Recibir plata de SQM se ha convertido en un verdadero calvario para quienes aceptaron sus aportes en dinero. De modo especial, para las personas de militancia en la izquierda, víctimas ellas o sus familiares directos, de la cruenta represión del régimen, del cual emergió la cuantiosa fortuna del socio controlador de ese consorcio, el ya muy conocido Julio Ponce Lerou, yerno del exdictador, y desde esa condición se hiciera del dinero que tanto poder le ha significado.

¿Cómo ocurrió este hecho contra natura?, ¿Cómo se configuró esta insana asociación entre víctimas y el yerno del victimario?, ¿Cuál fue el o los factores que quebraron de forma tan vertical los comportamientos para recibir ese dinero marcado a fuego por su origen?, ¿Cómo se da el caso increíble que haya quienes rompen lanzas por el carácter ilegítimo de la Constitución de 1980, y al mismo tiempo, extiendan ávidamente la mano para recibir ese dinero sucio?.

El problema tiene raíces profundas y se sitúa por allá lejos, en una distorsión ética de los valores políticos, que se da paradójicamente en grupos mesiánicos, que se sienten dueños absolutos de la verdad y que para imponerla hacen suya esa idea tan errada de que “el fin justifica los medios”. Como piensan que su verdad es definitiva y que no hay más verdad que esa, acuden a cualquier instrumento para aplicarla o imponerla, incluido dinero mal habido y de origen espurio.

Lógico que al lado de los iluminados, van también frescos e inescrupulosos de distinto tamaño o relevancia, prestos a recoger las monedas que caen del botín principal, ya que siempre se necesitará de aquellos que operen, o sea concreten en acciones prácticas las instrucciones, tropelías, villanías o rapacerías varias de sus soberbios mandantes.

En la política chilena, hay muchos de ambos tipos de personajes, los que “venden la pomada” y los que “pasan el gorro”, en un circuito perverso que tiene tan alicaída y desprestigiada la política y en consecuencia, la democracia.

No es cierto que los políticos investigados sufran de una injusticia, simplemente viven las consecuencias de haber abusado del poder que tenían, pensando que tales conductas impropias quedarían impunes. Tampoco es cierto que todos lo hacían, esa es la búsqueda de una coartada para tapar las desnudeces, una vez que los hechos se precipitaron y muchos quedaron piluchos.

Es de esperar que este funesto capítulo entregue lecciones efectivas y medidas eficaces para que la vergüenza, que hoy muchos sienten sinceramente, ayude a reponer los valores éticos que han sido defraudados. Eso significa admitir crudamente que lo que se hizo estuvo mal hecho, que no se debía tender la mano tras esos recursos a quienes no tenían otro propósito que no fuera acrecentar su injerencia en la toma de decisiones y aumentar el tamaño de sus fortunas, manipulando la voluntad de una parte del sistema político para tener más de lo que ya tenían.

Es posible rectificar, pero de una vez por todas, hay que dejar de buscar torpes excusas y levantar coartadas absurdas, pueriles y ofensivas al sentir de los ciudadanos indignados por este capítulo vergonzoso de la vida política del país.

Camilo Escalona Medina

Expresidente del Senado de la República
Vicepresidente nacional Partido Socialista de Chile