Hace una semana la Corte Suprema ordenó al Hospital de Osorno a administrar todas las vacunas correspondientes a un menor de 4 meses, cuya su madre no ha permitido las inmunizaciones.

Este caso se suma a otros registrados a nivel global ante el miedo generado por publicaciones viralizadas en interner sobre el supuesto riesgo que implicaba para la salud de los más pequeños de la casa.

Por lo anterior, especialistas se han dado la tarea de salir a desmentir a grupos “antivacunas” que apuntan al timerosal, compuesto de mercurio orgánico que tienen algunas vacunas, como responsable de casos de autismo en los niños.

Al respecto, el médico cirujano y Jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Clínico de la U. de Chile, Antonio Rojas, explicó las dudas sembradas por el británico Andrew Wakefield, quien publicó en Lance una investigación donde develaba la relación entre entre la vacuna trivalente -utilizada contra el sarampión, la papera y la rubéola- y el autismo.

No obstante, las pruebas habían sido alteradas, con lo cual su estudio quedó totalmente invalidado.

Según Rojas “la información que se planteó en ese trabajo, no se volvió nunca más a publicar en ninguno de los estudios que buscaron determinar ese efecto, sin embargo, produjo un daño en el sentido que se generaron grupos que comenzaron a rechazar las vacunas”.

Y pese a que reconoce la presencia de mercurio, asegura que “este contenido mercurio es mínimo. Por ejemplo, la cantidad de mercurio orgánico que trae el total de las vacunas del calendario de vacunación que uno se pone durante toda la vida, no es más que comerse una lata de atún”.

En ese sentido, desmintió alguna relación con el autismo, señalando que “en los lugares donde en algún minuto se optó por adoptar un calendario de vacunas que no tuvieran timerosal, las tasas de autismo han ido aumentado igual que en todo el resto del mundo”.

Al respecto, destacó la importancia de inocular a los niños. “La vacunación es la medida de salud más eficiente a lo largo de la historia de la humanidad, no existe otro recurso que salve más vidas que las vacunas”, añadió.

“Existe una sensación de que si yo no vacuno a mi hijo no va a pasar nada. Sin embargo, si es que un porcentaje creciente de la población piensa de esta manera y deja de vacunar a sus hijos, finalmente lo que hacen es no sólo exponerlos a ellos sino a sus pares, que pueden estar susceptibles a un brote de una enfermedad que creíamos que estaba controlada. Eso es un caso claro de lo que puede suceder con el sarampión”, concluyó el especialista.