Cuerpo esbelto, tallado y exagerado; una mujer que se acaricia en espera de su amante que entrará por la ventana para brindarle un infinito placer. Casualmente, lleva un traje ajustado o lencería de colección. Luego, los labios maquillados de esta “doncella”, aúllan frente a la cámara: un sinfín de orgasmos pauteados y grabados se repiten mil veces para que no quepa duda que fue la mejor experiencia de su vida.

Eso es porno. La gran industria del estereotipo que reduce a la fémina a un ser flexible, sometido y listo para el hombre: lesbiana sólo si a éste le apetece “probar algo más”. La conejita playboy que se pondrá de cabeza, si es necesario, con tal de capturar el mejor zoom de sus partes íntimas.

Fue aquella imagen la que provocó un eterno cuestionamiento en el género, más bien, deformó la definición del mismo, logrando capturar diversas formas y horizontes que alejaron al cuerpo del plástico y lo significó en su manera más natural.

Diseñado como concepto por el fotógrafo erótico Wink van Kempen, el postporno nace como respuesta a los cánones sexuales establecidos por los medios. Dentro de esta categoría califican desde las performances de Annie Sprinkle en los 80, donde enseñaba su vagina para que el público examinara el órgano con una linterna, las intervenciones de desnudos y masturbaciones públicas en Europa realizadas por colectivos feministas, hasta el creciente rubro que está adquiriendo la expresión (altamente censurada) en América Latina.

Ya no existen límites del cuerpo, ni cuerpos con límites. Este arte retrata las prácticas sexuales tal y como son, enseña la figura humana -si es necesario- con estrías, sobrepeso, vellos y celulitis, abriendo un espacio para cualquier persona que desee expresarse. Por otra parte, la naturalidad del cuerpo se contrarresta con la exposición de prácticas ocultas y censuradas, tabúes y deconstrucciones de la heteronormatividad.

Postporno en Chile

Una exponente nacional es Lucía Egaña, una artista, activista y escritora que actualmente realiza un Doctorado en Comunicación Audiovisual en Barcelona. Ella grafica el movimiento en uno de sus documentales “Mi sexualidad es una creación artística“, definiéndolo como un espacio para cuerpos y prácticas que no encajan -ni les interesa encajar- en la pornografía convencional.

La postpornografía es una “práctica política”, según señala la directora, que toma parte de la industria convencional del porno para cuestionar la “normatividad sexual y las formas de representar y actuar en el sexo”.

Egaña, quien además organiza el festival de pornografía no convencional “Muestra Marrana”, destaca que si bien el postporno no tiene un objetivo preciso, su propósito es “desencadenar procesos que desorienten o desencajen ciertas estructuras que permean y recubren lo sexual hegemónico”. La artista afirma que la postpornografía es “una actitud crítica” antes que un programa estructurado.

Desde su mirada latino-europea, ella destaca -entre otros- algunos exponentes de la escena Chilena. Entre los anteriores, a los artistas Felipe Rivas San Martín y Katia Sepúlveda, el desaparecido colectivo “Subporno” quienes produjeron un proyecto durante la conmemoración del Bicentenario titulado “Esto es Chile” (password: vamosajugar); señala además, los experimentos cinematográficos de Wincy con la activista queer -término empleado para definir minorías sexuales sin categoría- Hija de Perra; y las performances activistas de Missogina.

Ya sea como filosofía, política, paradigma o una simple idea, el postporno invita a reestructurar la esencia del género, la amplitud del acto sexual y la oportunidad de abrir la mente para dejar atrás actitudes como el machismo, la discriminación y la ignorancia.

“No dejemos que nuestra sexualidad sea reprimida por sectores que son incapaces de entender las fantasías excitantes. Imaginemos, juguemos aprendamos y disfrutemos”, señala el manifiesto del destacado exponente de postpornografía Go Fist Foundation.

Ensayos: Otro porno es posible

En el libro “En Reversa”, que reúne las primeras jornadas estudiantiles de teoría de género de la Universidad de Chile, el artista visual Felipe Rivas San Martín, plantea el postporno como una reinvención del arte sin fronteras, “¿puede hablarse de pornografía sin la presencia de órganos sexuales? ¿o sería posible hacerlos presente de una manera distinta, descontextualizada?”.

En el ensayo titulado “Otro porno es posible”, el autor concluye con una cita de la Maratón Posporno en Barcelona, invitando a tomar o dejar la iniciativa, con una “perspectiva crítica” la cual “abre una brecha en la historia de la representación de la sexualidad, convirtiendo la pornografía en un género histórico, preciso, que quizás hoy estemos, por primera vez, en situación de analizar críticamente, y quién sabe si de dejar atrás”.