La dirección de seguridad interior (DGSI) en Francia tiene identificadas a 10.000 personas en el fichero S (por “seguridad del Estado”), en el que se incluyen hinchas violentos, miembros de grupos de ultraizquierda o de ultraderecha, etc.

Entre ellas, más de la mitad están fichadas como islamistas radicales o individuos que podrían tener un vínculo con los medios yihadistas.

La ficha S está destinada sobre todo a llamar la atención de las fuerzas de seguridad si uno de los vichados es controlado o detenido. En tal caso, deben informar inmediatamente a los servicios de inteligencia.

Entre todas esas personas, unas han sido ya condenadas por cargos de “terrorismo”, en particular desde los atentados de 1995, otras son consideradas como susceptibles de radicalizarse o como ya radicalizadas.

Tal fue el caso de sospechosos citados en ataques cometidos o impedidos en Francia desde los atentados yihadistas de enero pasado contra el semanario Charlie Hebdo y un supermercado kósher de París que dejaron 17 muertos.

Tal fue el caso también de Mohamed Merah, autor de las matanzas perpetradas en marzo de 2012 en la región de Toulouse en nombre de la yihad.

Yassin Salhi, que decapitó a su empleador en el este de Francia en junio pasado, había tenido también una ficha S durante dos años, sin haber llamado por ello la atención de los servicios de policía.

Esto se explica porque el objetivo de la ficha S no es vigilar a las personas sospechosas de manera permanente, y ni siquiera ocasionalmente.

“A menudo es más un indicador, una especie de termómetro que hay que cuidar y alimentar para que sea eficaz”, explicó un policía.

Además de los antecedentes judiciales, informaciones de los servicios de inteligencia franceses y extranjeros alimentan las fichas S.

En ellas hay varios grados, clasificados de S1 a S15, no en función del nivel de presunta peligrosidad de la persona, sino en función de las acciones a realizar al encontrarse en presencia del sospechoso.