Malasia anunció el jueves la movilización de la marina y de los guardacostas para socorrer a los migrantes varados en el mar desde hace semanas mientras los países de la región y Estados Unidos se reúnen en Birmania para tratar la crisis.

“Tenemos que salvar vidas”, dijo el primer ministro malasio, Najib Razac, en su cuenta de Facebook.

El miércoles, Malasia e Indonesia cambiaron de postura y dijeron que ya no expulsarán a los barcos cargados de migrantes, en su mayoría bangladesíes o de la etnia rohingya, una minoría musulmana marginada y perseguida procedente de Birmania, un país mayoritariamente budista.

El jueves, Malasia fue aún más lejos y lanzó una operación de rescate en el mar de Andamán, un cambio de rumbo completo con respecto a la gestión de la crisis que se estaba llevando en la región desde hacía diez días.

En el sureste asiático, este éxodo dura desde hace años pero el fenómeno se incrementó de manera dramática desde principios de mayo, después de que los traficantes dejaran varados en el mar a miles de migrantes a causa de las políticas represivas de Tailandia.

Casi 3.000 migrantes han llegado a Tailandia, Indonesia o Malasia en los últimos días, pero hasta ahora las autoridades había alejado de sus costas a varias embarcaciones, provocando duras críticas de las Naciones Unidas y de organizaciones no gubernamentales.

El jueves, cientos de migrantes llegaron a la provincia indonesia de Aceh. La mayoría estaban enfermos, débiles y deshidratados tras haber pasado varios días en el mar, según un periodista de AFP en el lugar.

“Si el gobierno indonesio nos envía de vuelta a Birmania, es como si nos matara”, afirmó Sohidullah, de 45 años, que viajaba a bordo de un barco que fue expulsado de Malasia y Tailandia y que finalmente logró llegar a las costas indonesias.

Presión sobre Birmania

Los países de la región y Estados Unidos debían reunirse este jueves en Birmania para una serie de encuentros bilaterales sobre la crisis migratoria.

Malasia e Indonesia enviaron a sus ministros de Relaciones Exteriores, Anifah Aman y Retno Marsudi, que ya se habían reunido el miércoles en Malasia.

Estados Unidos, que afirmó estar listo para contribuir a resolver la crisis acogiendo a una parte de los miles de migrantes, envió a Antony Blinken, secretario de Estado adjunto.

La mayoría de la comunidad rohingya, de 1,3 millones de personas aproximadamente, vive en el estado de Rajine, en el noroeste de Birmania, fronterizo con Bangladés.

“Vamos a hablar directamente con el gobierno birmano sobre su responsabilidad en la mejora de la situación del estado de Rajine, para que la gente deje de tener la sensación de que no tiene más opción que arriesgar su vida en el mar”, declaró Blinken durante una etapa de su viaje el miércoles en Yakarta.

De momento, el gobierno birmano continúa sin reconocer a los rohingyas como grupo étnico, considerándolos como inmigrantes ilegales de Bangladés, a pesar de que estén instalados en Birmania desde hace generaciones. La comunidad no tiene papeles, ni acceso al sistema escolar ni al mercado de trabajo.

“Si piensan hablar de los rohingyas, como ya hemos dicho, no aceptaremos este término”, avisó Zaw Htay, portavoz de la presidencia birmana.

Con todo, Birmania ha suavizado su posición y ha anunciado que está dispuesto a ayudar a los migrantes y que acudirá a la cumbre que se celebrará en Bangkok el próximo 29 de mayo.

Según Naciones Unidas, frente a las costas de Birmania habría más de 2.000 migrantes retenidos por sus traficantes a bordo de barcos en condiciones terroríficas, a tenor del testimonio de los pocos que pagaron un rescate para poder volver a tierra.