Jaime Silva / BBCL

¿De dónde salieron?: el origen de los niños robados y dados en adopción en Chile

27 julio 2022 | 06:00

Entre enero de 2019 y mayo de 2022, la Policía de Investigaciones ha recibido 603 denuncias por el delito de sustracción de menores y adopciones irregulares, hechos registrados desde la década de los 60 al 90. Las víctimas eran madres vulnerables, con baja escolaridad, y que en base al engaño entregaron a sus bebés. Las regiones con más casos son la Metropolitana, Bío Bío y La Araucanía. Pese a esta cifra que maneja la policía civil, según Marisol Rodríguez, vocera de la agrupación Hijos y Madres del Silencio, se estima que “más de 25.000 niños, hoy adultos, salieron del país bajo tuición para ser adoptados en el exterior. Y en Chile hay un sin número de apropiados, desconociéndose la cifra exacta de estos”.

Su guagua se fue para Europa.

Así. Sin mayor preámbulo Eliana Quepan recuerda que se enteró del destino de su segundo hijo. La situación era totalmente confusa. Semanas antes se lo había entregado a una mujer que le ofreció ayuda para trasladarlo a una guardería, en medio de su desesperación. Sin saberlo, había sido víctima de un engaño.

Eliana es de Pitrufquén, región de La Araucanía. En ese entonces, vivía con su madre, seis hermanos y un hijo, Henry, hoy fallecido. Era una familia numerosa, por ende la noticia de su segundo bebé no fue bien recibida por su progenitora. Fue ella misma quien le dijo que no retornara a casa con el niño.

“Yo la comprendía, porque ya tenía otro que era problema para vivir y éramos muchos”, recuerda.

Tenía 23 años cuando nació Carlos. Fue un 2 de mayo de 1975. Tras ser dada de alta, y con la instrucción en mente de su mamá, juntó dinero y se trasladó a la casa de una amiga en Temuco. No pasaron más de tres días hasta que tuvo que dejar el lugar.

“Mi amiga me dijo que no me podía tener más porque al marido no le había parecido bien, (…) entonces tuve que salir de la casa de ella”, dice.

Quedó en la calle, dando vueltas por Temuco sin una hoja de ruta fija. Las horas pasaban y cuando la luz del día se apagaba, se encontraba en un terminal de buses que no recuerda con exactitud. Fue ahí donde se le acercó una mujer que le preguntó qué le pasaba. “Me dijo yo le puedo ayudar porque tengo una… ahora se llaman sala cuna. Me dijo que ella tenía un hogar donde podía mantener a los bebés chiquititos”, detalla.

Eliana explica que la misma persona le dijo: “Usted me lo pasa, yo lo llevo, le doy la dirección, y en dos o tres días más usted lo puede ir a ver”. Estaba en un callejón sin salida: su madre no la quería de vuelta en casa con su segundo hijo, pero por otro lado no tenía cómo mantenerse en Temuco.

Con toda esa desesperación que tenía, un dolor, le entregué a mi bebé”, se lamenta.

No recuerda mayores detalles de aquella mujer, solo que era media “rubia” y “alta”. Luego de cederle al niño, volvió al campo donde su madre. Las malas noticias no tardarían en aparecer. “A los cuatro días llegaron los Carabineros a buscarme que yo había abandonado un bebé en el terminal de buses. Me fueron a buscar y me trajeron detenida de vuelta a Temuco”, dice Eliana. Estuvo tres meses tras las rejas.

Un dato no menor en esta historia es que la dirección que le dieron a Eliana correspondía a la cárcel de mujeres de Temuco. No existía tal guardería, en lo que respecta a dicha ubicación. “Ella sabía lo que estaba haciendo”, afirma. No recuerda si fue a los 15 o 22 días que la llevaron al juzgado para revisar su situación. En la instancia contó todo lo vivido: que ella nunca lo había abandonado y que se lo había entregado a un tercero que le ofreció ayuda. Fue ahí cuando escuchó la frase: “Nunca más vas a volver a ver a tu hijo”.

Privada de libertad firmó “algunos” papeles que le dijeron eran del proceso judicial. “No sabía leer mucho en esos tiempos, entonces firmé como tres papeles y después me volvieron a sacar otra vez como a los dos meses y volví a firmar en un papel”, cuenta. En esta segunda salida preguntó nuevamente por su hijo, y fue ahí donde le dijeron: “Su guagua se fue para Europa”.

Con el paso del tiempo Eliana comprendió la importancia de dichos documentos en los que estampó su rúbrica en el Juzgado de Menores de la zona. “Los primeros papeles que firmé me dijeron que eran de los reglamentos que tenían ellos donde estaba detenida. Después supe que esos papeles era que estaba dando en adopción a mi hijo”, confiesa. Y agrega: “Nadie me dijo qué papeles eran y para qué. Desde ese momento que me dijeron no sé si era yo la que vivía”.

El origen de los niños

Según cifras de la Policía de Investigaciones de Chile (PDI), a las que tuvo acceso la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío, entre el 1 de enero de 2019 y el 27 de mayo de 2022 la policía civil ha recibido 603 denuncias por sustracción de menores y adopciones irregulares. Dichos casos se remontan desde la década del 60 al 90 y los cruza una característica en común: la vulnerabilidad de las madres.

“Las madres afectadas por estos hechos eran vulnerables. Ellas concurrían a los centros hospitalarios para poder tener a sus bebés, y ahí había todo un proceso que se llevaba a cabo para poder sustraer a ese menor y entregarlo en adopción a otras personas, tanto en Chile como en el extranjero”, desclasifica el subprefecto Domingo Zapata, de la Brigada Investigadora de Derechos Humanos.

Muchas de las denuncias nacen, explica Zapata, por dudas que tenían las madres en relación al paradero de sus hijos a propósito de situaciones que se exhibieron durante el último tiempo a través de la prensa. “Digamos que la difusión de estos hechos hace que el resto de las personas que se sienten afectadas denuncien en virtud de las dudas”, dice el funcionario policial.

La novedad de las cifras de la PDI es que se detalla el principio de ejecución del delito, es decir, el lugar desde donde fueron sustraídos los menores. Bajo ese contexto, al mirar los números por región es la Metropolitana la que concentra la mayor cantidad de denuncias con 285. Por comuna, lidera la de Santiago (67), le sigue Providencia (57) y San Miguel (37).

A la capital le siguen las regiones del Bío Bío y La Araucanía, ambas con 52 casos. En el detalle pormenorizado encontramos que en la VIII región las localidades con el mayor número de denuncias por sustracción de menores y adopciones irregulares son Concepción (26), Lota (4) y Los Ángeles (3). En la IX, en tanto, se encumbran Temuco (25), Lautaro (6) y Angol (4).

“Hay muchas cosas que ver, porque operaban diferentes situaciones, no solamente el engaño, a veces probablemente la madre entregaba voluntariamente por problemas familiares donde los padres se oponían al nacimiento, o bien hay una situación de entrega voluntaria en base a estos mismos hechos. Y lo otro es derechamente la sustracción de menor que operaba con el engaño y se les comunicaba que el niño había tenido alguna complicación médica y no había podido resistir el parto”, sostiene el subprefecto Zapata.

Sustracción de menores y adopciones irregulares. Desglose por región y comuna. Fuente: PDI. Créditos: Jaime Silva / BBCL.

Respecto a la sustracción, según las indagatorias de la PDI, todo partía con la captación, es decir, ubicar al menor y a la madre que eran susceptibles de ser engañados. Luego viene la parte donde entra a operar la irregularidad, como por ejemplo la alteración de la documentación para poder entregar al menor en adopción. “Ahora, las hipótesis, podemos señalar que probablemente había un tema económico donde se generaba un lucro en relación a estas situaciones” añade el subprefecto Zapata.

Los destinos de dichos menores eran países de Europa, como en el caso de Eliana, donde su hijo fue enviado a Suecia. Pero además de este último sitio, otros lugares eran Francia, Italia y Estados Unidos. ¿Se encuentran incluidas en las investigaciones instituciones como la Iglesia? Domingo Zapata dice que “hay de todo”. “Como hemos ido avanzando van surgiendo una serie de antecedentes que dan cuenta tanto de lo que usted menciona, Iglesia, hospitales, instituciones públicas, y tribunales que han estado también involucrado en esta materia”, indica.

Otra vez el sur

Madilina Toledo es de la localidad de Hornopirén, ubicada al interior de la comuna de Hualaihué, región de Los Lagos. Fue mamá a los 17 años de Denisse, su primera hija, la cual nació en el Hospital de Puerto Montt. Antes de dar a luz fue llevada al Hogar de la Madre Campesina, un lugar donde llegaban mujeres del campo antes del parto que colindaba con el recinto de salud.

“En aquellos tiempos acá no teníamos buses para salir a Puerto Montt, año 1983, había que salir en lancha. Uno salía el día domingo y volvía el viernes. A nosotros en ese tiempo nos trasladó un barco de la Armada, el cabo Odger, que andaba en ronda médica esa vez. Así que ahí tuve a mi hija en Puerto Montt”, recuerda Madilina.

A diferencia de su primera hija, su segundo hijo lo tuvo en su casa. Fue un 20 de agosto de 1986. Nació con siete meses y medio, prematuro, pesando 1 kilo 600 gramos, según detalla. “Estaba bien, porque incluso lo amamanté”, precisa. Las contracciones comenzaron a eso de las 11 de la mañana y el parto se concretó pasadas las 14 horas.

Uno de los nombres que recuerda Madilina es el de Enzo Almonacid Aliaga. Este era un auxiliar de la posta rural de la zona quien controló su segundo parto. “El día que me vienen las contracciones y tengo mi guagua, él viene, me atiende el parto y llama una avioneta, un avión, para que venga por mi hijo”, dice. Y agrega: “Me trasladan con mi hijo al aeródromo y en ese lapso me dicen que no puedo viajar, que no me llevarían porque habían traído una incubadora para mi hijo”.

Al día siguiente, la ronda médica visitó a Madilina en su casa. En la cita preguntó si la trasladarían a Puerto Montt, con la esperanza de reencontrarse con su bebé, obteniendo como respuesta un “no, no hay para qué”, según rememora. Para su desgracia, las malas noticias no acabarían: a los días contrajo sarampión situación que la tuvo muy delicada de salud.

En ese entonces, su única ilusión era escuchar un mensaje a través de la radio que daban las Damas de Rojo por el programa fiesta chilena. Este era uno de los servicios que brindaba, en ese tiempo, a la comunidad este grupo de mujeres para acercar a pacientes de sectores lejanos con su familia. “Nunca hubo un mensaje para mí, cuando ya no tuve esperanzas me fui a Puerto Montt”, dice.

Al llegar al hospital la derivaron a pediatría. Ahí le dijeron que no existía su hijo, el mismo que le habían arrebatado hace unas semanas. Tras romper en llanto, se le acercó una enfermera que le preguntó qué le pasaba. La misma profesional la regresa nuevamente a pediatría donde se entrevista con un médico. Luego de explicar su caso, el hombre comienza a revisar unos documentos. Madilina recuerda la escena.

“Me empezó a preguntar varias cosas, entonces le conté cuándo había nacido mi hijo, cómo había sido el traslado, todo. Buscó en varios libros y de repente me dice aquí está, hay un ingreso a las 5:20 el día 20 de agosto, n/n, hijo de Madilina Toledo Paillán, y hay un egreso que no entendí si es tres o trece de septiembre. Y ahí el doctor, recuerdo, me dijo: ‘Es todo lo que te puedo ayudar chiquilla’”, dice. Desde ese día el destino de su hijo es un misterio, incertidumbre que la acompaña hasta el día de hoy.

Hijos y madres del silencio

En junio de 2014 Ciper Chile publicó el reportaje “Los niños dados por muertos que el cura Gerardo Joannon entregó para adopción”. Ese mismo mes nació la agrupación Hijos y Madres del Silencio (HMS), la cual tiene como fin ayudar en el reencuentro de familiares separados por las adopciones ilegales y la sustracción de menores ocurridos en el país desde la década de los 50 a los años 2000.

HMS lo conforman hijos, madres, hermanos, hermanas, tías, tíos y abuelas que buscan a sus seres queridos arrebatados. En redes la organización cuenta con más de 32 mil seguidores y 17 mil miembros. De esta última cifra, se cree que 12 mil miembros son personas que buscan, algunas de ellas de forma privada. Pero hay muchas que siguen a la espera.

En conversación con la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío, Marisol Rodríguez, vocera de la organización, dice que “se estima que más de 25.000 niños, hoy adultos, salieron del país bajo tuición para ser adoptados en el exterior. Y en Chile hay un sin número de apropiados, desconociéndose la cifra exacta de estos”. Y agrega: “En Chile operaban redes de tráfico de menores”.

Rodríguez detalla que “habían distintos modus operandi para captar a madres principalmente pobres y solteras. Sustraían a los recién nacidos desde el hospital, guarderías, hogares, en traslados médicos o los que ingresaban por algún problema médico. Por ejemplo, madres analfabetas firmaban documentos en blanco que les hacían creer que eran alta médica”.

La materialización de dichos ilícitos se realizó, según la vocera de HMS, ya que “hubo funcionarios en tribunales, hospitales, clínicas, asistentes sociales, curas, monjas, abogados y hogares que gestionaron estas ‘adopciones’ a nivel nacional e internacional. La inexistencia de una adecuada regulación y fiscalización, así como el aprovechamiento de la pobreza y analfabetismo de las víctimas dio paso a que las agencias de adopciones internacionales operen en Chile, las que cobraban a los padres adoptivos altas sumas por gastos administrativos”.

HMS ha liderado importantes iniciativas en esta materia. Una de ellas se dio en 2019, cuando en el Congreso Nacional se creó la “Comisión Especial Investigadora de los actos de organismos del Estado, en relación con eventuales irregularidades en procesos de adopción e inscripción de menores, y control de su salida del país”. Dentro de las consideraciones y conclusiones aprobadas por la comisión se consignó que “es un hecho que en Chile centenares de niños fueron arrebatados a sus padres para ser dados en adopción, especialmente en el extranjero, verdad incontrastable que fue reforzada por los testimonios de todas las personas que fueron invitadas a participar en la instancia”.

El diputado Boris Barrera (PC), quien impulsó y presidió esta comisión, en conversación con la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío, comenta que las cifras son mucho más dramáticas de lo que parecen. Esto porque en junio pasado participó de un congreso realizado por chilenos adoptados de forma irregular en Suecia, y en la instancia también participó un funcionario de la PDI. Fue ahí donde este último dijo que los casos iban cerca de los mil.

Sobre el proceso llevado en el Congreso, Barrera destaca dos grandes conclusiones: la creación de una comisión de Verdad y Reparación y de un banco de huellas genéticas. Sobre este último dice que se alcanzó a poner en práctica antes de la pandemia y que tras la llegada del covid-19 quedó en “stand by”, por ende “queremos de que ese banco de huellas genéticas se lleve adelante, creemos de que ahí el Estado puede jugar un papel”.

Jaime Naranjo (PS), quien también integró la comisión, destacó que la instancia buscó, de alguna manera, hacer una “reparación moral a todos esos niños que fueron adoptados irregularmente y hacer un acto de justicia con esas madres, por lo tanto lo relevante es que se tienen que seguir todas las investigaciones que sean necesarias para avanzar en el esclarecimiento de estos hechos y poder sancionar a los responsables que hubo de esta operación, porque estas no fueron operaciones aisladas, fueron hechas dentro de una organización ilegal”.

La vida de Eliana y Madilina estarán marcadas de por vida por la pérdida de un hijo. Pese a esto, tras 44 años Eliana se reencontró con Carlos. “Él me buscó porque yo no sabía dónde buscarlo, dónde empezar a buscarlo, con quién hablar”, recuerda Eliana. La última vez que lo vio tenía cinco días de vida. Fue en enero de 2019 cuando llegaron dos personas buscándola. Le querían comunicar que su hijo la buscaba. Le mostraron fotos de él cuando niño y de inmediato supo que era él.

Al mes siguiente llegó Carlos a su casa. En esa misma visita Eliana conoció a Hijas y Madres del Silencio, quienes fueron a visitar a su hijo. Desde aquella fecha es parte de la agrupación. Mirando al pasado se cuestiona haber confiado. La pena aún no la abandona. Si bien el destino los juntó, siempre existirá el recuerdo. Pero también Eliana sabe que “hay muchos casos que todavía no saben si su hijo está vivo o no”. Madilina es una de ellas.