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Alberto Mayol: "El modelo económico ya cambió. Lo que pasa es que cambió a nada"

Sábado 06 mayo de 2023 | 06:14

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Agencia UNO

Alberto Mayol, en la previa de un nuevo proceso eleccionario, repasa el fallido "sueño absoluto" de la Convención, el actual estado de desesperanza y asegura que las frustraciones vigentes no necesariamente se traducirán en un nuevo estallido social: "El modelo ya cambió. Lo que pasa es que cambió a nada. No cambió a otro modelo. Cambió a una cosa gelatinosa", asegura.

El sociólogo, analista político, académico y ex precandidato presidencial, Alberto Mayol, intenta explicar el vacío que se percibe en la sociedad chilena tras el estallido social y el triunfo del Rechazo.

Desde España, donde se encuentra junto a su familia, ha aprovechado de lanzar una nueva edición de su libro “Las 50 leyes del poder en El Padrino” y, hasta ahora, no tiene fecha estimada de retorno.

En medio de esa rutina se hace un espacio para conversar con BioBioChile y desmenuzar el presente desde su particular mirada, la que profundiza también en su último libro, “El abismo existencial de Occidente”.

A su parecer, el daño de la Convención fue histórico, dejó un proceso inconcluso y a la sociedad en un proceso de desesperanza, pero que no necesariamente nos va a conducir a un nuevo estallido social.

“El daño histórico de la Convención Constitucional es muy grande”

—Hoy estamos en un escenario diametralmente distinto al de hace un año. A grandes rasgos ¿Cómo se puede explicar que de las amplias mayorías del Apruebo ahora estamos en un escenario donde se espera que la derecha arrase?

La política la hace la gente normal, no la gente más interesada en la política. Entonces siempre se tiende a olvidar que razonablemente las personas le entregan el poder, en primer lugar, a gente que quiere tener poder y, en segundo lugar, a personas que demuestran ser capaces de comprender lo que se le está tratando de decir por parte de la ciudadanía. Y luego vienen un montón de pequeños detalles y situaciones que van complejizando mucho más esto. Por lo general esto es simple. Cuanto un orden social deviene y es visto como injusto, normalmente aparece la posibilidad de darle poder a quienes desean cambiarlo. Cuando a esas personas se les entrega el poder y no son capaces de llevar a cabo adecuadamente esos procesos de transformación, sin generar elementos disruptivos, sencillamente es muy normal. Pasa muchísimo. Sencillamente se les quita el poder. Y dado que se le había quitado a otro conjunto de grupos antes, por decirlo en simple, en el caso chileno se le había quitado el poder a la dupla tradicional de la política chilena, que es la centroderecha con la centroizquierda. Entonces se prueba con el grupo transformador y se entrega a aquellos sectores que estaban a la izquierda de la centroizquierda y a ese grupo a través del proceso de la Convención Constitucional, fundamentalmente, y también con los primeros meses de gobierno de Gabriel Boric, desperdicia gravemente la oportunidad y, por tanto, no hay otra reacción natural. No queda otro espacio por ocupar. Es ir a la derecha de la centroderecha. Y por tanto, en términos lógicos, es bastante lógico.

—Es un proceso cíclico entonces.

O sea, es un proceso que sencillamente en la historia se va a ver muchas veces. Y eso no significa que esté bien. Significa que simplemente ocurre. Significa que después de grandes crisis, por ejemplo la crisis económica del 29, viene un período de agudización de la cultura más a la izquierda. De mayor prestigio y crecimiento de los partidos de izquierda. Y luego de ese proceso, en la medida en que esas posturas no son capaces de otorgar respuestas, comienzan a aparecer los grupos de ultraderecha. Hasta que pierden su legitimidad y esa legitimidad se pierde en ese caso por grandes atrocidades. Entonces se abre un nuevo escenario. Hay que partir de cero de una manera. Entonces no tiene nada de raro. Lo que pasa es que obviamente es tan rápido el proceso, es tan notorio el cambio. Y naturalmente es obvio que un cambio de clima a esa velocidad nos genere una turbación. Estamos viendo un cambio en tan pocos meses y decimos “¿qué cambió a los chilenos?”. Bueno, cambió lo que cambiaría en cualquier sociedad. Cambió sencillamente que si tú le diste la pelota a alguien para que se haga cargo, y no supo hacerse cargo, se va a mover a otro grupo que no ha tenido la oportunidad de demostrar.

—¿Cómo se puede enfrentar el derrotismo que hay en la izquierda? Hasta los propios líderes políticos de ese sector asumen que van a perder el domingo

El daño histórico de la Convención Constitucional es muy grande (hace una pausa). La oportunidad que se tuvo era lo más parecido a un sueño en su versión más absoluta para los sectores de izquierda en la historia de Chile, con la oportunidad de construir una Constitución desde un órgano constituyente asambleario en el cual tuviera un poderío muy grande la izquierda. La probabilidad de que eso ocurriese es una excentricidad. Y en ese momento histórico, esa oportunidad histórica, en ese instante, tú podrías amarrar por siempre los límites de lo posible. Para eso se requería inteligencia, prudencia y obviamente osadía. La osadía, sin la prudencia, pasa a ser una conducta temeraria. Y lo que se hizo fue completamente absurdo.

Las transformaciones en la sociedad, incluyendo las refundaciones, son siempre mucho más discretas, más tibias de lo que parece. Básicamente es lograr que valores antiguos adquieran nueva forma. No suspensión. No destrucción. A que la nueva forma se enfatice en algunos rasgos que no estaban enfatizados antes. Y eso configura un nuevo orden. Y la falta de diagnóstico, una arrogancia compulsiva, la ausencia de proyecto, proyecto de verdad… porque proyecto no había. Había una lista de supermercado de cosas que parecían que era lo más simbólico de ser lo más de izquierda que había que ser.

Resumen: fue una conducta superficial, banal, que terminó destruyendo una gran oportunidad y dejando en claro, que en el preciso instante que la ciudadanía te pasó a ti el poder, que te pasó la pelota, para que tú la administraras, sencillamente tomaste aquello y corriste en la dirección que se te ocurrió, no pensaste en nada y jurabas que por el poder conferido por alguna entidad superior celeste ibas a ser capaz de, dijera lo que dijera el texto, hicieras lo que hicieras, escucharas a quien escucharas, ojalá no escucharas a nadie, porque eso es lo que hicieron, no escucharon a nadie. (Pensaron) sencillamente que en esas condiciones iban a aceptarlo. Que los chilenos iban a votar a favor, los que habían dicho 80% Apruebo y ya está. Jamás vislumbraron que iban a bajar un 55%, jamás vislumbraron, aunque tuvieran las encuestas en la mano. Tal fue ese nivel de arrogancia que no vieron que lo que iba a ocurrir era completamente lo contrario. Fue insólito. Y bueno, por supuesto que eso hace bastante lógico que estemos frente a una gran derrota de la izquierda. No hay nada más grave que haber tenido la oportunidad de reconfigurar tu proyecto, luego de luchar tanto para poder tener esa oportunidad, y cuando llega te des cuenta, y no quieras reconocerlo, que en realidad no tenías un proyecto construido y que no tenías una pauta de trabajo y no tenías la capacidad política de sostener tus ideas de una manera tal de mantener la legitimidad y el poder que ya te habían dado.

“El modelo económico, tal como lo conocimos, hace rato no existe”

—Usted plantea que es fundamental que un programa de gobierno tenga detrás un sustento filosófico/ideológico ¿Lo tiene esta administración?

No, no. Un proyecto político es la suma de muchos factores. Es un proyecto de coalición, es un proyecto técnico, un proyecto tiene un alcance también de cómo se traducen un conjunto de ideas y principios, cómo se traducen en política pública y por tanto tienen detrás alguna base filosófica general y algunas bases filosóficas particulares. Todo proyecto entonces tiene una dimensión muy macro, hasta cosas mucho más micro y todo eso tiene una línea que -sin ser mecánica- tiene una coherencia. Yo sé lo que estamos observando, lo que estamos observando es que no existe esa línea. Los gobiernos obviamente se adaptan pragmáticamente a los escenarios. Pero eso en el marco de un diagnóstico de que la satisfacción del principio no es viable bajo determinadas condiciones. Por ejemplo, yo puedo creer que el litio se debe nacionalizar, desde el punto de vista operacional, no desde el punto de vista de a quién pertenece. Puedo pensar eso. Pero luego de analizar me doy cuenta que queda una cantidad de años para que el litio sea muy relevante y después ya no va a ser tan relevante y puedo entonces tomar otras medidas. Es decir, ya no tiene sentido porque está esta concepción, que estoy usando en general, abstracta, que choca con la realidad, entonces tu administras esa relación. Esa es una cosa, pero otra cosa muy distinta es cuando no se entiende tu filosofía respecto a tus convicciones.

Una de las ideas matrices que hace surgir al Frente Amplio es la idea de expandir el gasto fiscal. Porque tenía que ver con el desarrollo de las políticas públicas, con los derechos sociales. Chile, que tiene un tamaño del Estado, en términos de porcentaje del PIB, que está en la medianía de la tabla. Es un país con un Estado pequeño. Esa convicción se entregó de inmediato. Hay elementos de coherencia que no se entendieron, no se han entendido nunca. Se tomó la decisión al principio de que no ibas a actuar prácticamente hasta que se aprobara el proceso constituyente que estaba en curso. O sea que el gobierno partía el 4 de septiembre. Pero al mismo tiempo que piensas eso, el primer día, antes de leer un informe, antes de hablar con la autoridad anterior, antes de cualquier cosa, fuiste a Temucuicui. El primer día de trabajo, sin haber pisado tu oficina. Sin tener ninguna información. Tener un informe de inteligencia. Bueno, malo, nada.

—Sin un diagnóstico.

Sin un diagnóstico. Era una mala estrategia. Pero bueno, esa era tu idea. Entonces cómo conversan esas cosas. Y luego tomas la decisión de que los ministros más importantes de tu gobierno son ministros que no pertenecen a la coalición de gobierno. E incluso cuando la coalición de gobierno se modifica, siguen sin pertenecer a la coalición de gobierno y más bien pertenecen a órbitas que son incómodas, que son desechadas por el gobierno la mayor parte de las veces. Como la órbita el PPD, como la órbita de aquellos economistas que son más bien mainstream, son más bien convencionales en su mirada de la economía. Cuesta entender cuál es la línea del gobierno. Uno puede juzgar a los gobiernos por un conjunto de razones, pero lo más importante es que por lo menos haya una cierta consistencia en la conducta. Y es evidente que el gobierno ha ido buscando, para sostener su línea política, más bien aquellos proyectos en los cuales no haya que dialogar con el Ministerio de Hacienda.

Ojo. El modelo económico, tal como lo conocimos, hace rato no existe, pero no existe porque haya llegado un nuevo proyecto. Es porque sencillamente ya no existe en la práctica. O sea, tú vas al Tribunal Constitucional y no va a decir las cosas que decía antes respecto a las discusiones sobre el modelo económico. No va a ocurrir, porque las leyes no son todo. Hay un clima social que hace posible ciertos tipos de conductas, cierto tipo de desarrollo. Y el Tribunal Constitucional no va a fallar igual que antes. Eso por el lado del TC, pero ante cualquier situación te vas a encontrar más o menos con lo mismo.

Es evidente que sea el gobierno que sea, un gobierno que no entienda la relación -en la práctica- con el Estado, con este concepto de Estado social, no va a poder funcionar. En realidad la Constitución de Guzmán dejó de cumplir las funciones propiamente de su génesis. Ya no las cumple. El modelo ya cambió. Lo que pasa es que cambió a nada. No cambió a otro modelo. Cambió a una cosa gelatinosa.

—Entonces el gobierno se terminó rindiendo antes de tiempo, por decirlo de alguna forma.

Se rindió antes de hacer la guerra. Y eso puede estar bien, porque me permite tomar la decisión de que no quieres hacer la guerra. Pero lo que uno considera que es lógico, es construir un proyecto de síntesis. Gobernar no se hace con promedios. Pues yo me comporto… en el eje izquierda derecha. Entonces uno entiende que hoy me comporto ocho. Mañana me comporto cuatro. Por tanto soy seis. No eres seis. Eres ocho. O cuatro. Entonces cuando tú estás comportándote 84848484, lo que tienes es una bipolaridad. Ese es el problema, porque la política está hecha no sólo de lo que haces, sino de una cosa que se llama realidad y decisiones. Y las decisiones y la realidad no se promedian. O sea, si yo tengo una persona en mi familia y la mitad son maniacos y la mitad son depresivos, no tengo como resultado que todos somos normales, porque no se promedian. Entonces esta lógica de que el gobierno dice un día esto y otro día esto otro no tiene sentido. Y dejaste pasar tanto que, obviamente, en la medida que te fuiste rindiendo, paso a paso dejaste de ganar el espacio de la discusión simbólica. Eso que llamamos la hegemonía en este gobierno.

Las ideas de este gobierno son hegemónicas desde el día que se gana la discusión sobre gratuidad en 2011, el mes de agosto del 2011. Hasta hace un par de meses atrás la discusión hegemónica de Chile era la discusión sobre la igualdad. Esa es la discusión y tengo medido por encuesta que hoy, por primera vez en más de una década, eso dejó de acontecer. El sector político perdió su capacidad de controlar la discusión política a partir de un valor propicio para ellos y pasaron a jugar en territorio ajeno. El nicho ecológico en el cual viven les resulta ácido. Como le resultaba ácido a la derecha ganar o no ganar una elección. El error de Piñera fue pensar que, la segunda vez, al fin habían votado por él. No entendía cuál era la situación del clima social que existía y, por tanto, mientras preparaba el asalto al universo y al mundo mundial, se corroía por dentro.

Bueno, este gobierno perdió esa capacidad, porque fue retrocediendo en todo, en toda la discusión pública, en todos los elementos importantes. La forma de construcción discursiva anterior había sido absurda. Se basaba en la tesis de que el estallido social era un hito político, no se entendía carácter sociológico. O sea, pensar que la existencia de una gran explosión de una supernova, que puede interpretarse como un fenómeno político, en términos de que va en una dirección o en otra… eso no es así. El procesamiento que se dio fue un procesamiento que favoreció a la izquierda. Ese procesamiento, y el hecho de que en el gobierno estaba la derecha, marcó el destino de ese proceso. Pero no sólo el proceso, el proceso es un fenómeno social y es la rotura de los tejidos de una sociedad que no es capaz de procesar sus propios problemas. La sociedad que está desesperada de no saber cómo se resuelve aquello que considera más agudo, más crítico, más insufrible, más insoportable. Eso es lo que pasó. No se entendió. Y como no se entendió, entonces hoy día estamos en esta confusión donde el gobierno llega al gobierno justamente para entregar por completo todo el proyecto que lo hizo grande, que le dio la posibilidad de hacer política.

Alberto Mayol: “La sociedad entró en un estado de desesperanza”

—¿Y este escenario nos podría llevar a otro estallido en el mediano plazo?

La combustión de la energía social suele ser improbable de manera secuencial. Las mismas condiciones que en un momento generaron un estallido pueden seguir casi intactas y no generar un estallido, y generar otro tipo de patologías, por decirlo así.

—¿Como cuáles?

El estallido es una forma de muerte y es una forma de vida. Es decir, por decirlo en términos psicológicos, el estallido tiene un ciclo vivificante, tanto que la gente gasta mucha energía en el proceso; y tiene una energía destructiva, en tanto que el proceso es bastante mortuorio. El símbolo es la bandera negra de Chile. Todo es bastante oscuro. Hay una energía negativa, pero una energía altisonante que se despliega, que explota, que quema. Y eso es muerte y vida al mismo tiempo. Pues bien, cuando tú probaste como sociedad ese camino, entre comillas, tu confianza en las oportunidades que provee una ruta disruptiva explosiva se reduce porque se avanzó por ese camino y no llegó a nada bueno.

Pero la sociedad entró en un estado de desesperanza tan grande que sencillamente se conduce hacia procesos altamente contradictorios y probablemente autodestructivos. No confías en las elites. No confías en el resto de la población. No confías en el futuro. No confías en el territorio donde vives. Y no sabes qué hacer con esa confusión. Estás a merced de eso que uno denomina el poder coyuntural, el poder simplemente desinstitucionalizado. Sencillamente te levantas y miras por la ventana y dices: “Sea lo que sea que vaya a pasar hoy, lo que pase hoy lo asumiré como la realidad”.

—En ese contexto, pasa que la ciudadanía relegó las urgencias sociales para pedir más seguridad ¿Este escenario podría ser campo fértil, por ejemplo, para que en Chile se instalara un Bukele chileno?

Cuando la política falla, la forma clásica de respuesta política sin política es la conversión de la política en policía. El estado policial es la forma en que aparece el Estado degradado a su función más básica. La función policial es la primera función del Estado y, por tanto, si tu organismo respira y se alimenta, tu dices: “Listo. Ya soy”. Ahora, si tú tienes la desgracia de ser alguien que solo respira y se alimenta. Eso lo llevamos al punto de tragedia. Es una patología grave. Eso es lo que definimos como una experiencia horrorosa. Las sociedades son más generosas y aceptan más situaciones trágicas y, por tanto, es más difícil entender que estás pasando por un momento difícil. Pero pueden aferrarse perfectamente a sencillamente poder comer y respirar. Y cuando tú te reduces, tu dices: “Lo único que quiero es que sea seguro”. Pero cuando tu reduces eso a la función policial, estás incómodo. Tan simple como eso.

Si alguien cree que más fuerza policial te brinda más seguridad, eso no es así. Y la relación de compresión de la ciudadanía respecto a las funciones policiales es una relación terrible, que es lo que enseñan los datos. El éxito real, material, de las políticas públicas de seguridad suele no ser visible para la población. Por tanto, no es un estímulo real a tener buenas políticas públicas para reducir la inseguridad, porque en aquellos países con mucha inseguridad los gobiernos cuando toman medidas que han funcionado en bajar la criminalidad, la gente no lo nota, no lo percibe. Y cuando tú de repente tienes un aumento de criminalidad, la gente dice: “Ah, esto realmente cambió las cosas”. Entonces es un mundo de ceguera constante.

Y en esas condiciones, naturalmente aparece el perfecto liderazgo que es capaz de leer bien el momento y que tienen la capacidad. No se trata sólo de la capacidad de articular una respuesta política a partir de eso. Cosa que en Chile está muy lejos. Los intentos de Bukele chilenos son malos. Como Gaspar Rivas, como Rodolfo Carter. O sea, es triste. Ahora, no significa eso que no pueda crecer y desarrollar un proyecto político, porque estamos en un momento donde la búsqueda de respuesta es desesperada. Entonces se entiende que hay cosas que de pronto llaman la atención, que pueden funcionar con cierta capacidad. Ya pasó con Franco Parisi, que no podía entrar al país por razones judiciales y tuvo una amplia votación en la elección anterior.

Del abismo existencial al fracaso histórico

—En su último libro, usted plantea que Occidente está entrando en un abismo existencial ¿Se refleja eso en Chile también?

Sí, por supuesto. Creo que la incapacidad de seguir las rutas trazadas por el gran proyecto histórico que configura… el proyecto histórico de todo Occidente es un proyecto que incluye al liberalismo y al socialismo, que significa básicamente asumir que las sociedades actuales modernas van a ser sociedades en transformación constante y que tienen que administrar eso de alguna manera, ya sea de manera más institucional y paulatina, como el liberalismo; o de modo más intenso, más revolucionario, como el socialismo. Esos son los dos caminos y algunos caminos intermedios que combinan un poco de uno, un poco del otro.

La gran resistencia histórica de este proceso es la resistencia conservadora. Y la resistencia conservadora, que adquiere distintas formas en este proceso, aceptando algunas dimensiones de cambio, rechazando otras, pero siempre en el fondo tratando de frenar estos procesos. En ese contexto, el camino, tanto del liberalismo como del socialismo, era un camino basado en el uso de la racionalidad. Pero a lo mejor, con deriva altamente emotiva o no, de alguna manera había una reivindicación de ciertas instituciones de conocimiento de la ciencia, de una política basada en la racionalidad de los actores. En fin, todo eso que fue muy difícil, muy difícil lograrlo y lleno de errores y discusiones, con la desviación histórica que significó la Unión Soviética.

En fin, todo eso hoy día está en cuestión con una visión de la política liviana, relativista, bastante emotiva, centrada en la subjetividad, no en el individuo moderno racional, sino en la subjetividad, cualquiera sea. Y con una agenda que cuesta entender a dónde nos dirigen. Y con una necesidad de eliminar todos los rangos de las imposiciones occidentalistas, en circunstancias que Occidente es la civilización más compleja estudiada, la más exitosa, la única que se ha dado el desafío a sí misma y ha avanzado mucho en eso de poder fundamentar el poder vertical en una mirada lo más horizontal posible de los ciudadanos, donde los ciudadanos son los que proveen la legitimidad del orden y no los dioses, no elementos terceros. Bueno, todo eso no es comprendido y nos encontramos con liderazgos en todo el mundo, desde la izquierda neozelandesa, estoy hablando de los sectores de la izquierda que se supone que son los que están más proclives a defender este proyecto, normalmente. Porque la derecha procede de la ultra derecha, que son altamente conservadoras, y quieren destruir este proyecto hace 100 años.

Entonces la izquierda que, de alguna manera, supuestamente tiene que defender esos principios, más los sectores liberales, por supuesto, pero los sectores liberales habían sido desde hacía mucho rato asediados con éxito por los sectores más conservadores. La verdad es que ahora hay instituciones liberales funcionando, pero no necesariamente es su objetivo último. Pero los sectores de centro izquierda o izquierda, eran los que quedaban para hacer esa defensa. Y las dinámicas más post modernistas, más “post” en general, más bien vinieron a considerar que cualquier aparición de la mirada más moderna, era una mirada colonial, patriarcal, en fin, y sencillamente entonces se produjo un desvanecimiento de esas ideas y una especie de retroceso cultural. Eso ha pasado además con liderazgos digamos de gran superficialidad. Liderazgos que trabajan en una perspectiva donde no pretenden entrar en gran constructo, donde todo es más bien simbólico o símbolos vacíos. Ha pasado en Nueva Zelanda, Finlandia, en Canadá y ha pasado con el surgimiento de partidos políticos performáticos, dedicados siempre a dar una señal espectacular y nada más. Por tanto es una mirada que no tiene ningún anclaje con la gran tradición, ni de la izquierda, ni de los sectores más modernizantes. Por tanto, de alguna manera nos encontramos frente a sectores conservadores que reniegan de las transformaciones, porque sectores progresistas sencillamente no tienen la menor idea por qué quieren transformar, simplemente lo desean. Y esas dos combinaciones significan que todo el proyecto occidental está en una situación en la cual no se logra definir, no se logra construir, no tiene un camino para avanzar. Y eso es lo que llamo el abismo existencial, que tiene muchos potenciales de desarrollo, pero uno de ellos es sencillamente el fracaso histórico.

Alberto Mayol: “Boric no es un liderazgo uniforme”

—Y volviendo al plano local, entre las distintas corrientes internas existe el laguismo, bacheletismo, piñerismo, hasta el bacheletismo-aliancista de Lavín. ¿Existe el boricismo? ¿Hay espacio para eso en la actualidad?

O sea, si Gabriel Boric es entendido como una figura pública, si es entendido como una estrella de rock, existe el movimiento. Mis alianzas, mis vinculaciones, mis proyectos, lo que yo hago es lo que me define. Y si yo hago muchas cosas contradictorias entre sí, no tengo nada que me defina. Gabriel Boric es un liderazgo. Pero todavía ese liderazgo no es uniforme. Sería ridículo decir que es un liderazgo de izquierda. Sería ridículo decir que es un liderazgo céntrico. Sería ridículo decir que es un liderazgo de centroizquierda, sería ridículo decir que es de derecha… todo sería ridículo porque sencillamente no hay una línea política clara del gobierno.

En Chile hoy día es muy difícil encontrar líneas de trabajo coherentes entre sí. Hay algunas líneas que más menos establecen vinculaciones con intereses, pero no hay mucho más que eso. Gabriel Boric no definió a los suyos un proyecto claro. La gente que trabaja con él no sabe cuál es el proyecto. 

—¿Puede que esa sea una razón de los problemas de la coalición? Que no hay alineación detrás de la figura del Presidente y que por eso no tenemos esta corriente de boricismo…

No, porque es imposible. El Frente Amplio es lo que está detrás del gobierno, y el Frente Amplio hoy día no tiene una base de poder importante en el gobierno porque sencillamente ha fracasado en su proceso. Pero tiene un poder importante en la tensión interna, pueden tensionar, y como pueden tensionar son una especie de oposición interna, aunque tienen al Presidente de la República. El Partido Socialista, es el partido más importante en la línea política, pero el Partido Socialista está en contra de lo que piensa el Presidente. En muchas cosas. Por tanto, eso se va administrando en el día a día. O sea, cada día es una batalla interna, para empezar. Luego la batalla externa. Es casi imposible porque, en el fondo, el rendimiento cotidiano del gobierno es el rendimiento de una especie de, vamos a decirlo en términos de las ciencias básicas, una sopa primigenia, una sopa original, en la cual surge la vida de alguna manera cada día. No sabemos cómo va a salir, de acuerdo a las complejidades que se den, va a salir de cierta manera el piriguin, y va a salir más para un lado, más para el otro, y vamos a ir viendo cómo se desarrolla. Cada día tiene su propia complejidad que hace nacer un nuevo ser, una nueva criatura. Y esa es la suma de los seres que crea el gobierno, por tanto no hay una línea. Entonces, claro… no se puede hablar. Yo no sé qué significa Gabriel Boric políticamente. Sé que es el Presidente y sé que en los momentos más importantes le ha hecho caso a Lagos. Sé que no le gusta hacerle caso a Lagos, pero lo ha hecho. Es difícil porque no sabemos quién es la persona más importante y más influyente en la tensión del Gobierno hoy día, no sabemos.

—¿A su parecer, el Frente Amplio volvió a la casa de los papás? Partieron siendo protagonistas del Gobierno y ahora los principales rostros son miembros de la ex Concertación.

Sí, y no solo los rostros. Además, la dinámica interna evidentemente ha cambiado mucho. Es una buena metáfora volver a la casa de tus papás, porque cuando tú vuelves a la casa de los papás, vuelves con 35 años, tu poder igual cambió, independiente de que vuelvas a la casa de tus papás y tienes que ceder en muchas cosas, igual eres suficientemente grande para cuestionar el orden imperante y por tanto hay una disputa de poder interna permanente, constante, sobre todo cuando tú eres el Presidente de la República, eres el que financia a la casa. Entonces es muy importante.

Desde el armazón del proyecto político del Gobierno, no ha habido una estructura. Estas ideas de geometrías complejas, los círculos concéntricos del gobierno original… hay una coalición de gobierno que es la coalición que ganó la elección, luego hay otra coalición de gobierno que no es la misma que nació con el Partido Socialista, partido que está dentro, pero no está dentro de la coalición de gobierno y es como una primera periferia y que si lo que se logró es que el Partido Socialista se separara de los anteriores socios y esos otros socios están por fuera del sistema, no son parte de la coalición de gobierno. Sin embargo, la ministra principal del gabinete es de esa periferia. Y el ministro de Hacienda, que es el más importante de los ministros desde el punto de vista práctico, resulta que pertenece a una órbita que si bien es más del mundo socialista, es más del mundo socialista que no es un socialismo cercano al frenteamplismo, sino que de un mundo socialista más cercano al PPD, más cercano al laguismo. Por lo tanto, también está afuera, pero está adentro, y es súper poderoso. ¿Quién entiende la estructura? No tiene lógica.

Litio: “Es la primera vez que se toca de manera radical el tema económico”

—Yendo a situaciones más puntuales. El Presidente ya traspasó los 20 días sin responderle a la prensa. La última vez fue en el norte. Desde entonces, todas las pautas son sin preguntas. O responden ministros y/o subsecretarios e incluso ha dicho que no tiene nada que decir ¿Es apropiado que el Presidente se “esconda” y no ejerza su liderazgo?

Estas cosas tienen un límite valórico, pero su naturaleza fundamental es operacional. Creo que Gabriel Boric tuvo que jugar -en el fútbol se dice “de líbero”- demasiado tiempo. Tuvo que salir al cruce. Ahora el Presidente es más parecido al director técnico a tener que ser el penúltimo hombre que tiene que ir a parar las pelotas difíciles. Jugar como líbero no lo hizo mal, pero nunca le correspondió tener que hacer eso. No sé por qué ocurrió eso. Su retraimiento puede tener que ver con el esfuerzo de lograr que los ministros se hagan cargo de los líos y no exponerse tanto. Por supuesto, las soluciones groseras, o sea las soluciones gruesas, las soluciones sin sutileza, no son recomendables. Por lo tanto, tomar como decisión para ello, de “no voy a hablar”, más bien es una conducta de frustración. Una conducta estratégica. No me parece normal que el Presidente no sea capaz de abordar las preguntas de la prensa. Pero sí me parece bien que tenga un cierto y relativo retraimiento y que deje la oportunidad de que el proyecto en sí mismo hable y que tenga que empezar a jugar el juego. De hecho, la primera propuesta del proyecto político que fue más firme es la del proyecto del litio, esa es su gran apuesta desde el punto de vista político y de momento ha sido una propuesta que, en términos políticos, sobrevive, cosa que al gobierno no le ha pasado habitualmente.

Sobrevive. Calibra los problemas políticos asociados. Si eso funciona y va a producir más riqueza para el país, es otra discusión que es muy importante. Pero tengo la impresión de que no hay ningún actor, ni el gobierno, ni la oposición, ni las empresas; nadie que pueda decir que tiene hechos los informes, los estudios para poder decir si esto va a funcionar o no. Tengo la impresión de que nadie está haciendo ese trabajo. Lo que incluye al gobierno. A mí me parece mal. Pero políticamente hablando, la acción logró generar la idea de que se tomó esta decisión. Tienen que plegarse. No valen los balazos. Eso está bien, los actores dijeron: a la mesa, vamos a conversar, juguemos el juego y acá no entremos en disputa. Y eso es un logro político. Pero ese proyecto ¿qué es, cómo se ve, cuál es la palabra adecuada para entenderlo? ¿Cómo se explica?

Pero bueno, es lo más cercano a un triunfo político que ha tenido el Presidente Boric y eso le puede abrir un camino. Puede hacer una ruta y es la primera vez que además se toca de manera radical el tema económico, que ha sido una especie de cosa imposible de conversar.

“Uno no puede decir que el tren a llega a Valparaíso si no llega a Valparaíso”

—Y respecto a otra de las grandes propuestas de esta administración… últimamente el gobierno ha enfatizado el fortalecimiento de la red de trenes ¿Se apropiaron de la idea de su programa? En su tiempo su propuesta generaba burlas y ahora es el caballito de batalla.

O sea, fue algo implícito, pero yo lo conversé con el entonces diputado Gabriel Boric, ya terminada mi campaña, en una conversación que tuvimos, tomamos un café en Providencia, él me comentó que estaba muy interesado en la propuesta de los trenes. Me hizo un par de preguntas respecto a cómo se había trabajado y que estaba interesado entonces en darle continuidad. Así que más o menos me imaginaba que eso era algo posible en ese sentido.

Ahora, el sistema ferroviario tiene que estar asociado a un proyecto de desarrollo territorial determinado. Estableces polos de desarrollo. Si tú vas a hacer un sistema ferroviario, es legítimo hacer un mapa ferroviario para cubrir las zonas de alta demanda y entonces otorgarle infraestructura acorde para eso. Está bien, pero la gracia del ferrocarril es que permite diseñar estrategias territoriales y construir nuevas dinámicas territoriales. Es decir, tú puedes generar desarrollo de zonas que están subdesarrolladas, que te parece que tienen alto potencial de desarrollo.

De momento, lo que está haciendo el gobierno es resolver un poco los temas de falta de infraestructura de transporte. Eso es lo que está haciendo y está haciendo cosas bastante lógicas como mejorar un poco la tecnología de los trenes. Con trenes más bien convencionales, pero con alta velocidad light como se suele decir, e incluso un poquito menos que eso. Por tanto, me parece que hay una cierta mirada táctica también, con poco contenido estratégico, pero que efectivamente es algo que funciona en términos de visibilidad pública. Lo que es evidente es que en muchos lugares de Chile hay una sensación de que los sistemas de transporte están sobrepasados.

Uno no puede decir que el tren a llega a Valparaíso si no llega a Valparaíso. Eso no se hace. O sea, el tren mientras no llegue a Valparaíso no se llama Santiago-Valparaíso. Se llamara Viña del Mar-Santiago, pero no puedes inventarte cosas así. Eso es un error. No se entiende muy bien, pero creo que ha sido efectivamente una política pública que ya le ha entregado algo al gobierno.

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