Orquesta Sinfónica de Chile ofrece intenso y dramático Réquiem de Mozart

ARCHIVO | Agencia UNO
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Bajo la batuta del destacado maestro austriaco Martin Sieghart, la Orquesta Sinfónica de Chile ofreció un concierto especial de Semana Santa en el que interpretó la Sinfonía N°8 en Sí menor “Inconclusa”, del notable músico, Franz Schubert y el Réquiem en re menor, del célebre compositor Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).

Inicialmente, la agrupación musical dió vida a una de las obras más reconocidas del compositor vienés Franz Schubert (1797-1828), presentando su Sinfonía N°8 “Inconclusa”. Escrita en 1822, fue estrenada recién en 1865, 35 años después de la muerte del compositor, dejando en claro desde su primera ejecución que ésta era una obra de mayor madurez, dramatismo y coherencia formal. Muy popular y conocida, la “Inconclusa” , posee dos movimientos perfectamente definidos: Allegro moderato y Andante con moto ambos de gran majestuosidad y dulzura. Esto, a diferencia de otros trabajos sinfónicos, en los que el compositor había dejado líneas melódicas trazadas o fragmentos de un movimiento en particular.

La Sinfónica, muy bien conducida por Sieghart, en número no mayor de unos 40 ejecutantes, lució gran unidad de estilo, con buen trabajo de las cuerdas y excelencia de las maderas. en que -una vez más-volvió a lucirse el joven oboista estadounidense, Jeremy Kesselman.

Al término de la interpretación. el director austríaco comentó “Schubert es maravilloso. En esta creación él nos entrega toda su visión de la vida. Para mí la “Inconclusa” es una obra increíble”.

Mozart y su “Requiem”: hermosura y simbolismo

El “Réquiem” de Mozart, composición central de la velada, contó con la participación del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, dirigido por el maestro Juan Pablo Villarroel, quien comentó: “El Réquiem es una de las obras favoritas de todos los coros, por su hermosura y también por su simbolismo. El hecho de que Mozart haya muerto antes de terminarla le da un aspecto muy sentimental, lo que la hace una obra muy querida por todos los coros del mundo”.

Junto a la Orquesta y Coro actuaron también los solistas chilenos Carolina García-Valentín (soprano), Marisol Hernández (contralto), Leonardo Polh (tenor) y David Gáez (bajo), estos últimos integrantes de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile. El cuarteto tuvo en esta obra, una participación muy profesional, incluso alabada por el maestro Sieghart, destacando la soprano García Valentín por su voz poderosa y su seguridad de tono. De mucha dulzura, en sus intervenciones, la mezzosoprano Marisol Hernández, logró imponer un canto sereno y de gran dominio técnico. Gáez y Pohl, los varones, acertaron en sus enfoques vocales, muy insertos en sus personajes, con mayor limpieza vocal por parte de Pohl, hombre de vasta trayectoria lírica.

La base principal de esta inmensa obra, que Mozart no llegó a concluír, la formaron, director, orquesta y coro, quienes captaron plenamente la intención del aun joven compositor, al ofrecer una producción dramática y conmovedora. El autor austríaco traspasó en su obra, una solemnidad distinta, más sobria, expresada en tonalidades menores, cromatismos, incluso un lenguaje barroco.Él condujo los últimos ensayos del “Réquiem”, agonizante, desde su cama, ofreciendo en esta misa de difuntos -a diferencia de sus anteriores creaciones sacras en las que por lo general usaba un lenguaje operístico y virtuoso- una solemnidad más sobria, expresada mediante tonalidades menores, cromatismos y elementos del barroco, entre otros, logrando una de las piezas más dramáticas y conmovedoras de su producción. El coro femenino, destacó la pureza vocal de sus sopranos, a ratos convertidas en un “coro de ángeles”.

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Bajo la batuta del destacado maestro austriaco Martin Sieghart, la Orquesta Sinfónica de Chile ofreció un concierto especial de Semana Santa en el que interpretó la Sinfonía N°8 en Sí menor “Inconclusa”, del notable músico, Franz Schubert y el Réquiem en re menor, del célebre compositor Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).

Inicialmente, la agrupación musical dió vida a una de las obras más reconocidas del compositor vienés Franz Schubert (1797-1828), presentando su Sinfonía N°8 “Inconclusa”. Escrita en 1822, fue estrenada recién en 1865, 35 años después de la muerte del compositor, dejando en claro desde su primera ejecución que ésta era una obra de mayor madurez, dramatismo y coherencia formal. Muy popular y conocida, la “Inconclusa” , posee dos movimientos perfectamente definidos: Allegro moderato y Andante con moto ambos de gran majestuosidad y dulzura. Esto, a diferencia de otros trabajos sinfónicos, en los que el compositor había dejado líneas melódicas trazadas o fragmentos de un movimiento en particular.

La Sinfónica, muy bien conducida por Sieghart, en número no mayor de unos 40 ejecutantes, lució gran unidad de estilo, con buen trabajo de las cuerdas y excelencia de las maderas. en que -una vez más-volvió a lucirse el joven oboista estadounidense, Jeremy Kesselman.

Al término de la interpretación. el director austríaco comentó “Schubert es maravilloso. En esta creación él nos entrega toda su visión de la vida. Para mí la “Inconclusa” es una obra increíble”.

Mozart y su “Requiem”: hermosura y simbolismo

El “Réquiem” de Mozart, composición central de la velada, contó con la participación del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, dirigido por el maestro Juan Pablo Villarroel, quien comentó: “El Réquiem es una de las obras favoritas de todos los coros, por su hermosura y también por su simbolismo. El hecho de que Mozart haya muerto antes de terminarla le da un aspecto muy sentimental, lo que la hace una obra muy querida por todos los coros del mundo”.

Junto a la Orquesta y Coro actuaron también los solistas chilenos Carolina García-Valentín (soprano), Marisol Hernández (contralto), Leonardo Polh (tenor) y David Gáez (bajo), estos últimos integrantes de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile. El cuarteto tuvo en esta obra, una participación muy profesional, incluso alabada por el maestro Sieghart, destacando la soprano García Valentín por su voz poderosa y su seguridad de tono. De mucha dulzura, en sus intervenciones, la mezzosoprano Marisol Hernández, logró imponer un canto sereno y de gran dominio técnico. Gáez y Pohl, los varones, acertaron en sus enfoques vocales, muy insertos en sus personajes, con mayor limpieza vocal por parte de Pohl, hombre de vasta trayectoria lírica.

La base principal de esta inmensa obra, que Mozart no llegó a concluír, la formaron, director, orquesta y coro, quienes captaron plenamente la intención del aun joven compositor, al ofrecer una producción dramática y conmovedora. El autor austríaco traspasó en su obra, una solemnidad distinta, más sobria, expresada en tonalidades menores, cromatismos, incluso un lenguaje barroco.Él condujo los últimos ensayos del “Réquiem”, agonizante, desde su cama, ofreciendo en esta misa de difuntos -a diferencia de sus anteriores creaciones sacras en las que por lo general usaba un lenguaje operístico y virtuoso- una solemnidad más sobria, expresada mediante tonalidades menores, cromatismos y elementos del barroco, entre otros, logrando una de las piezas más dramáticas y conmovedoras de su producción. El coro femenino, destacó la pureza vocal de sus sopranos, a ratos convertidas en un “coro de ángeles”.