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Niños (des)amparados en la frontera

Niños (des)amparados en la frontera

Domingo 29 octubre de 2023 | 06:00

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PJUD

El pasado viernes 13 de octubre, entre la madrugada y el mediodía, 15 menores de edad fueron detectados cruzando la frontera ilegalmente en Colchane. Samuel (4) y Laura (16) caminaban en el mismo grupo. Él acompañado de su madre. Ella separada de sus padres. Tras seis meses de viaje desde Colombia, llegaron a destino. Sus testimonios revelan una vida de carencias. Este 2023, Carabineros ha contado 2.588 casos sólo en ese paso fronterizo. Muchos otros llegan completamente solos. Desamparados. Durante el año, 49 menores de edad han arribado sin ninguna compañía. Mientras tanto, el sistema judicial hace lo posible por protegerlos.

*Los nombres de los protagonistas fueron cambiados para resguardar la identidad de los niños, niñas y adolescentes (NNA).

—Nos van a matar. Nos van a llevar pa’ la cárcel.

Cuando Samuel (4) cruzó la frontera en Colchane y fueron detectados por el Ejército, pensó lo peor.

Junto a su mamá y su tío, Danna y Emiliano, y sus tres hermanos -de 12, 13 y 15 años- llegaron a Chile el pasado viernes 13 de octubre tras un largo periplo desde Colombia. Salieron en abril desde su tierra natal. En el trayecto, que se prolongó por seis meses, vivieron en carpas a un costado de las rutas y se alimentaron de lo que les daba la gente.

Durante la madrugada fueron descubiertos ingresando por un lugar no habilitado y los militares reportaron la situación a Carabineros.

Es una situación usual. Sólo durante esa jornada, antes del mediodía, 15 menores de edad habían cruzado. Carabineros ha contado 2.588 este 2023, quienes llegaron a la frontera por pasos irregulares sólo en la zona de Colchane. Y desde el 2020 a la fecha ya alcanzan los 17.932.

Muchos de ellos llegan separados de sus padres, pero con algún familiar o adulto, mientras otros derechamente ingresan no acompañados. Este año, 49 han arribado absolutamente solos por ese paso fronterizo.

—¿Todos vienen con papá y mamá?

—Todos venimos juntos, pero no todos somos familia —advirtió Emiliano, el tío de Samuel.

En el mismo grupo, Carabineros detectó el caso de Laura (16). Ingresó junto a su hijo Isaac (2) y el padre de este último, Jerónimo (23). Ambos son pareja hace 3 años y vivían juntos en Colombia.

Laura, con su bebé en brazos, no venía acompañada por ningún padre.

El caso encendió las alarmas de Carabineros, quienes debieron reportar la situación al tribunal de Familia.

En el intertanto, fueron recibidos en los albergues de la frontera. Les dieron agua y algo de comer. Mientras esperaban por un bus que los llevara a Iquique, Samuel ya lucía más tranquilo, absorto viendo sus dibujos animados en el teléfono.

***

Ese día, la jueza de Familia de Iquique, María Olga Troncoso, realizó una de sus visitas a la zona y pudo constatar in situ la situación migratoria.

—Yo llevo tres años trabajando en el tema, especialmente en Colchane.

Todo partió en 2020, con la pandemia y el cierre de fronteras. Desde entonces aumentó significativamente el ingreso de familias completas por pasos no habilitados.

Día a día comenzó a notar casos de niños con sus padres, que estaban en situación de calle, pernoctando en la playa, en carpas, en plazas, en situaciones nunca antes vistas. O al menos no en esa magnitud.

—La crisis migratoria siempre impacta. El conocer situaciones de extrema pobreza, de abandonar sus domicilios con sus mascotas, hijos, peluches, a un destino desconocido, siempre moviliza. Siempre es tremendo —admite tras su último viaje a la frontera.

Militares, carabineros y la jueza María Olga Troncoso en Colchane

A partir de entonces se comenzó a judicializar la situación y cada día se hizo más necesario establecer un nivel de protección a los derechos de los niños. En particular a un grupo pequeño, pero de más cuidado: los que ingresan sin ningún adulto responsable.

—¿Absolutamente solos?

—Absolutamente solos. No es que sean abandonados en la frontera, sino que ellos realizan el tránsito sin compañía de ningún adulto e ingresan al país sin compañía de ningún adulto.

—¿Y llegan con qué propósito?

—La mayoría viene por una fuente laboral, porque han estado en situación de calle, o tienen deserción escolar, o vienen de una pobreza extrema. Son principalmente mayores de 13 y 14 años.

***

La magistrada se acercó al grupo de Samuel y Laura para conversar afuera del albergue.

—¿Cómo están?

—Bieeen —responden a coro.

Ellos amablemente le ofrecieron una silla a la sombra. Se colocó al centro.

Le contaron su situación y admitieron haber sentido miedo cuando fueron descubiertos. Sobre todo Samuel. Aunque fue sólo una sensación inicial.

—¿En el tribunal, le han reportado situaciones de maltrato de las Fuerzas Armadas y de Orden?

—No, nunca. De hecho, Unicef permanentemente monitorea el trato. Y también el Comité de Prevención de la Tortura ha monitoreado en terreno, igual que el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH). Y ninguno ha advertido situaciones de negligencia o de maltrato. Han estado a la altura —asegura Troncoso.

El grupo lo reafirma.

—Son amables y decentes de trato —asegura Emiliano.

—Nos explicaron lo que teníamos que hacer. Nos escucharon —añade Laura.

Para lo que sigue, ya tienen un plan trazado.

—¿Por qué tomaron la decisión de venirse?

—Porque nos tienen trabajo en Chile. Y donde estábamos no —responden al unísono.

Su destino final es Requinoa, en la región de O’Higgins, centro de la actividad agrícola, frutícola y vitivinícola.

Allá los espera una tía de Samuel. Los niños están contentos y deseosos de llegar pronto.

—Y yo de trabajar —remarca Emiliano, mientras afirma su cabeza con la palma de su mano y el codo apoyado en su pierna derecha, visiblemente agotado.

***

Laura, por su situación particular, fue entrevistada por Carabineros. Tomaron contacto con sus padres, vía telefónica, quienes corroboraron su historia. Ellos sabían del viaje de la adolescente y su nieta.

También confirmaron que en Colombia vivía con su pareja y, ante la posibilidad de un trabajo en Chile para él, la dejaron ir. Viajó con el permiso de sus padres.

—Ante un caso así, la primera medida es tomar contacto con los padres, verificar que sepan dónde están sus hijos. A veces no se hablan, porque han perdido el celular, o les han robado el celular, y pasan semanas en que los padres no saben de sus hijos. Cuando los conectamos por Zoom, se emocionan, lloran, porque no se han hablado en semanas, no sabían dónde estaban sus hijos —relata la magistrada.

—¿Se ha detectado en este tipo de situaciones que el niño en realidad no tenía el vínculo que estaban declarando, que en realidad estaba siendo víctima de tráfico o alguna vulneración grave?

—Ocurrió una vez que una supuesta abuela entró con dos niños. Luego en la entrevista en la audiencia detectamos que nunca fue la abuela. Y una vez que le dijeron: “Oiga, usted no es la abuela”, se fue. Entonces se quedaron dos niños súper chiquititos solos. Y ella se había presentado ante Carabineros como abuela de los niños.

Por esta clase de vulneraciones es que los jueces solicitaron una herramienta clave: una sala para niños en medio de la frontera. Tras un año de espera, fue habilitada por Unicef a mediados de octubre, con un área de descanso y otra para entrevistas y audiencias de los tribunales de familia.

—Esas acciones inmediatas en la frontera logran pesquisar esos casos, en que la persona que dice ser, no es tal.

A ello se suma también un chequeo médico estandarizado que permite a todos los niños tener una evaluación.

A partir de ahora, las entrevistas pueden ser más reservadas e íntimas, para conversar con los niños en confianza y alejados de un potencial agresor. Algo que a la fecha se realizaba simplemente en la oficina de Carabineros.

Laura y su bebé pudieron pasar por ese nuevo espacio y seguir su tránsito hacia Requinoa.

Grupo de menores de edad en la frontera.

***

Una vez en Iquique, aún les quedaba mucho camino por recorrer. Sin dinero en el bolsillo, al grupo no le quedó más que esperar que una ONG les ayudara a costear la reunificación.

Laura e Isaac pudieron entrar sin problemas, porque -técnicamente- los menores de 18 años no infringen la Ley de Extranjería. No están sujetos a reconducción ni a expulsión como los adultos.

Y el procedimiento de protección continúa para ellos. La Oficina de Protección de Derechos (OPD), u otro programa similar, deberá hacer un seguimiento en el destino final, volver a entrevistarlos y evaluar el domicilio donde estén viviendo la adolescente y su bebé.

Mientras tanto, en el grupo los niños se mantienen entusiasmados.

—¿Cuándo fue la última vez que fueron al colegio?

—El año pasado.

—¿Y quieren entrar al colegio aquí en Chile?

—Si, nos van a poner a estudiar.

Aún así, no se proyectan demasiado.

—Tenemos familia en Colombia —remarca Laura, con su bebé en brazos.

No acaban de llegar, pero ya piensan en volver.

Días después, en tanto, la magistrada María Olga Troncoso reflexiona sobre su visita.

—Cada vez que voy, vuelvo igual de impactada.

Admite que falta mucho por avanzar, pero…

—Vuelvo igual de orgullosa también, de las Fuerzas Armadas, del trabajo del Poder Judicial.

Espera que el flujo migratorio siga disminuyendo, aunque afirma que es improbable que el fenómeno vaya a desaparecer.

Y también envía un mensaje a quienes critican el trabajo de apoyo a los migrantes.

—No porque el Poder Judicial realice acciones está validando la inmigración irregular. Nadie quiere una inmigración irregular, porque se pone en riesgo a las propias personas. Es el trabajo que nos toca, garantizar derechos, para eso estamos.

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