Desde esta semana los 'ojos deportivos' del Mundo se centrarán en Sudamérica. ¿La razón? Los primeros Juegos Olímpicos de la historia que se desarrollan en este continente.

Y es que miles de exponentes de las diferentes disciplinas arribarán hasta Río de Janeiro para competir por las anheladas preseas doradas y metálicas, con la idea de regalarle una alegría a sus países.

Pero las Olimpiadas son mucho más que algo netamente deportivo. Así ha quedado demostrado en los más de 120 años de la justa, donde algunos lograron trascender también por otros tipos de acciones, como desafiar a las autoridades de turno.

Otros, hicieron lo propio pero por algo no muy positivo: realizaron algún tipo de trampa para sobresalir entre sus pares.

A continuación, te invitamos a repasar 7 momentos olímpicos imposibles de olvidar. Desde las hazañas al ridículo.
Los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 son, sin dudas, uno de los más recordados de la historia deportiva a nivel global.

Y es que la justa planetaria dejó uno de los momentos más sorprendentes y espectaculares del deporte, que tuvo como principal protagonista a una niña de 14 años.

Fue en la gimnasia artística cuando Nadia Comaneci, la representante de Rumania que ya había encantado en el torneo juvenil de la especialidad disputado un año antes en Noruega, quien con su pequeño cuerpo y una dificultosa rutina demostró que la perfección es posible en esta actividad.

Lo anterior, porque con 40 kilos y un metro con 48 centímetros de estatura la menor alcanzó sobre las barras asimétricas el primer ’10′ (en esos tiempos la máxima calificación) de la historia de la gimnasia en las Olimpiadas.

Es de los actos más recordados en la historia del deporte mundial. El 16 de octubre de 1968, los atletas estadounidenses Tommie Smith y John Carlos pasaron a la posteridad en los Juegos Olímpicos desarrollado en Ciudad de México, al realizar una simbólica protesta en el podio de los 200 metros planos.

La imagen de ambos atletas –ganadores del oro y bronce de la prueba- alzando sus puños cubiertos con guantes negros, reclamando por los conflictos raciales que se vivían en Estados Unidos quedó definida como el saludo del ‘Black Power’ y traspasó una vez más los conflictos sociales a un ámbito que habitualmente ha querido mantenerse al margen: el deporte.

Lo ocurrido con Smith y Carlos es conocido. Ambos fueron sancionados y aislados en su país, aunque años más tarde se reconoció su valentía, siendo homenajeados en diversas ocasiones por su aporte en la búsqueda de la igualdad racial y social. En tanto, el australiano Peter Norman, tercero en la prueba y quien en imágenes pareciera estar ajeno a lo que ocurría a sus espaldas, también se sumó al reclamo por medio de un parche del Proyecto Olímpico de los Derechos Humanos en su chaqueta, sobre el escudo de su país.

Uno de los mayores mitos de la historia de los Juegos Olímpicos es lo ocurrido en Berlin, en 1936, con el estadounidense Jesse Owens como protagonista.

Y es que según retratan los historiadores, el propio Adolf Hitler decidió utilizar la justa deportiva para demostrar la ‘supremacía racial aria', algo que Owens pudo en 'jaque'. El un joven atleta negro derrotó a todos en cuatro pruebas -100 metros, relevos de 4×100 metros, 200 metros y salto largo-, sumando individualmente la mayor cantidad de oros de aquel evento.

En ese instante, varios medios de la época publicaron que el presidente alemán fue humillado. Es más, se especuló que Hitler se retiró del estadio o que no habría felicitado a Owens como sí lo hizo con los otros ganadores de la cita.

Lo cierto, es que el propio Owens comentó en su biografía que “cuando pasé, el Canciller se levantó, me saludó con la mano y yo le devolví la señal. Pienso que los reporteros tuvieron mal gusto al criticar al hombre del momento en Alemania”. Además, en sus memorias, el atleta explicó que para él fue más doloroso que el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, no lo invitara a la Casa Blanca a celebrar con los otros deportistas.

Una historia digna de una película (y así lo fue). Eric Liddell, un delgado escocés que nació en China, es conocido hoy como una de las leyendas del atletismo, por su enorme talento en las pistas, pero además por sus peculiares creencias y su eterna devoción hacia su religión.

Al tiempo que aumentaba su fama y potencial como atleta, Liddell se convirtió en predicador. Su fe lo ocupaba casi todo y el ‘señor guía mis pasos’ era la explicación que ofrecía después de cada uno de sus triunfos. Así llegó a la previa de los Juegos Olímpicos de París en 1924. Pero, una decisión de la organización generó un tremendo debate en Escocia, ya que el deportista se opuso a la idea y eligió retirarse.

Resulta que los 100 metros planos fueron programados para el penúltimo domingo de la competición y Liddell, gran esperanza para el Reino Unido, renunció sin titubear porque ese día era para el señor, y sus profundas convicciones religiosas le impedían participar.

Escocia sufría porque su única estrella se negaba a competir en una prueba en la cual se erguía como total favorito. Pero Liddell, lejos de rendirse, llegó a un acuerdo con la federación de su país y decidió participar en los 200 y 400 metros, aunque las posibilidades de ganar un oro se reducían considerablemente. Los medios de comunicación criticaron el actuar del escocés, y señalaron que un ‘radical religioso’ no podía ser parte de los juegos. Los ataques se agudizaron cuando restando solo días para la final de los 200 el atleta fue sorprendido predicando en diversos centros religiosos de Inglaterra.

El asunto fue que en los 200 metros Eric logró la medalla de bronce que le descargó presión de cara a los 400 que se disputaban un par de días después. Allí llegó lo impensado. El hijo del reverendo se quedó finalmente con el oro y estableció además un récord mundial.

En el deporte hay historias que con el paso de los años se replican una y otra vez, y terminan traspasando todo tipo de fronteras.

En este sentido, una de las más increíbles de todos los tiempos fue la protagoniza por la atleta Dora Ratjen, destacada experta alemana en la prueba del salto alto.

De hecho, la germana representó a su país en los Juegos Olímpicos de Berlin 1936 -las de exaltación del III Reich- obteniendo un meritorio cuarto puesto. Sin embargo, las cosas no continuarían bien para la atleta, quien terminaría, con el paso de los años, arrestada.

Todo ocurrió cuando la deportista se trasladaba un día en tren hacia su ciudad de origien, Colonia. ¿Qué pasó? El conductor de la máquina denunció a Dora ante la policía.

Según revela el blog del portal español 20 minutos.es, el encargado férreo denunció a los uniformados que un hombre disfrazado de mujer se trasladaba al interior del medio de transporte, algo que no era visto de buena forma por el ‘nazismo’ que imperaba en aquellos lados.

Debido a esto la Policía revisó la documentación de la atleta y comprobó que los papeles estaban en orden. Eso sí, el aspecto físico de la deportista llamó la atención del personal, quienes insistieron con consultas y finalmente llegaron a la verdad: Dora Ratjen confesó ser hombre.

Según publicó la revista Time en 1966, el ‘caso’ Ratjen pudo haberse tratado de un evidente ‘montaje’ del regimen nazi. De hecho, la publicación señala que el protagonista admitió que le habrían obligado a ‘travestirse’, para así sumar victorias para Alemania. ¿Cuál era la idea principal? Impedir que una mujer de origen judío, la húngara Ibolya Csák, consiguiera el oro en los Juegos Olímpicos de Berlín (Ibolya de todas formas ganó la presea dorada y la historia de Dora se ‘escapó de las manos’).

Como era de esperar, Dora fue despojada de sus logros y también impedida de manera perpetua a participar en esta especialidad, aunque en 1939 se oficializó su ‘cambio de sexo’ y desde aquel año pasó a llamarse Heinrich… Eso sí, su restricción deportiva no acabó.

En el marco de Los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 se vivió uno de los momentos más emotivos de la historia de la gimnasia. Ocurrió específicamente en la competencia por equipos, cuando Rusia y las ‘dueñas de casa’ peleaban palmo a palmo por la medalla de oro.

Las ’7 magníficas’, como se conocía a las jóvenes seleccionadas estadounidenses, estaban en ventaja y cerca de lograr el primera presea dorada para su país en esta especialidad. Sin embargo, Dominique Moceanu, la figura del conjunto, falló sus intentos en salto y toda la responsabilidad se traspasó a Kerri Strug, una chica de 18 años con poca experiencia deportiva.

Las cosas se complicaron aún más, pues Kerri cayó mal en su primer intento y, según revelan los periódicos de la época, sufrió un severo esguince.

Pero ocurrió lo increíble. Una adolorida Strug tomó carrera y ejecutó un notable segundo intento, con la particularidad que lo finalizó cayendo prácticamente en un pie. Ovación del público y alegría en el equipo estadounidense por conseguir el primer lugar.

Con lágrimas en sus ojos por el dolor, la deportista fue subida en los brazos de su entrenador al podio, en otra muestra del coraje y la fuerza de la deportista.

El 22 de agosto es una fecha que los amantes del deporte en Chile no deberían olvidar. Aquél día, pero en 2004, Nicolás Massú conseguía la medalla de oro en singles en los Juegos Olímpicos de Atenas, a menos de 24 horas de haber logrado la misma presea en dobles junto a Fernando González.

Massú llegó a la definición en individuales ante el estadounidense Mardy Fish. En el camino habían quedado Gustavo Kuerten, Vince Spadea, Igor Andreev, Carlos Moyá y Taylor Dent, en partidos marcados por el estilo propio del viñamarino, lleno de lucha, táctica y temperamento.

Con esos antecedentes el partido asomaba complejo e idealmente el chileno debería evitar una definición extensa. Y todo comenzó de la mejor forma, luego que se quedara con el primer set por 6-3. Pero el escenario cambió en las dos mangas siguientes, donde cayó 3-6 y 2-6, mostrando además un evidente desgaste físico. Parecía que la opción de sumar un nuevo éxito se iba sin retorno. Pero llegó un momento que el propio Massú reconoce como clave para iniciar la levantada. En el segundo juego del cuarto set, el juez convalidó un saque de Fish que fue claramente ancho y que significó la igualdad 1-1, desatando la ira del nacional, que la canalizó posteriormente sobre la cancha firmando un 6-3.

Ya en la manga definitiva, la tensión se hizo más fuerte. El quiebre de servicio a favor de Massú y que dejó el marcador 3-2 comenzó a definir la historia para que, luego de cuatro horas, finiquitara todo con un 6-4. Emoción total en Atenas y en nuestro país, que vio como ‘Nico’ escribía su nombre entre las leyendas del deporte olímpico al ser el único tenista en conseguir dos oros, marca aún no superada tras dos citas olímpicas.