El impacto de los cometas que golpearon la tierra hace 4.000 millones de años podrían haber tenido un papel en la aparición de la vida en la Tierra, afirma un grupo de investigadores japoneses, que intentó reproducir esta “fórmula” en un laboratorio.

Los científicos, que presentan este miércoles los resultados de su investigación en la conferencia de geoquímica Goldschmidt2015 en Praga, recopilaron una lista de sustancias para reproducir la reacción en un laboratorio.

En la receta, los investigadores mezclaron aminoácidos, hielo y sustancias silicatadas a temperaturas de -196 grados Celsius, una mezcla presente en los cometas, como han podido comprobar las últimas misiones espaciales.

Después, los científicos añadieron un gas propulsor, para simular el efecto de una colisión del cometa con la Tierra, lo que provocó que algunos aminoácidos se transformaran en péptidos de cadena corta, moléculas complejas a menudo consideradas fundamentales para el desarrollo de la vida.

“Nuestras experiencias muestran que el frío existente en los cometas ha jugado un impacto clave en esta síntesis”, destacó en un comunicado Haruna Sugahara, de la Agencia Japonesa para la Ciencia.

“La producción de péptidos de cadena corta es una etapa clave en la evolución química de las moléculas. Una vez que se inicia el proceso, se requiere mucho menos energía para formar las cadenas de péptidos más largas en un ambiente terrestre y acuático”, agregó el comunicado.

El investigador señaló que los impactos de cometas, que habitualmente están asociados a eventos de extinción en masa, probablemente también dieron un “empuje” al proceso para la formación de vida.

Un proceso similar también podría haberse producido en otros lugares del cosmos.

Los resultados de la investigación de Haruna Sugahara y de Koichi Mimura de la Universidad de Nagoya todavía no han sido publicados, pero según Mark Burchell de la Universidad de Kent, “constituyen un aporte significativo al estudio sobre el origen de las moléculas complejas en el universo”.

La misión de la sonda europea Rosetta, que acompañó al cometa 67P/Churiumov-Guerasimenko, confirmó que el cuerpo celeste era rico en materia orgánica.