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"Mira la cagá que te mandaste": en la mente del pirómano que mató dos personas en megaincendio de 2011

"Mira la cagá que te mandaste": en la mente del pirómano que mató dos personas en megaincendio de 2011

Lunes 27 febrero de 2023 | 06:00

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Créditos: Mistral Torres

Desde pequeño Carlos Cifuentes fue un amante de ver arder las cosas. Al principio no eran más que papeles y pasto quemado. Pero todo escaló cuando en 2011 despertó con ganas de prenderle fuego a Panicalco. Armado de velas, fósforo y bencina, terminó destruyendo más de 25 mil hectáreas entre el Bío Bío y Ñuble. ¿La razón? Ver a brigadistas forestales y aviones lanzando agua desde el cielo. Lo sentenciaron a cinco años de cárcel. La historia es de la Unidad de Investigación de BioBioChile.

-¡Mira la cagá que te mandaste!

Esas fueron las palabras que María Cifuentes pudo responderle a su hijo luego de escuchar su confesión. Carlos Cifuentes Cifuentes, no sólo le reveló un gran problema familiar, también un delito que lo tendría tras las rejas poco más de cinco años.

Su madre en el fondo lo sabía. Conocía sus gustos después de criarlo toda la vida: ese anhelo de querer ser bombero, el gozo que le provocaba ver cómo combatían el fuego o las travesuras de quemar cosas cuando niño. Por eso, cuando le dijo que era el autor del megaincendio de fines de 2011, supo que no declararía a favor de él en el juicio.

No era para menos. El obrero forestal fue condenado por iniciar a lo menos ocho focos de incendios que destruyeron 25.100 hectáreas entre el Bío Bío y Ñuble. Una verdadera catástrofe -como fue catalogada- donde murieron dos personas, cientos de animales y todo el patrimonio de 200 familias.

Él mismo confesó ser el autor. Hoy, tras cumplir su condena, el amante de ver a los aviones lanzando agua está libre.

Primer incendio

Encontrar evidencia científica y biológica en un delito de incendio es una labor más que compleja. Por eso, dar con el nombre de Carlos Cifuentes fue una tarea que demoró dos años.

El 29 de diciembre de 2011, Cifuentes trabajó en faenas forestales en Tomé. Salió cerca de las 05:00 de la mañana del trabajo, llegó a su casa y se comió una cazuela. Después se duchó y se acostó. Despertó cerca de las 20:00 con una sensación que ya conocía: ganas de prender fuego. Pero esta vez lo quería en un lugar preciso.

Preparó un bolso con un bidón de bencina, un paquete de seis velas y fósforos. Tomó su bicicleta gris y salió en dirección a Quillón, específicamente en el sector de Panicalco.

Ingresó por un sendero, estacionó y comenzó juntando tierra seca y residuos de pino. Insertó una vela, la encendió y se fue. Cuando se dio vuelta se percató que su primer foco no había funcionado. 10 metros más allá repitió la misma acción, pero otra vez, volvió a fallar.

Entonces pedaleó 30 minutos y reconoció un sector en el que antes trabajó haciendo caminos forestales. Era una pendiente con plantaciones de pino. En su nuevo intento fue más radical: desparramó bencina y prendió el fósforo. El viento sur de ese día le favoreció para que el fuego comenzara a propagarse.

Cuando volvió a su casa simplemente se acostó. Despertó a las 06:00 de la mañana. Se fue a su trabajo y ahí, sus colegas comentaron que había un incendio forestal descontrolado.

—Regresó a su casa después del mediodía y le comentó a su mamá lo que había hecho. Su mamá le dijo: “¡Mira la cagá que te mandaste!”.

Así lo reveló Pablo Lagos, subcomisario de la Policía de Investigaciones que investigó el caso desde los primeros días.

Cifuentes confesó que creó 16 focos, algunos con vela y papel higiénico, otros con bencina. En el último arrojó el bidón que terminó quemado, al igual que 25.100 hectáreas entre la región de Ñuble y del Bío Bío.

Dos años desapercibido

La catástrofe continuó hasta el 1 de enero de 2012 y afectó sobre todo a las comunas de Quillón, Florida y Ranquil. Las llamas avanzaron tanto que llegaron hasta la planta de la Celulosa Nueva Aldea. Destruyó por completo la sección de paneles.

Y eso fue primordial: después de dos meses determinaron científica y criminalistamente que la destrucción de la planta era a raíz del incendio forestal que partió en Panicalco. Y entonces, la investigación pudo focalizarse en dos aristas: modus operandi y el perfil del sospechoso con el que debían dar.

—Una vez analizado el sitio del suceso, pude instruir que el perfil de quien tenía relación con este delito, necesariamente tenía que ser una persona del lugar o cercanía. Tenía que ser alguien que sabía de bosques por la plantación del pino maduro, y también que tenga algún grado de satisfacción con el fuego —determinó Pablo Lagos.

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Para entonces, no sólo se habían perdido bienes materiales, también las vidas de Juan Ernesto Campos (71) y Romualdo Urrea (69). Lo único concreto hasta entonces era que existían ocho focos de incendios. ¿De nombres? Poco y nada. Sólo pistas de testigos que se iban desechando porque no se ajustaban al verdadero culpable.

En dos años entrevistaron a más de 90 personas pero ninguno coincidía con el perfil que buscaba la PDI y el Ministerio Público. Entonces, en enero de 2013 ocurrieron otros dos incendios forestales en predios particulares del sector Porvenir en Florida, y esta, fue la pieza decisiva.

El incendio que lo condenó

Carlos Cifuentes ingresó a un fundo de ese lugar la madrugada del 12 de enero. Repitió lo mismo de dos años atrás: velas, papel higiénico, residuos secos y fósforos. Logró quemar una hectárea y media. Después repitió la misma acción 300 metros más al oeste pero no logró la propagación que quería.

El terreno incendiado era propiedad de Óscar Dillems. Por eso, tres días después tuvo que declarar ante la PDI. Relató que cerca de las 23:00 horas se percató que había un foco de incendio frente a su fundo y que los brigadistas trabajan en él. Como no vio amenaza a su terreno, se fue a dormir.

A las 2:00 de la madrugada, Carabineros golpeó a su puerta para informarle que se estaba quemando su predio. Dillems corrió para abrirle el portón a los brigadistas y lograron apagar el fuego.

—Su trabajador le cuenta que había hecho un recorrido por el predio afectado —detalló el subcomisario Lagos —Había encontrado un foco que no prendió de una zona de eucalipto, un trozo de vela con esperma puesta en un orificio escarbado en la tierra, rodeado de papel confort y palos de fósforos quemados.

No sólo eso, también había huellas plantares sobre el pasto que daban a la casa donde vivía Carlos Cifuentes y su madre.

Entonces, Dillems lo contó todo. Dijo que desde 2009 le estaban intentando prender su predio y que no tenía dudas que el responsable era Carlos, a quien conocía desde pequeño porque vivía en el sector de Florida, en un terreno que, en estricto rigor, le pertenecía.

Un amante de los aviones lanzando agua

Con todos los antecedentes, la Fiscalía de Bulnes decidió interrogar al ahora principal sospechoso. En el cuartel, Cifuentes, acompañado de sus familiares, no quiso acogerse a su derecho de guardar silencio y lo soltó todo, hasta el último detalle.

Lo primero que dijo antes de comenzar a contar su historia es que es un hombre analfabeto, que nunca tuvo estudios y que siempre se dedicó a trabajar en faenas agrícolas y forestales.

Manifestó que desde pequeño tenía atracción por el fuego, que jugaban con su hermana Pamela a prender papeles y pasto cuando niños y esperaban que se consumiera —reveló el subcomisario Lagos.

Narró los dos incendios, el de Panicalco y el de Florida. Confesó que lo hizo porque le gustaba ver a los brigadistas forestales combatir el fuego y a los aviones que tiraban agua desde el cielo. Tenía la idea que mientras más focos hiciera, más brigadistas y aviones llegarían.

También quería ser bombero pero como no pagaban, desistió de su anhelo. Lo más revelador que detalló fue que al quemar esos predios, él tendría trabajo asegurado como obrero forestal.

Cuando terminó, como no sabía leer, su hermana le leyó su declaración y confirmó que estaba conforme.

Los incendios desaparecieron

Su testimonio coincidía con todas las pericias que realizó la PDI. Cuando fueron a su casa para incautar evidencia complementaria, encontraron un bidón con combustible, mucho papel higiénico que guardaba en su habitación y una motosierra. Se lo llevaron todo, igual que varios zapatos.

A eso sumaron todas las declaraciones de testigos y gente que lo conocía. Y hubo una persona que terminó por encajar todas las piezas: Nibaldo Troncoso, administrador de la Parcela Las Acacias en Florida y amigo de Carlos Cifuentes.

Comentó que su relación de amistad con el imputado era porque le ayudaba a trabajar en las faenas y a cuidad a su madre, que estaba postrada.

Siempre tuvo sospechas de él porque cada vez que había incendios forestales, el primero que alertaba o aparecía era Cifuentes. Además, desde el momento en que fue detenido, nunca más ocurrieron quemas.

Un día, Carlos le confesó que sentía enojo con Óscar Dillems porque pensaba que iba a echar a su mamá de la casa. Le dijo que consideraba quemarle el fundo y hasta le contó cómo lo haría: con papel higiénico, velas y un hoyo en la tierra.

Carlos Cifuentes fue condenado a la pena de cinco años y un día por el delito de incendio con resultado de muerte en Panicalco. Además, se le agregaron quinientos cuarenta y un días por el fuego que provocó en Florida. La pena, a la fecha, está cumplida.

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