El Valle de Luzbel: un acto de justicia con el precursor de la ciencia ficción chilena

El Valle de Luzbel, Editorial Alfaguara (c)
El Valle de Luzbel, Editorial Alfaguara (c)
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Que Ray Bradbury haya elogiado al chileno Hugo Correa no es una invitación menor. Mucho menos si al mismo entusiasmo se sumara el visionario Isaac Asimov. Ambos en su oportunidad instalaron a este periodista y escritor nacido en Curepto, Talca (1926), en la categoría de autor de culto, condición que no sólo le abrió las puertas de la influyente revista Fantasy and SciencieFiction, sino también lo convirtió en un precursor del género con obras como “Los altísimos”, “El nido de las furias” y “La corriente sumergida”.

Por Marcel Socías Montofré

Por eso encontrarse con “El Valle de Luzbel”, la última novela que escribiera Hugo Correa antes de morir en 2008, es una buena noticia. No sólo por el excelente trabajo de rescate que hace Editorial Alfaguara, sino también porque se suma –por derecho propio y merecido reconocimiento- al éxito editorial que hoy por hoy disfruta el género de ciencia ficción en Chile gracias a autores como Álvaro Bisama, Daniel Villalobos y Jorge Baradit.

Con una propuesta narrativa que da cuenta de la creatividad del autor –jugando con el lector en un relato que pasa de primera a tercera persona sin previo aviso y con mucho ingenio-, “El Valle de Luzbel” es una apuesta adelantada a su tiempo, donde el mismo autor advierte que se trata de una “Novela New Age”, que nos interna en complejos laberintos de civilizaciones previas a la existencia de Adán –los preadamitas-, empujando la imaginación hasta límites tan tentadores como el mito del ángel caído, el origen de la especie humana, la siempre conspirativa existencia de los extraterrestres, el desborde místico y la atractiva insinuación de aquello que las religiones silencian por miedo… o por razones que el mismo Correa se encarga de investigar a través de su personaje principal, Carlos Sánchez, una suerte de alter ego que deja el cansino paso de su jubilación para encontrar valles perdidos y explicaciones insólitas en territorios donde todo es posible, menos la casualidad.

Si bien es cierto que Hugo Correa exige cierta complicidad del lector, sobre todo por una estructura narrativa que a veces descansa demasiado en el azar y argumentos que se acercan peligrosamente a la ingenuidad, es imposible no elogiar su propósito de construir un Chile mítico en el fértil territorio de la fantasía. Más aun cuando se trata de un autor que por muchos años –tal como su obra- estuvo oculto y casi perdido en librerías de anticuarios o estantes rezagados por el dominio del realismo. Una suerte de ostracismo literario que Editorial Alfaguara se encarga de resarcir (para 2016 se espera la reedición de cuatro de sus novelas) y que la lectura de El Valle de Luzbel nos permite sospechar y preguntarnos: ¿Por qué un autor chileno -el único latinoamericano citado en la Enciclopedia Mundial de la Ciencia-Ficción- ha sido tan soslayado por la historia. Un misterio que sin duda El Valle de Luzbel se encarga de responder para todos los que están dispuestos a correr el velo… y leer.

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Que Ray Bradbury haya elogiado al chileno Hugo Correa no es una invitación menor. Mucho menos si al mismo entusiasmo se sumara el visionario Isaac Asimov. Ambos en su oportunidad instalaron a este periodista y escritor nacido en Curepto, Talca (1926), en la categoría de autor de culto, condición que no sólo le abrió las puertas de la influyente revista Fantasy and SciencieFiction, sino también lo convirtió en un precursor del género con obras como “Los altísimos”, “El nido de las furias” y “La corriente sumergida”.

Por Marcel Socías Montofré

Por eso encontrarse con “El Valle de Luzbel”, la última novela que escribiera Hugo Correa antes de morir en 2008, es una buena noticia. No sólo por el excelente trabajo de rescate que hace Editorial Alfaguara, sino también porque se suma –por derecho propio y merecido reconocimiento- al éxito editorial que hoy por hoy disfruta el género de ciencia ficción en Chile gracias a autores como Álvaro Bisama, Daniel Villalobos y Jorge Baradit.

Con una propuesta narrativa que da cuenta de la creatividad del autor –jugando con el lector en un relato que pasa de primera a tercera persona sin previo aviso y con mucho ingenio-, “El Valle de Luzbel” es una apuesta adelantada a su tiempo, donde el mismo autor advierte que se trata de una “Novela New Age”, que nos interna en complejos laberintos de civilizaciones previas a la existencia de Adán –los preadamitas-, empujando la imaginación hasta límites tan tentadores como el mito del ángel caído, el origen de la especie humana, la siempre conspirativa existencia de los extraterrestres, el desborde místico y la atractiva insinuación de aquello que las religiones silencian por miedo… o por razones que el mismo Correa se encarga de investigar a través de su personaje principal, Carlos Sánchez, una suerte de alter ego que deja el cansino paso de su jubilación para encontrar valles perdidos y explicaciones insólitas en territorios donde todo es posible, menos la casualidad.

Si bien es cierto que Hugo Correa exige cierta complicidad del lector, sobre todo por una estructura narrativa que a veces descansa demasiado en el azar y argumentos que se acercan peligrosamente a la ingenuidad, es imposible no elogiar su propósito de construir un Chile mítico en el fértil territorio de la fantasía. Más aun cuando se trata de un autor que por muchos años –tal como su obra- estuvo oculto y casi perdido en librerías de anticuarios o estantes rezagados por el dominio del realismo. Una suerte de ostracismo literario que Editorial Alfaguara se encarga de resarcir (para 2016 se espera la reedición de cuatro de sus novelas) y que la lectura de El Valle de Luzbel nos permite sospechar y preguntarnos: ¿Por qué un autor chileno -el único latinoamericano citado en la Enciclopedia Mundial de la Ciencia-Ficción- ha sido tan soslayado por la historia. Un misterio que sin duda El Valle de Luzbel se encarga de responder para todos los que están dispuestos a correr el velo… y leer.