Columna de Jorge Costadoat, sacerdote y académico de la Facultad de Teología de la P. Universidad Católica de Chile, en Reflexión y Liberación.

Los osorninos son madera que no se pudre. Huelen a cipreses. Nadie les gana en lealtad. Los amigos osorninos duran para toda la vida.

De Osorno he visto salir la gente más inteligente de Chile. Este pueblo piensa con el corazón. Los osorninos no brillan en la batalla de las ideas chispeantes y pasajeras. Resbalan en los pisos de las embajadas. Sus mentes son profundas. Argumentan con la vida y con la tierra, no creen en leseras. Detectan la falsía a kilómetros. Su perspicacia cree con los años. Con un osornino viejo, es mejor no batirse en el ágora de la discusión. Tienen algo de los colonos alemanes. De la astucia chilota. Y mucho de pellín huilliche. Resisten. Resistirán.

¿Por qué el Papa los trata de “tontos”? ¿Tonto el Papa?

Es este uno de los papas más extraordinarios que hemos tenido. La Iglesia necesitaba un pastor, alguien que adivinara el sufrimiento de los contemporáneos y tratara de comunicarles a Cristo como una verdadera buena noticia. El Pueblo de Dios está cansado de fardos de moral insoportable. Muchos católicos huyen de su Iglesia porque nadie los toma en cuenta. Sus sacerdotes han sido formados para tratar con niños, pero no con adultos. Francisco Papa está cambiando las cosas. Parte importante de su virtud es precisamente su lenguaje pastoral. Él no tiene que ser infalible en todos su actos ni cada vez que abre la boca. Nos faltaba un papa que pudiera equivocarse. Porque los cristianos necesitan de ejemplos de seres humanos como ellos, de personas que fallan, se arrepienten y piden perdón. Francisco ha acertado como papa porque, paradójicamente, ha corrido el riesgo de equivocarse.

Ahora último ha cometido dos errores con los osorninos, y los ha ofendido. El primer error ha sido nombrar a Juan Barros obispo de Osorno en contra del sentir de su gente y haciendo caso omiso del parecer de la Conferencia episcopal de Chile. El segundo error es mantenerlo en el cargo, no obstante el incendio en la diócesis. No puede ser que a una iglesia local se le imponga un obispo que la divide. Francisco no puede simplemente decir que Barros no ha hecho nada malo. Aún en el caso en que sea inocente –lo que el país duda con serios antecedentes -, el Papa no ha ponderado que el caso Karadima ha dinamitado la confianza en la institución eclesiástica chilena. Dos errores: uno nombrarlo, otro mantenerlo.

Hay todavía un error mayor. Este atañe a la organización de la Iglesia Católica. ¿Por qué a la Iglesia chilena los papas le nombraran los obispos? ¿Por qué la opinión de los nuncios pesa más que la de los obispos nativos? El cónclave que eligió a Francisco le pidió una sola cosa: la reforma de la curia. Esperamos que esta prospere, que surjan iglesias más autónomas. Deseamos que un día todos los católicos tengamos algún grado de participación en la elección de nuestros obispos. Entre tanto las estructuras de la Iglesia Católicas se desmoronan. Los escombros caen sobres los fieles.

Francisco Papa que no tiene nada de tonto, debe sin embargo pedir perdón a los osorninos o al menos darles una explicación. Así será consistente con su humildad. Aplaudimos de él que hable sin papeles, sin palabras oblicuas, acaracoladas, que más mienten que dicen la verdad. Ya nadie cree en el modo eclesiástico de hablar. Pero el Papa debe también hacerse cargo de los efectos colaterales de su estilo.

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