Los gritos de “¡Arriba España!” no lograron suavizar el gusto amargo de la victoria, en una formación que perdió la mayoría en el parlamento y no sabe si podrá gobernar.

Paradoja de la nueva política española, pasada por el tamiz del cambio: el PP, que llegó en primera posición muestra caras larga, el socialista PSOE -segundo- cuenta sus pérdidas, el antiliberal Podemos -tercero- celebra haber logrado un cuarto de los votos antes de su segundo aniversario, y el centrista Ciudadanos -cuarto, aunque esperaba algo mejor- mantiene la reserva.

Bajo el balcón de la sede madrileña del PP, un inmenso “gracias” en letras azules celebra el hecho que “este partido sigue siendo la primera fuerza política en España”, como dice Mariano Rajoy, su líder y jefe del gobierno saliente, de 60 años.

Pero los militantes están decepcionados, porque su partido acaba de pasar bajo la barrera de los 8 millones de votos por primera vez desde 1993.

Encajando el golpe, como a menudo ha hecho en 34 años de vida política, Rajoy anuncia: “Voy a intentar formar gobierno”.

Sin embargo, entre sus seguidores, Javier Sánchez, un estudiante de 17 años, se preocupa por el éxito de Podemos y una posible alianza con los socialistas, convencido de que “si sale Podemos con el PSOE probablemente España se va a ir a la quiebra”.

“Yo creo que España tiene que madurar”, agrega, en alusión a la formación antiliberal donde líderes y seguidores se vanaglorian de un aspecto y unas ideas de corte alternativo.

En la sede de la formación más antigua del país, el partido socialista fundado en 1879, Juan Carlos Muñoz, funcionario de 53 años se consuela diciendo: “Está claro que el único que puede hacer pactos es Pedro Sánchez”, su candidato, de 43 años.

También este militante habla de Podemos. “Tendrá que demostrar de qué es capaz, si son gente de Estado o demagogos”, dice, seguro de que “habrá que dialogar”. 

‘Nunca visto’

Al mismo tiempo, los globos morados se elevan en el cielo de Madrid, desde la plaza frente al célebre museo de arte contemporáneo Reina Sofía, donde se han reunido miles de partidarios de Podemos para celebrar su buen resultado.

“Es algo impensable para cualquier partido llegar a obtener cinco millones de votos en menos de dos años, un cuarto de los sufragios“, afirma, con mucha calma, un comercial de 63 años, Luis Neira, que participó en todas las asambleas locales de Podemos en Parla, cerca de Madrid.

“Para mí, es algo nunca visto en la historia democrática de España y creo en Europa”, agrega.

Cuatro años después de la ocupación de la emblemática plaza de la Puerta del Sol en Madrid por los ‘indignados’, a partir del 15 de mayo de 2011, la multitud grita “¡Sí se puede!”.

Para Alberto Iglesias, un informático de 27 años que comparte el apellido con el candidato de Podemos pero no tiene parentesco con él, esta “ha sido la victoria de Pablo Iglesias, de Juan Carlos Monedero o de Iñigo Errejón, todos politólogos y excelentes estrategas e intelectuales detrás“.

“Han conseguido canalizar los movimientos que expresan la indignación social desde el 15-M”, agrega entre un mar de globos morados, el color del partido.

Carmen García, una rubia alta y elegante de 53 años, administradora en una empresa de artes gráficas, muestra un rostro grave. “La crisis ha beneficiado a los que más tienen”, “¡estamos hasta el gorro de que nos roben!”, agrega indignada.

El otro nuevo partido que irrumpe ahora en el parlamento, Ciudadanos, que hizo campaña sobre la lucha contra la corrupción y contra el independentismo catalán, se ve cuarto cuando hace poco muchos le vaticinaban una segunda posición, clave para determinar quién gobernará.

“Creo que hay que tener confianza”, dice Carlos Portillo, ingeniero de 28 años, contento de que su partido participe por lo menos en el fin del histórico bipartidismo de PP y PSOE. “Este es el año en el que puede haber un cambio”.