Se ha instalado en nuestro país una época de malestar. De hastío con una política rebosante de liderazgos hostiles e hirientes, en lugar de los de antaño, prudentes y decididos. Se instaló una crisis de vivienda, donde la casa propia es un espejismo para toda una generación. Se instaló una crisis de seguridad que mantiene a los chilenos atrapados en sus casas a temprana hora. Se instaló una crisis de salud que, pese a los anuncios presidenciales de reducción de listas de espera, mantiene a un sistema colapsado y a la población expectante respecto a qué sucederá con Isapres, clínicas y hospitales. Se instaló en Chile una época de mediocridad, de la que no será fácil salir.