Por Anton Reyes para El Definido

Acompañando a un amigo, llegué a un antiguo edificio y subiendo por unas viejas escaleras me encontré con unas 12 personas absortas jugando ajedrez. Junto a cada tablero un reloj indicaba el tiempo restante a cada jugador, los relojes tenían una sinfonía en aquella habitación. Tic-tac se escuchaba a cada instante, había cierta tensión. Ocasionalmente, un tablero se llenaba de espectadores, mientras los jugadores movían las piezas con tal rapidez, que parecía más una partida de ping pong que una “reposada” partida de ajedrez.

El edificio ya casi se desmoronaba, pero bastaba una humilde salita con un par de mesas y sillas para disfrutar de esta noble actividad. Un deporte muy económico, requiere de un espacio e implementos mínimos, pero sus beneficios para el intelecto son enormes. Debido a ello, el Parlamento Europeo recomienda a sus países miembros fomentar el ajedrez en las escuelas y diversos estudiantes a lo largo del mundo aprovechan sus bondades.

El ajedrez: un gimnasio para la mente

Es ideal comenzar a jugar ajedrez desde pequeño, ya que los niños que juegan ajedrez usualmente mejoran su rendimiento académico. La evidencia indica que agregar un par de horas de ajedrez a la semana en las escuelas, puede mejorar el desempeño en matemáticas, e incluso en lenguaje, al ejercitar la concentración, lógica y memoria. Se han realizado investigaciones con cientos y en algunos casos miles de estudiantes, en Italia, Canadá, EE.UU., Venezuela, Rusia, China, entre otros países, siempre llegando a conclusiones similares: los niños que juegan ajedrez mejoran sus habilidades para resolver problemas y su rendimiento académico. Por ejemplo, en Italia participaron de un estudio 568 estudiantes de escuelas primarias, para evaluar el efecto de aprender ajedrez en las habilidades matemáticas; los resultados indicaron una mejora estadísticamente significativa en su capacidad para resolver problemas. La síntesis de este y otros estudios se puede encontrar en un informe realizado por la Kasparov Chess Foundation, que reúne los resultados de aplicar el deporte ciencia a las escuelas en diferentes países.

El ajedrez no solo puede ayudar en las escuelas, también es un punto de encuentro para personas de distintas generaciones. En mi visita al antiguo edificio, vi a un anciano bastante avezado en las batallas del tablero, jugando con un joven y que, frente a la mirada perpleja de los espectadores, encontró una jugada de exuberante belleza. La cara del joven, reflejaba dolor -perder una partida de ajedrez pone a prueba la resiliencia-, pero también admiración y entusiasmo, pues acababa de aprender algo nuevo.

Llegó mi turno, me explicaron que tenía que mover la pieza y presionar el botón del reloj; si una diminuta manecilla roja “caía”, perdía inmediatamente por tiempo. Sentía el tic-tac del reloj y mi rival movía las piezas con gran rapidez. No entendía cómo él podía pensar tan rápido y yo tan lento, al parecer, para él derrotarme era como matar a un insecto. Aquella noche, me recordó la película El club de la pelea y me impulsó a frecuentar el mundo del ajedrez, sin duda, una aventura que me ha traído enormes beneficios.

Ajedrez como terapia

Además de condimentar la vida de quienes lo practican, el ajedrez es una valiosa herramienta para ayudar a los niños impulsivos…

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