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Arzobispo Fernando Chomalí: "Hay menos fieles porque los índices de natalidad no pueden ser más bajos"

Sábado 17 febrero de 2024 | 06:01

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Arzobispado de Concepción

"Esta cultura del más vivo nos ha hecho mucho daño", afirma el arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí. Pero no sólo apunta a la situación país, sino también revisa los actos de la propia institución que dirige, en particular frente a la apertura a las bendiciones para parejas homosexuales: "La iglesia no es el club de los buenos ni nada que se le parezca", subraya.

Fernando Natalio Chomali Garib (66), ingeniero civil, licenciado en teología, máster en bioética y doctor en Sagrada Teología, devela un veta desconocida a dos meses de haber tomado posesión de la Arquidiócesis de Santiago. Volvió recientemente de una gira por Europa presentando un documental de su autoría.

Sí, un documental. Y no se centra necesariamente en temas eclesiales. Por el contrario, recoge testimonios de familiares de detenidos desaparecidos en la dictadura. Le gusta el arte y previamente ya había incursionado con obras de teatro e incluso exposiciones fotográficas.

Tras su paso por el viejo continente, se tomó espacio para reflexionar sobre la sociedad chilena y sus grietas: la corrupción, la crisis de seguridad y la propia iglesia. Hoy comparte sus conclusiones en conversación con BioBioChile.

“Ser arzobispo no me quita la dimensión estética que tiene la vida”

—Recientemente visitó Madrid y Roma para presentar un documental de su autoría ¿Cómo surgió esa faceta de documentalista? ¿Es primera vez que desarrolla uno?

He escrito dos obras de teatro y tiene la ventaja la obra de teatro que es en vivo, pero tiene la dificultad que mover una obra de teatro es muy complejo. Pensé en la posibilidad de un documental y encontré un equipo de profesionales de la Universidad Católica de la Santísima Concepción excelente, pero lo más relevante era el tema, es un tema que en lo personal me toca muy profundamente, porque yo conozco hace mucho tiempo a familiares de detenidos desaparecidos que andan buscando a sus familiares, y las conozco muy bien porque yo les facilité un espacio en el Arzobispado de Concepción. Y ahí empecé a conocer su vida, empecé a conocer sus dramas, sus historias, y como todos nos estábamos poniendo viejos, porque yo llegué a Concepción con 54 años y me fui con 66, dije: “Hagamos algo con estas mujeres extraordinarias” y se me ocurrió hacer un documental, que ha tenido una excelente crítica. Ha ido a muchos colegios, donde los jóvenes han quedado muy impactados con lo que pasó en Chile.

Y con las redes sociales, hoy día todo se sabe y me contactaron de varias partes. De Australia, Ecuador, Roma, Madrid, y hemos ido llevando el documental. Y la gracia de Roma es que fue organizado por la Embajada de Chile ante la Santa Sede, lo cual para mí fue muy importante porque es un reconocimiento de alguna manera del Estado de Chile, del gobierno de Chile, de ese trabajo maravilloso que hicimos con estas mujeres y que estamos acompañando.

—¿Qué recepción tuvo el documental en su paso por Europa?

Los chilenos que fueron sabían de esto, pero nunca habían escuchado de primera mano el testimonio de estas mujeres. Y lo que pasa con este documental, y en Concepción pasó lo mismo, que las personas cuando terminan de verlo no aplauden. Es decir, es un documental que lleva a la reflexión y al silencio. Y eso mucha gente me lo comentó, son 40 minutos en que hay un silencio total en la sala, porque los testimonios son muy fuertes. De personas que estaban en sus casas, que le fueron a buscar a sus maridos, a sus hijos, nunca más supieron de ellos. Una experiencia muy traumática para el país. Y me parecía razonable, sin ningún ánimo de odiosidad, dejar un testimonio de ese tipo.

—El golpe de Estado es un tema que siempre divide en Chile ¿Alguien le reprochó su interés en visibilizar esta temática en particular?

Hubo dos personas muy cercanas a mí que me dijeron que también sería bueno mostrar la otra cara de la medalla. Y yo les dije: “Mira, aquí no hay otra cara. Aquí hubo detenidos desaparecidos, hubo tortura, hubo juicios sumarios y eso no se acepta en ninguna parte del mundo”. Nada, ni el peor gobierno que puede haber en una sociedad puede justificar el nivel de violencia y de arbitrariedad que se vivió en ese tiempo. Mi sensibilidad tiene más que ver con estas personas que tuvieron una vida muy dura, 50 años buscando estas personas y todavía no las encuentran.

—¿Qué otros proyectos audiovisuales tiene en mente para el futuro?

Yo siempre tengo en mente hartas cosas. En este minuto estoy muy concentrado en conocer la arquidiócesis de Santiago, en reconocerla, porque volví después de 12 años. Estoy muy concentrado en la gran cantidad de personas que quieren encontrarse conmigo, parroquias, comunidades, pero ciertamente algo haremos, porque el arte es una manera de acercarse a la realidad extraordinaria. Yo he incursionado en obras de teatro, en exposiciones de fotografía. Para mí me resulta muy hermoso, a través de la gráfica con temas que no siempre son fáciles de explicar con el papel y el lápiz, ni siquiera con la palabra. El arte es un recurso maravilloso para calar en el fondo de las personas y la gente lo valora mucho.

—Alguien podría decir ¿Pero cómo el arzobispo hace estas cosas, no?

Ser arzobispo no me quita la dimensión estética que tiene la vida, incluso la estética es un modo de acercarse a Dios. Así que seguiré haciéndolo.

“Esta cultura del más vivo nos ha hecho mucho daño”

—En su último viaje, antes de volver, también se dio espacio para un momento de reflexión ¿A qué conclusiones llegó durante ese periodo?

Chile y el mundo ha cambiado mucho. Es otro mundo en que estamos viviendo y, por lo tanto, yo tengo que pensar cómo llevar el evangelio, que es el mismo ayer hoy y siempre, a esta nueva generación que tiene una dimensión distinta del espacio, del tiempo y cómo usar mejor las redes sociales, tecnologías, la inteligencia artificial para poder realizar el trabajo que me corresponde, que es justamente mostrar a Jesucristo y mostrar el mensaje de salvación. También pensé mucho por qué la sociedad, especialmente occidente, dejó muy de lado todo lo que tiene que ver con estudios filosóficos, teológicos. Eso ha sido una pérdida para Chile. Y también pensé mucho respecto de los resultados de las PAES, en el sentido que durante dos semanas aparecían los rankings de los 100 mejores colegios de Chile, con los 100 mejores puntajes y la mayoría -casi todos- eran particulares. Creo que habría que hacer una reflexión más seria respecto de los 100 colegios que tuvieron puntajes bajos, que nadie entró a la universidad, a la educación superior, ¿Qué pasó con ellos? ¿Dónde están?.

Así como invitaron a tomar desayuno a los más destacados, habría sido interesante invitar también a los 100 alumnos que tuvieron los puntajes más bajos para preguntarles quiénes son, qué necesitan, qué pasó con ellos. Yo pensé mucho en eso. Chile tiene una cosa exitista, muy compleja, que va dejando mucha gente en el camino y nadie pensó en aquellos alumnos que no estuvieron en esos colegios, que sacaron buenos puntajes, ingresaron a la universidad, trabajando. Estas cosas me dan mucha vuelta a la cabeza, porque siento que nos estamos distanciando cada vez más en por puntaje, por clases sociales, por barrio, por de todo y creo que eso no contribuye a la fraternidad. Al contrario, creo que eso nos divide más. Uno de los trabajos fundamentales que tiene la iglesia es ser vínculo de comunión. Es decir, que nos reconozcamos todos como hermanos, porque tenemos un mismo padre.

—¿Y cómo podemos avanzar en eso como sociedad chilena, para llegar a una mejor cohesión social?

Yo pienso que reconocer que somos hermanos. Y cuando un hermano está con problemas, uno lo ayuda. Creo que un verdadero sentido de la solidaridad, pero no como un sentimiento que así como llega se va, sino que la solidaridad como un desafío permanente para ir superando las grandes brechas que nos separan. A mí me parece que es una urgencia primaria en Chile y pienso que nos hemos ido olvidando mucho de eso.

—En particular, sobre Chile, recientemente usted mencionaba en un artículo el desfile por los tribunales de personas con responsabilidades públicas ¿Es la corrupción un problema cultural en nuestro país?

Yo creo que sí y tiene que ver con esta cultura de saltarse la fila, de la cultura del más vivo. Creo que eso se va enquistando. La cultura de la copia, en el colegio, en la universidad. Se va generando una experiencia de ese tipo, pero hay otro elemento que es fundamental: la no distinción entre lo que son los fines y los medios. El dinero es muy importante y ojalá que todo el mundo lo tenga para vivir, pero es un medio. El fin de la vida es la felicidad. El fin de la vida es realizarse como persona, sacando los carismas que uno tiene. El fin de la vida es compartir esos carismas con los demás, pero no es el dinero. El dinero es la consecuencia del trabajo bien hecho y del esfuerzo. Pero mucha gente quiere saltarse eso y normalmente son personas que ya tienen dinero. Entonces ahí uno ve un problema serio, que hay que enfrentarlo como sociedad. Creo que los padres tienen una gran responsabilidad, la familia.

Hoy día los jóvenes la verdad están bastante solos. Y también el sistema formal e informal de la educación, en el sentido en que los colegios hoy día giran en torno a la competencia, quién saca la mejor nota, quién es primero del curso. Y muchas veces algunos para ser el primero del curso hacen cosas que no deberían hacer. Es decir, esta cultura del más vivo nos ha hecho mucho daño y eso se empieza a cuajar desde muy jóvenes. Y lo otro también que nos hace falta son testimonios creíbles y también nos faltan santos, mártires, personas que vivan sus ideales a concho y creo que eso nos falta mucho también.

“Una sociedad sin seguridad cae en el peligro que la gente se empiece a armar por sus medios”

—En un tema que está relativamente relacionado, también estamos viviendo una crisis de seguridad. Hace unas semanas incluso supimos de un violento asalto a dos monjas de la Congregación Hijas de San José, en un convento ubicado en el barrio Yungay. Una de ellas fue critica de la situación y acusó que hay una seguridad para el Presidente, que vive a unas cuadras, y otra para los demás vecinos ¿Comparte esa opinión?

Yo he estado muy cerca de ella. Le hemos ofrecido toda la ayuda. Es un hecho de la causa que en general la ciudadanía se siente muy desprotegida. Y hay muchas zonas donde las personas prácticamente están en la cárcel y no salen por la noche. Uno entiende perfectamente bien que el Presidente de la República, por la posición que tiene, tiene una seguridad extra. Eso se entiende. Pero la seguridad es uno de los principios básicos del Estado de Derecho, porque le permite a la gente vivir tranquila. Y creo que una sociedad que no cumple con ese requisito cae en el peligro que la gente se empiece a armar por sus propios medios. Y eso sería terrible en Chile, que la persona para defenderse, para defender a su familia se empiecen a armar y creo que ahí hay un problema muy serio. El Estado tiene el deber y el derecho de custodiar a la ciudadanía y buscar todos los elementos que le permite la ley para lograr eso y evidentemente que en eso falta mucho por avanzar. Y evidentemente que la hermana Rosa vivió una situación muy traumática, que yo no se la deseo a nadie, de personas que además son tremendamente jóvenes, muy temerarios, muy violentos.

—A nivel internacional, en tanto, otra situación de violencia que preocupa es la guerra entre Israel y Hamás. Dada su ascendencia Palestina, imagino que es un tema de particular relevancia para usted ¿Cuál es su llamado al respecto?

La violencia se condena venga de donde venga. Y por eso que es muy repudiable lo que hizo Hamás. Y también muy repudiable y lamentable lo que está aconteciendo en Gaza. Cuando se trata de la muerte de un ser querido, no tiene religión, no tiene nacionalidad, no tiene tinte político. Ese dolor se respeta siempre y se trabaja arduamente para que nunca más acontezca algo similar. Por otro lado, la Iglesia Católica hace muchos años que está insistiendo en que haya un estado palestino soberano, libre, que pueda vivir en paz para desarrollarse. Y también quedan claras dos cosas: uno, que los organismos internacionales no tienen ninguna capacidad de controlar esa situación, lo mismo pasa en Ucrania; y por otro lado, que hay personas lamentablemente que lucran con la producción de armas y eso sin lugar a dudas que deja muy en ascuas a la humanidad, porque es gente que vive, que se enriquece a costa del sufrimiento de los demás. Yo espero que esto termine lo antes posible, el Papa ha hecho muchos llamados al alto a la guerra. No ha sido escuchado.

—En asuntos más relacionados al quehacer de la Iglesia, usted asumió recientemente como Arzobispo de Santiago ¿Cómo ha sido la instalación hasta ahora?

La instalación ha sido maravillosa porque yo llegué con un muy buen ánimo, porque la despedida en Concepción fue maravillosa. A mí realmente me da una alegría inmensa poder ver el cariño de las personas a la iglesia en Concepción, por la inmensa obra social que nosotros desarrollamos. Debo reconocer que me impresionó positivamente la cantidad de personas tan distintas, del mundo sindical, el mundo empresarial, las autoridades, eso para mí fue muy lindo. Y la llegada aquí también fue muy hermosa y la gente dice que tiene mucha esperanza. Soy un sacerdote de la arquidiócesis de Santiago, estudié en el seminario, me formé acá, y lo que pretendo es encausar todo a que nosotros nos dediquemos a lo nuestro, que es anunciar el evangelio, preocuparnos de los pobres, a eso nos tenemos que dedicar y contribuir al bien común de la mejor forma posible con la enseñanza del evangelio, con la doctrina social de la iglesia y constituirnos en voz de los que no tienen voz. Es tan simple y tan hermoso como eso.

—¿Es muy diferente a Concepción?

Lo que yo hago es lo mismo siempre. Celebrar misa, confirmar, acompañar, escuchar, escribir. Hago lo mismo aquí, allá, y donde esté, porque esa es la tarea. Obviamente tengo que ir concentrándome en las cosas más esenciales y hay muchas cosas que he dicho que sencillamente no puedo, además porque yo soy presidente de la Conferencia Episcopal en este momento, lo cual también implica mucho trabajo, y además soy gran canciller de la Universidad Católica de Chile. Ahí también tengo altas responsabilidades, pero todo se lo entrego al señor y trato de poner lo mejor de mí.

—Al poco de asumir, usted interpeló a la delegada presidencial Constanza Martínez por un tuit de 2018 en que llamaba a quemar la iglesia. Ella explicó que estaba aludiendo a una canción ¿Le parece convincente su respuesta?

Lo que me pareció convincente es que ella dijo: “Quienes conocen mi trayectoria saben que yo no soy una persona que animo a la violencia”. Creo que eso fue un punto muy importante. Pero yo pienso, sobre todo que en Concepción hemos sufrido el trauma de que nos han quemado iglesias, me parece que esas cosas no se dicen ni en broma. Pero yo quedé conforme con lo que ella dijo y la canción bueno, quizás la pillaron desprevenída cuando le hicieron la pregunta. Pero yo no quise hacer una polémica con ella, lo que sí quise dejar en claro es que hay cosas que son tremendamente serias, que no se dicen ni en broma. El deseo de quemar una iglesia es una cosa impresentable bajo todo punto de vista y mucha gente de todos los sectores políticos agradeció que yo le haya hecho ver eso.

“Hay menos fieles porque los índices de natalidad ya no pueden ser más bajos”.

—En su paso como Arzobispo de Concepción, quedó en la memoria un episodio durante la pandemia en que subió a un helicóptero para lanzar agua bendita y “exorcizar” a la ciudad del Covid. En retrospectiva ¿Le parece que fue una acción apropiada, que dio resultado?

Pienso que era mejor no haberlo hecho, tal vez, o haberle dado una publicidad. Pero, por otro lado, mucha gente me pedía, me llamaba por teléfono, por WhatsApp, me pedían bendición. Y evidentemente creo que Dios bendice. Y pienso que esa palabra tiene mala fama. Tal vez fue un error, pero ya es pasado y hay que mirar para adelante.

—¿Es algo que acerca o aleja a la iglesia de la comunidad?

De todo. Además no es la primera vez que se hace, porque el obispo de Los Ángeles hizo algo similar. Yo pienso que mucha gente reconoce la preocupación que tuvo uno, pero hay que decir también que junto a ese episodio tuvimos durante la pandemia 60 comedores funcionando, donde mucha gente almorzó una vez al día. Activamos una actividad social increíble, en conjunto con la autoridad, donde fuimos casa por casa a las personas que estaban postradas. Nosotros no hacemos publicidad de eso, pero nosotros somos humanos y no medimos realmente el efecto que puede tener algo. Y en eso hay que cuidarse más, pero yo no voy a dejar de bendecir y buscar nuevos métodos para poder llegar a las personas.

—A nivel internacional, otra acción que causó debate fue la decisión del Papa Francisco de autorizar la bendición de parejas homosexuales ¿Cuál es su postura?

El texto hay que leerlo bien y el mismo Papa pidió que se leyera bien. La doctrina de la Iglesia en materia de matrimonio, entre un hombre y una mujer, para ayudarse, santificarse mutuamente y procrear sigue exactamente igual. Lo que el Papa dice, sencillamente, es lo siguiente: en lugares públicos, como un santuario, como Yumbel por ejemplo, llegan dos personas a pedir una bendición en medio de la gente, esa bendición se da porque se le pide el bien a las personas y que el camino que sigan puedan ir haciendo un descendimiento. Es decir, el Papa dice: “Estas personas existen, son seres humanos. Nosotros no compartimos su estilo de vida, pero no por eso vamos a negarles que como personas puedan ir creciendo. La bendición es algo que se le da a todas las personas. Lamentablemente fue muy mal interpretado. Un grupo decía que eso debilitaba mucho el matrimonio. No lo debilita para nada. Esas mismas personas se dan cuenta que su situación no es la más deseable para las que creen en Dios. Y otra gente pensó que era un paso lento todavía respecto de estas personas.

Yo me limito a lo que nos pide el Papa, que en lugares públicos abiertos se les da la bendición a quien lo pida. Y el documento no dice más que eso. Y no se puede interpretar ni como un matrimonio ni nada que se le parezca.

—Algunos detractores plantean que es una medida desesperada de la iglesia para acercar fieles…

Absolutamente no. Yo pienso que los fieles se acercan a la iglesia cuando conocen a Jesucristo, cuando conocen su evangelio. Eso no es cierto. Lo que pasa que hay menos fieles porque los índices de natalidad en Chile ya no pueden ser más bajos. Muchos fieles hoy día provienen de los migrantes, que están muy cerca de las parroquias. Pero una medida desesperada para traer fieles de ninguna manera. La razón de que hay menos católicos es multifactorial. También para muchas personas Dios dejó de ser relevante en sus vidas, y otros se desencantaron por los abusos al interior de ella.

—En Perú, por ejemplo, hay un grupo importante de sacerdotes que se niegan a hacerlo ¿Ha habido una reacción similar en nuestro país o la postura mayoritaria es respetar lo señalado por el Vaticano?

Absolutamente no. Aquí nadie ha hablado al respecto. Todos estamos haciendo un camino en la vida, nadie tiene una vida perfecta. La iglesia no es el club de los buenos ni nada que se le parezca, es de los que necesitamos a Dios, creemos en él, sabemos que su poder nos va a transformar y tenemos que ir caminando con mucha humildad en la vida. Como dice el mismo Señor, el espíritu está pronto, pero la carne es débil y ayudarnos mutuamente a tener una vida mejor.

Chomali y la sanadora de Rosario: “En buen chileno, la necesidad tiene cara de hereje”

—El mes pasado visitó Chile Leda Bergonzi, denominada la “sanadora de Rosario” que, entre otras cosas, dice que el cáncer “es resultado de una vida llena de odio” ¿Genera incomodidad este tipo de figuras al interior de la iglesia?

Cuando yo recién llegué ya estaba invitada. Estaban los hechos consumados. Yo no comparto lo que dijo ella en ese sentido. Es decir, los temas son mucho más complejos, los cáncer son multifactoriales y evidentemente que ese tipo de comentario yo no lo comparto. Pero sí tengo que hacer una reflexión sobre por qué tanta gente fue a verla. Hay dos razones: una, hay un espíritu religioso en Chile sin lugar a dudas y, por otro lado, no nos olvidemos que en Chile 40 mil personas murieron en una lista de espera. Es decir, en Chile hay mucha gente desesperada por servicios médicos. Y, como se dice en buen chileno, la necesidad tiene cara de hereje.

En ese sentido, a las personas yo no las voy a juzgar. Ven una esperanza y también hay que atender eso, porque yo estoy seguro que si los servicios de salud acogieran a todas esas personas, no hubiese las lista de espera que hay, no hubiesen muerto 40 mil personas en una lista de espera, tal vez no hubiese llegado tanta gente a verla. No es el tipo de experiencia religiosa con la cual yo me siento cómodo, pero yo no tengo ningún derecho a negarle esa experiencia a otra persona que sí cree y sobre todo si está en un estado de necesidad. En eso hay que ser bien responsable, pero también bien comprensivo.

—Por eso es que figuras como ella también tienen gran aceptación en América Latina entonces…

La desesperación a uno lo lleva a hacer cosas que en otras circunstancias no haría. Pero yo rescato el espíritu religioso, ella no hizo daño a nadie. Ese comentario del cáncer a mí no me parece, pero tampoco uno puede sacar textos fuera de contexto para promocionar una posición u otra. Es decir, los seres humanos somos muy complejos, tenemos que ver todo en su mérito y a veces las respuestas no son tan fáciles.

—Para terminar, en el contexto de un mundo multicultural y múltiples religiones, me gustaría pedirle una reflexión ¿Por qué creer en el Dios cristiano y no en otro?

Jesucristo es el hijo de Dios. Es la respuesta más contundente a todas las inquietudes que tiene el ser humano en su corazón. Dio testimonio de una vida que todos nos desearíamos y nos invita a lo que todos nosotros anhelamos. A servir al prójimo, a tener profundas experiencias de solidaridad y, por lo tanto es, tremendamente convincente. Yo provengo de una familia católica, lo conocí a Jesucristo, me fascina también el servicio que presta la iglesia en los sectores más pobres, el consuelo que da. Creo, como dice Teresa de Ávila, sólo Dios basta. Este Dios de Jesucristo.

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