Alrededor de media hora después de que de forma inédita Chile quedara sin electricidad, desde la región de Arica y Parinacota hasta la región de Los Lagos, la ministra de Salud, Ximena Aguilera Sanhueza, confirmaba en un punto de prensa que “los equipos de los electrodependientes tienen baterías que permiten una cierta autonomía”. Junto a ella, la ministra de Desarrollo Social, Javiera Toro Cáceres, habló a quienes se encontraban en esta situación, indicando: “Si eres persona electrodependiente o vives con alguien que lo sea, tienes derecho a recibir asistencia prioritaria durante el corte de luz que afecta a gran parte del país. Llama a los números de emergencia de las empresas eléctricas o a tu municipio para solicitar apoyo”.
Ángel Mañan, escuchaba esto indignado, desesperado, mientras la vida de su mujer Margarita, de 60 años, corría peligro: su respirador no tenía un sistema de autonomía y a pesar de llevar más de una hora esperando, no recibían respuesta alguna de Enel.
No era la primera vez que le pasaba.
Luego del apagón ocurrido en agosto de 2024 por condiciones climáticas, Enel se demoró 13 horas desde el primer contacto en traer un generador para el ventilador de traqueostomía, cinco minutos antes de que volviera la electricidad. Improvisando y despiertos toda la noche, lograron mantener a Margarita con vida.
Ese mes, tres pacientes electrodependientes fallecieron por los megacortes, y la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC) formuló cargos contra Enel, remitiendo los antecedentes al Ministerio Público. Este martes, falleció otra persona que contaba con la misma condición, pero según comunicaron desde el Minsal, el paciente iquiqueño habría mantenido el soporte eléctrico de manera permanente hasta su muerte. Además llamaron a que si existe la sospecha de que un fallecimiento sea consecuencia del evento de corte de energía, se realice la denuncia a través de la Oficina de Información, Reclamos y Sugerencias (OIRS).
A 866 kilómetros de Ángel, en Valdivia, Soledad Lara (60) vivía una situación similar, aunque esta vez la paciente era ella, viendo cómo la carga del tubo de oxígeno que le permitía respirar iba acabándose, y la supuesta atención prioritaria ante interrupción del suministro eléctrico que se supone que recibiría por parte de la Sociedad Austral de Electricidad Sociedad Anónima (SAESA) al estar en el registro de Pacientes Electrodependientes, no llegaba, sin señal ni internet para contactarse con la empresa chilena.
En Quilpué, la situación no era distinta. Así lo vivió Pablo Lillo (65), quien también es dependiente de un aparato eléctrico de oxígeno, quien desde el corte de luz hasta que esta volvió no pudo contactarse con la compañía Chilquinta, que le provee electricidad. El teléfono marcaba, pero nadie contestaba. Gracias a tener la posibilidad, contaba con una máquina de oxígeno transportable y unos tubos, que le daban más horas de oxígeno, y pudo, con dolor, trasladarse a la casa de su hija, la cual poseía un generador. Recién a las cinco de la mañana de este miércoles, recibió una llamada de Chilquinta.
Los tres relatos, tienen un factor común, y es que si no hubiese sido por la colaboración de vecinos y acompañantes, y una mayor preparación personal, Margarita, Soledad y Pablo podrían haber perdido la vida ese día, sin contar con la colaboración de instituciones públicas, autoridades o las empresas de electricidad que esperaba que las cuidaran.
Hasta el momento de conversar con la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío, alrededor de las 12 del día de este miércoles –a 21 horas del inicio del apagón– Ángel y Soledad seguían sin tener ningún tipo de contacto por parte de las compañías, mientras que Pablo sí recibió una llamada a las 5 de la mañana del día siguiente del apagón, para saber si le había vuelto la luz.
Posterior a ser consultados por el caso por Radio Bío Bío, desde Enel Distribución indicaron que lamentan los inconvenientes que enfrentó Margarita. “Revisamos su caso y nos contactamos con su marido para ofrecer la entrega de un equipo de respaldo permanente”, el cual, según confirmó Ángel, ya fue recibido.
Por su parte -también luego de ser contactados por Radio Bío Bío- desde SAESA afirmaron que tras la desconexión ocurrida a las 15:16 horas del martes, activaron su plan especial ante emergencias, que contempló el despliegue inmediato de equipos especializados en terreno para monitorear y apoyar a clientes electrodependientes -que en el caso de la región de Los Ríos asciende a 146 personas- a través de llamados y, según necesidad, visitas presenciales por parte de nuestro personal.
“En relación al caso consultado, podemos señalar que la usuaria se encuentra en nuestros registros y cuenta con generación de respaldo para la continuidad de su suministro eléctrico. Este jueves realizamos una visita en terreno a su domicilio para conversar con ella, entregándole información sobre el proceso y aclarando sus dudas”, sumaron.
Desde Chilquinta, informaron que por esta vez no se referirán al caso.
Una ayuda que no tiene precio
A las 6:55 p. m. de este martes 25 de febrero, Enel distribuyó un comunicado en el que recomendaban que en casos complejos de salud, las personas electrodependientes se trasladaran de inmediato a un centro asistencial, ya que una falla en el segmento de la transmisión que impedía el normal funcionamiento del sistema eléctrico también estaba afectando a los clientes electrodependientes de la empresa. Así, agregaron que “Enel Distribución está realizando todos los esfuerzos por enviar la mayor cantidad de equipos de respaldo a los domicilios de los clientes electrodependientes incorporados en su Registro. Para atención prioritaria, le invitamos a contactarnos al 800 800 696 desde el teléfono registrado al momento de la inscripción”.
Había un problema con este comunicado, que a esa altura, gran parte de los chilenos no tenían ni internet ni señal para recibir la información ni pedir ayuda.
Sin embargo, este no fue el problema de Ángel Mañán, que conociendo la gravedad del asunto, llamó a la compañía cinco minutos después de que la electricidad se haya cortado, sin antes haber conectado manualmente el respirador de su mujer a una batería recargable externa, que podía hacer funcionar la máquina algunas horas. Desde la empresa no contestaron, pero 20 minutos después les devolvieron la llamada, indicando que los volverían a llamar en alrededor de una hora para coordinar la entrega de un generador. A pesar de contar con señal, esa segunda llamada nunca llegó y por ende, el generador tampoco.
Margarita llevaba dos años conectada por medio de una traqueotomía a un respirador, a consecuencia de una enfermedad degenerativa.
La primera vez que tuvieron una emergencia por un corte de electricidad fue en agosto de 2024, cuando por adversas condiciones climáticas la Región Metropolitana quedó en diversos momentos a oscuras.
El respirador de Margarita –comprado con recursos propios de la familia– no contaba con un sistema de autonomía automático, como dijo la ministra Aguilera, pero los entregados por el Estado sí, y es por eso que llevan alrededor de un mes en lista de espera para acceder a uno de ese tipo, más seguro en un país de catástrofes.
Por ello, Ángel había comprado una batería externa recargable. Apenas se cortó la luz, Ángel hizo las maniobras para conectar la batería al ventilador y llamó a Enel, quienes le indicaron que le llevarían un generador a su hogar en Cerro Navia, donde vivían solos Margarita y Ángel.
Las horas iban pasando, y el tiempo agotándose: aquel sistema solo le daba cinco horas de energía, y si la batería se acababa, su señora moriría. Fue en ese momento cuando un vecino que conocía su situación llegó a su rescate, él tenía un generador viejo, pero que funcionaba. Su compadre partió corriendo a comprar bencina para hacerlo funcionar.
Así se pasaron toda la noche despiertos, turnándose entre batería y generador y lograron mantener el respirador funcionando durante las 13 horas que demoró en llegar el generador de Enel.
Este martes, la situación fue igual, pero ya contaban con experiencia. Apenas se cortó la luz, conectó la batería y su vecino trajo el generador, y con miedo, Ángel corrió a comprar bencina. Otro vecino también le ofreció un adaptador de cenicero para auto, que podía servir para llevar electricidad al respirador. Las ocho horas a oscuras pasaron con una “tremenda angustia”. Esta vez, el generador de Enel nunca llegó, al igual que cualquier tipo de comunicación posterior a la primera llamada.
“Gracias a Dios por la comunidad”, exclamó aliviado Ángel. “Si no fuera por mis vecinos, hoy mi señora estaría muerta”.
Sin señal
“No estamos preparados”, comentó Soledad Lara por teléfono, siguiendo la frase de una tos ahogada, cansada con los 18 minutos que duró la llamada, “como país no estamos preparados para enfrentar algo como esto”.
Se refería a las ocho horas de profunda angustia que vivió mientras no volvía la electricidad a su hogar en Valdivia. Desde el 2017 contaba con un diagnóstico de hipertensión arterial pulmonar severa, que le impedía respirar bien, y necesitaba estar constantemente recibiendo oxígeno.
Cuando se cortó la luz, le llegó un mensaje de SAESA, indicando que las personas electrodependientes se comunicaran a un número de teléfono. Inmediatamente trató de escribir por WhatsApp, y llamar, pero no había caso, no tenía ni internet ni señal.
Ahí se empezó a desesperar.
Tenía a disponibilidad un tubo de oxígeno cargado, el que usaba para trasladarse cuando tenía que ir al hospital y que le duraría ciertas horas, pero incomunicada no sabía cuánto volvería la luz.
“Era muy angustiante. Se me empezó a acelerar la respiración, me sentía ahogada, ansiosa esperando, desesperada por no saber nada”, comentó. En ese momento, decidió ir a sentarse, sabía que alterarse no le hacía bien, y que estaba gastando más oxígeno.
Alrededor de las 10 de la noche vio que al tubo le quedaba poca carga y empezó a prepararse mentalmente para asistir al hospital. “Yo tengo la suerte de tener un cuidador que tiene automóvil, y vecinos que saben mi condición. Sola no podría haber llegado”, indicó. La electricidad volvió a los pocos minutos, y no tuvo que salir de su casa. Hasta el momento, no ha sido contactada por SAESA.
Trece horas tarde
Pablo Lillo tiene una condición terminal. Hace dos años lo diagnosticaron con enfisema –una enfermedad pulmonar crónica que daña los alvéolos– y le dieron seis meses de vida. Pasa la mayor parte del día acostado, y con dolor, y el martes, su situación empeoró.
Apenas se cortó la luz, comenzó a llamar a Chilquinta, compañía de electricidad con sede en Valparaíso, sin embargo, los teléfonos sonaban y sonaban sin respuesta alguna. Durante ese tiempo se conectó a una máquina que le daría algunas horas de oxígeno. Por un lado estaba tranquilo, porque también tenía dos tubos guardados: costumbre en un país de temblores. Pero por otro lado tenía incertidumbre, nunca había visto un corte de luz tan grande y que no estuviese producido por una catástrofe previa.
A las 6:21 p.m. Chilquinta publicó un mensaje en sus redes sociales: “Debido a la interrupción del servicio, por falla externa a la nuestra operación, recomendamos a los clientes electrodependientes que necesiten asistencia adicional, acudir al centro de salud más cercano para recibir apoyo y orientación. Seguiremos informando por este medio en cuanto tengamos novedades”. La publicación se llenó de comentarios enojados ante la aparente falta de acción que ofreció la compañía.
En esos momentos, Pablo se levantaba de su cama, y con profundo dolor físico se trasladaba a la casa de su hija, la cual tiene un generador. Ahí, pudo ver la tele y las conferencias de prensa de las autoridades, aún sin poder contactarse con la empresa eléctrica.
“Murieron tres personas. Yo pienso en quienes no tienen la situación de uno”, manifestó Pablo este miércoles en la tarde. “Yo creo que estoy en una mejor posición que otras personas, tengo los recursos para enfrentar la emergencia”.
Alrededor de las 11 de la noche, pudo volver a su cama, con Quilpué nuevamente iluminado, pero no alcanzó a dormir mucho hasta que desorientado tomó su teléfono que sonaba. Eran las cinco de la mañana, y alrededor de 13 horas después de su primera llamada lo estaban contactando desde Chilquinta, querían saber si tenía electricidad.
“Chilquinta no me ha prestado ningún apoyo, se ha portado muy mal”, concluyó.