Cuando padres y educadores hacen uso de un “no” que impide el ejercicio de la libertad de hijos o educandos, es posible escuchar cómo insisten en su solicitud, fundándose en el único argumento de que muchos lo hacen.

“¿Y por qué yo no?”, arguyen, adocenándose y siguiendo el criterio de los demás. Su única defensa es el cómodo e infantil argumento de “así lo hacen todos”, que se ha transformado –y no sólo en la juventud- en la razón suprema que justifica y otorga legitimidad moral a cualquier acción que quieran realizar.

Lo bueno y lo malo lo decide el número, el consenso, la masa. Creen que los temas morales son como las estadísticas, en las que la normalidad la determina la densidad y la frecuencia de casos.

Los deseos no se cuestionan y tampoco pasan, ni por asomo, por el ejercicio de la razón, de la prudencia y de la ética. No se preguntan: ”¿es bueno; es el momento oportuno; vale la pena, es prudente?”. Es exclusivamente el querer por encima del deber. Lo quiero y basta; si puedo, lo hago.

Actúan como rebaño, con espíritu gregario, como manada, como nao al garete, sin ancla. Como veletas se dejan arrastrar, manipular y, disolviéndose en una masa anónima e irresponsable, se hacen meros trasmisores pasivos de lo que algunos piensan y quieren; se “suben al carro” de la moda sin saber adónde los llevará. Recuerdan a ese grupo de reclutas que mientras marchaban repetían, una y otra vez, el estribillo: “yo no sé para donde voy, sólo sé que marchando estoy”.

¿Son todos iguales? No, gracias a Dios, no lo son. Hay otros -¡y no son pocos!- que se comportan de una manera muy diferente y necesitamos con urgencia que con su voz y su ejemplo se hagan presente en medio de nuestra sociedad y digan “basta”, que se puede ser joven de una manera diferente, respirando aire puro y bebiendo agua limpia.

Se les necesita ya, ahora: valientes, con convicciones y valores, dispuestos a ir contra corriente, “a pelear el buen combate”. Como les dijo el Papa Francisco en la JMJ 2013 en Brasil, que no se conformen con balconear la vida, con observarla desde afuera, sino que, con entusiasmo y alegría, se pongan en camino y participen activamente en el misterio de la levadura, que todo lo penetra por dentro y todo lo renueva.

Se necesita con urgencia que sean protagonistas del cambio profundo que necesita la juventud.

Abelardo González Alvarado es Psicólogo PUC. Fue Jefe de Personal de la Compañía Siderúrgica Huachipato S.A hasta diciembre de 2011. Actualmente se desempeña como Administrador del Colegio Pinares.