco Alto donde vive don Lalo Montoya. Él es una persona bien especial, muy alegre. Antes vivía en condiciones inhumanas, con su señora dormían en el suelo de una mediagua. Pese a sus carencias, él siempre ha estado más preocupado de los otros que de él mismo.

Lalo Montoya

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Hace un tiempo nos pidieron ayuda para una guagua de tres meses internada en el Hospital de Lonquimay y que sufrió cuatro o cinco bronconeumonias. El director mandó a la asistente social a la casa a ver qué pasaba: la familia vivía en una estructura hecha pedazos. En el hospital dijeron que no podían darle el alta si no se conseguían una mediagua, ya que el niño podía morirse si sufría una nueva bronconeumonia. Hicimos una campaña y logramos que se gestionara una mediagua por parte del municipio. Le conseguimos cama, ropa, cocina, alimentos, todo lo que necesitaban para que ese niño volviera con su mamá y sus hermanos.

“A muchos niños les ha tocado vivir la parte más dura. Sus derechos no concuerdan con el mundo duro y de sufrimiento que enfrentan en varios hogares”

El sistema no da abasto porque las políticas públicas se imparten desde el nivel central con una línea para todo el país que no corresponde. La vida que se vive en Arica, Punta Arenas o la que viven en Puerto Saavedra, es cien por ciento distinta a la de la cordillera.

A muchos niños les ha tocado vivir la parte más dura. Sus derechos no concuerdan con el mundo duro y de sufrimiento que enfrentan en varios hogares, donde el alcoholismo y la violencia intrafamiliar son un problema serio.

La escuela de Galletué ha tenido un desarrollo bastante grande. Desde que la conocí hace varios años hasta hoy ha crecido mucho. Pero falta. Falta mayor inyección de recursos, que las autoridades vayan a terreno a ver lo que se brinda a los niños arriba y su falta de conectividad y de tecnología. Ellos no pueden salir a tomarse los caminos para exigir una educación de calidad ni a quemar araucarias porque allá no los van a tomar en cuenta. En Temuco se hace una marcha estudiantil de diez mil o veinte mil personas y se paraliza la ciudad. Allá en Galletué ellos no pueden hacer nada, porque se toman una calle y no pasa nadie en todo el día.

Director Galletué

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No es la solución construir en la ciudad un conjunto de viviendas. Yo creo que a ti no te gustaría salir de tu ciudad y quedarte acá en Temuco o en Lonquimay. Tu arraigo sociocultural está con tu gente, tu trabajo, tus cosas, tu perro. Para la gente de arriba ese es su arraigo; vivir faltos de todo, rodeados de la naturaleza, caminar libre por todos lados. Es su amor por la tierra, aunque algunos ya están cansados.

“Cuando vas a Lonquimay, atravesando el túnel Las Raíces, el tiempo se detiene. Se ve un Chile de hace 100 años, estancado en el tiempo”

Cuando vas a Lonquimay, atravesando el túnel Las Raíces, el tiempo se detiene. Se ve un Chile de hace cien años, estancado en el tiempo. A pesar de que somos un país desarrollado, la sobrevivencia aún existe. La abuelita Elena Meliñir vive en Cajón de Quinquén en una condición muy inhumana. Lo único que se puede encontrar "de valor" entre sus pertenencias es una chaqueta de una marca gringa. Alguien que participaba en un operativo se la regaló y la cubrió, porque sus ropas no la abrigaban mucho. Las autoridades están al tanto de cómo vive ella, pero aún no hacen nada.

Elena pertenece a esa tierra, a esos bosques maravillosos, a sus animalitos, pero quiere salir de ahí porque está cansada de vivir necesidades, de pasar hambre y frío. Está cansada de vivir alejada de todas las posibilidades, de los recursos y de las políticas adecuadas de vivienda.

Elena Meliñir

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Antiguamente la villa Troyo tenía un sistema de generación eléctrica en el río para todo el pueblo. Tenían dos horas de energía al día. Pero después se sacó todo el sistema para instalar cableado eléctrico y, desde ese momento, la familia que no tiene plata no tiene luz. Una señora tiene plantado un poste en la entrada de su casa y no tiene suministro.

Ahí conocí a la señora Humilde del Carmen Parra Moya, esposa de don Víctor Riquelme con quien tiene dos hijos casados que viven fuera de Troyo. Esta gente trabajó muchos años y, lamentablemente, sus patrones nunca les pagaron imposiciones. Don Víctor no pudo seguir trabajando y quedó sin nada, aún no tiene la edad para recibir una pensión básica solidaria. Ellos vivían de la pesca, la caza y la recolección de hongos.

Con don Víctor hablamos por intermedio de Carabineros que me dijeron “hay un amigo que quiere hablar contigo”. Hacía mucho tiempo él le pedía a Dios que me pusiera en su camino. Le dije que no lo entendía, porque simplemente debía hablar conmigo. Es complicado ser alguien mayor que ha trabajado toda su vida y que tenga que acercarse a una persona menor a pedirle ayuda. Para él fue muy difícil.

Humilde Parra

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La gente de la ciudad dejó de creer en las instituciones que entregan ayuda. Estas nunca los invitan para que vayan a terreno y conozcan la realidad de arriba. Yo sí. Yo invito a la gente a través de los medios de comunicación a celebrar instancias como el Día del Niño. Les decimos que les sirve como un paseo familiar para conocer una realidad distinta de un Chile congelado en el tiempo, y para crear vínculos. Eso me gusta, tratar de engranar a la sociedad. Las personas se levantan los domingos en la mañana y van al mall. Pero ya no es habitual que el vecino salga de su casa a compartir en la casa del otro vecino. Eso no pasa.

La única autoridad que ven las personas de la cordillera es Carabineros de Chile. Arriba realizan una labor que, según creo, no se realiza en ninguna otra parte. Si bien creo que ellos están para brindar orden y servicio al país, en las localidades que visito efectúan una labor de acercamiento con la comunidad, porque ellos viven y palpan a diario las necesidades extremas de la gente.

“La única autoridad que ven las personas de la cordillera es Carabineros de Chile. Arriba realizan una labor que, según creo, no se realiza en ninguna otra parte”

Antiguamente salía a pescar y conocí a un sargento del sector de Troyo. Él me vio pescando un salmón bonito y me dijo "¿sabes que con ese salmón se alimentan dos familias? Hay gente que sobrevive con esto". Boté mi caña y nunca más pesqué.

El carabinero de cordillera y el carabinero de ciudad son distintos porque ven temas distintos. En la ciudad el mismo materialismo está llevando a que la sociedad se vuelva muy consumista. La falta de recursos y la falta de educación impulsan la delincuencia. En la ciudad tenemos todos los servicios como las municipalidades, intendencias, gobernaciones. En el sector inhóspito donde yo trabajo con Carabineros, los únicos servidores públicos que veo son ellos. Generan una labor de acercamiento, una labor de acompañamiento. La gente se acerca a pedirles ayuda y Carabineros suele contactarnos, en conjunto podemos brindar un apoyo a quienes viven en esos sectores.

Gracias al apoyo que nos da Carabineros de la Quinta Comisaría de Curacautín, podemos seguir subiendo a la cordillera. Ellos nos facilitan el apoyo logístico, vehículos y el personal para que nos acompañen y acceder a las casas. Los carabineros muchas veces alimentan de sus bolsillos a la gente. En muchos retenes, a fin de mes los funcionarios juntan una cierta cantidad de dinero, otro funcionario hace un pedido en la ciudad más próxima que posteriormente se divide y se entrega a la mayor cantidad posible de personas. Esa labor realza mucho el nombre de la institución.

Carabineros

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Uno hace estas cosas solo por ver a la gente sonreír, eso es lo que nos mueve y nos llena. Cuando termino un operativo y me despido, mi pago es su sonrisa. Regresas a tu casa sabiendo que por al menos esa noche dormirán aliviados y que ese día se sintieron acompañados. La soledad es tremenda en la cordillera, poco se habla de la salud mental de quienes quedan solos arriba.

Manuel Meliñir tiene 60 años, y a los 14 su papá lo botó a la cordillera luego de que muriera su mamá. La vida lo ha tratado bastante mal, y hoy demuestra mucha más edad que la que tiene. Nosotros le aislamos el interior de la mediagua que le construyó una iglesia evangélica para que no pasara frío. Más que la ayuda que le entregamos, lo que más valora es la compañía.

"La soledad es tremenda en la cordillera, poco se habla de la salud mental de quienes quedan solos arriba"

Lo vamos a visitar, le trozamos leña, lo acompañamos durante el día. Cuando hacemos operativos en el sector lo pasamos a buscar para que esté con nosotros toda la jornada, y después lo vamos a dejar a su casa. Lo trajimos a conocer Temuco. Hay cosas tan básicas para nosotros que a él le llaman mucho la atención. Un día lo visitamos con la gente de la Vega de Temuco y, entre otras cosas, le regalaron kiwis. Él se comió uno, y nos dijo que ahora se podía morir tranquilo por haber probado los kiwis.

Manuel Meliñir

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La masa trabajadora del norte es la gente de acá del sur. Reciben un trato más que duro a cambio de sueldos miserables como temporeros. El mapuche está acostumbrado a trabajar en pésimas condiciones, pero no es justo que reciban ese trato solo por tener menos educación que el chileno promedio que reclamaría de inmediato.

Varios no ven un destino más allá que el trabajo de temporero o quedarse en su tierra haciendo lo mismo de siempre. Otros toman las oportunidades y se van para iniciar una nueva vida. Nosotros sacamos a un muchacho de Troyo y lo llevamos a Temuco junto a su guagüita y su señora. Miguel Montoya realizaba trabajos esporádicos en la villa, como trozar leña y otras labores similares. Un día, alguien nos dijo que necesitaba una persona en Temuco, y vinimos a buscarlo.

Ahora vive en la ciudad desde hace unos cuatro años, trabaja de guardia y tiene un auto. Su niño va al colegio y su casa está bien arreglada. Antes vivía en una rancha que él mismo se hizo, y nosotros se la forramos. Su empeño lo llevó a tener una vida muy distinta al piso de tierra y las paredes de cartón que veía a diario.

Miguel Montoya

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Mucha gente de la zona urbana de Lonquimay cuestionó en su momento mi trabajo por ser de afuera. Todo el tiempo que gastaron hablando de mí podrían haberlo utilizado en hacer cosas. Se daban el tiempo de hablar en Facebook pero no de concretar. Si los mismos que hablaban tanto se hubieran puesto a trabajar por su gente, yo me habría hecho a un lado.

“Algunos no creen que la vida sea tan dura arriba y quieren subir conmigo para saber si lo que digo es cierto. Varios no vuelven”

En todas partes la gente prefiere hoy en día hacerse la hueona. Varios prefieren dar cien pesos a una institución y lavarse las manos, o una luca para cierta campaña. Sin ser responsable del problema, yo me hice cargo. En la página de Amigos Solidarios por Chile ni siquiera tenemos una cuenta bancaria porque no pedimos recursos. Lo único que le pedimos a la gente es que nos acompañe y se sumen.

Hay muchas personas que nos ayudan y lo hacen con una alegría tremenda. Hay familias que visitan a otras con diez cabros chicos, y todos sus hijos comparten entre ellos. Les sirve para que conozcan la realidad de la vida allá arriba. Hay padres que me han dicho que sus hijos cambian después de esas experiencias, e incluso han dejado de pegarse al computador. Hoy comparten, se dieron cuenta que hasta los más necesitados hacen familia.

A la gente le llama la atención esto. Algunos me han dicho "yo no creo que esto sea tan así", no creen que la vida sea tan dura arriba y quieren subir conmigo para saber si lo que digo es cierto. Varios no vuelven, no soportan lo que vieron. Otros no nos podemos olvidar, y nos hacemos parte.

Mauricio Alarcón

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