Este pasado 8 de julio sobrepasé oficialmente la barrera de los 40. Fue en una fría y lluviosa tarde de domingo hace 41 años cuando mi madre debió ser trasladada al Hospital de Quillota, en medio de un temporal de aquellos, con caída de arboles, cortes de luz y lluvia torrencial.

Debo reconocer que nunca he sido de tener muchos amigos, mas bien soy bastante antisocial, en el buen sentido de la palabra.

Mis primeros cumpleaños fueron bien austeros, por no decir casi nulos, aunque debo reconocer que no sólo mis primeros cumpleaños, sino todos los demás. Un pastel, una vela y un beso de mi madre, de mi tía y mi abuelo, mi gran y recordada familia porque hoy están todos bajo tierra. Con eso bastaba, hasta que me empezaron a invitar a las fiestas de mis amiguitos.

Con el tiempo aprendí a convivir con esa desazón de no tener fiestas propias, pero si de asistir a las que me invitaban, casi sintiendo una sana envidia, pero no de los regalos, sino de ver como mis amigos abrazaban a sus padres.

Debo decir que curiosamente siento que todos aquellos que no tuvimos esa figura paterna en los primeros años, nos acostumbramos a ello, y con el tiempo aprendes a asumir que simplemente no está, que los trabajos del día del padre en la escuela tenían solo dos caminos, o entregárselos a la mamá que hacía las veces también de papá; o simplemente botarlos y reciclar los materiales para otro trabajo. Total, esos trabajos para la clase de “Artes Manuales” eran sólo para asegurar una nota, por cumplir. Entonces quizás por eso, eso de los regalos es también ha sido esquivo.

Insisto en que soy de pocos amigos, incluso ahora con las redes sociales y principalmente Facebook, de un tiempo a esta parte tengo no más de 70 “amigos”. Desde que creé la cuenta, todos los años recibía infinidad de saludos, incluso de políticos, alcaldes, autoridades y ahí fue cuando comencé a sospechar algo extraño. Empezaron a saludarme personas que ni conocía ni sabia que existían, si hasta primos nuevos me aparecieron por los alcances de apellidos.

Este año, hice un experimento. Eliminé esa opción de Facebook que avisa de los cumpleaños y esperé a ver cuantos saludos recibía. El resultado fue obvio: ninguno. (excepto claro los esfuerzos de mi hija por comunicarse conmigo y el cumpleaños feliz cantado por mi mujer a las 00.00 horas como ha sido casi una tradición entre nosotros estos 6 años)

Las herramientas tecnológicas y las redes sociales se han transformado sin duda -más que en elementos de entretención-, en parte importante de nuestras vidas. Todo gira en torno a ello. Todo hoy por hoy está a la mano, incluso nuestros más profundos sentimientos de cariño, de amor, de tolerancia y de odio, se reflejan en los teléfonos inteligentes y en los computadores.

Debo reconocer que al día siguiente recibí las criticas y los reparos de amigos y compañeros de trabajo. Estaban molestos porque no avisé de mi cumpleaños. Rescato dos frases, una de Karen: “Eres un egoísta porque no quisiste compartir con nosotros tu cumpleaños huev… eres un hij..de pu…”. La otra de Verónica: “Deja de sentirte víctima y actúa… fue bastante infantil eso de poner a prueba a los tuyos”.

Acepto hidalgamente los retos que me dieron y para ser justos, debo decir que recibí el cariño de mis cercanos, mensajes lindos en las redes sociales, me saludó mi amiga diputada, me dieron el tradicional tortazo y hasta un meme me hicieron, así es que pasé un “feliz no cumpleaños”. Pido sinceramente disculpas a todos quienes pudieron sentirse mal por esta jugarreta, no fue esa de verdad mi intención, solo quería saber y sentir en carne propia lo que Albert Einstein escribió hace muchos años: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad”.

A partir de hoy, aprenderé a convivir con la tecnología y hacerla parte de la vida; y como no quiero pasar un próximo cumpleaños sin saludos ni regalos, volveré a habilitar la opción de Facebook para avisar del día en que nací.