Parece que el ciclo de fama de los computadores y las tablets con sus teclados digitales llevan ventaja a la forma de escritura tradicional, en la que prevalecía la escritura a mano y la comprensión más acabada de lo que se estaba haciendo.

Eso es lo que postula un reciente artículo del medio español ABC, en donde señalan que usar un papel y un lápiz tendría ventajas comprobadas por neurocientíficos y docentes. Con esta práctica se vería beneficiada la memoria y nuestro dominio ortográfico.

De acuerdo a lo declarado por el director del grupo de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Granada, Juan Lupiañez, las diferencias entre ambas formas de redacción radican en que cuando lo hacemos a mano, el cerebro permanece atento y debe crear representaciones visuales de lo que se va a escribir.

Si usamos un teclado, efectivamente avanzamos más rápido que del modo tradicional, pero a su vez, estamos operando de forma más autómata, sin comprender siquiera lo que queremos contar al mundo.

Lupiañez indicó que tuvo acceso a un estudio científico en el que aseguraban que teclear los apuntes genera un recuerdo más literal, pero menos asociado a memorizar las cosas. Al contrario de esto, quienes prefieren el método clásico guardan una comprensión profunda.

El profesor ha podido comprobar in situ esta curiosa relación. Precisa que al escribir a mano, debido a la velocidad, no alcanzas a anotar todo, pero de todas formas vas creando mapas cerebrales para retener la mayor cantidad de información.

Al revés, aquellos que usan su computador pueden escribir todo, pero mucho más mecanizado y con menos retención. He aquí la diferencia, la selección e integración del texto es importante a fin de cuentas, y a juicio del docente eso se logra escribiendo a mano.

Otro que también defiende el antiguo método es el psicopedagogo Pablo Canosa, quien indica que éste activa más zonas del cerebro, “provoca mejores aprendizajes, más profundos y duraderos”.

Escribir a mano significa que dejamos una “huella motora”, lo que mejora sustancialmente el reconocimiento caligráfico, sostiene el profesor del Centro Universitario VIllanueva de Madrid, en España.

Un caso muy particular que sigue al pie de la letra los consejos de los expertos, se encuentra precisamente en tierras madrileñas. Allí, el colegio Padre Coloma tiene la política de no poseer libros ¿Entonces cómo lo hacen? Son escritos en las aulas por lo mismos alumnos.

Al respecto, la directora del establecimiento, Carmen Pascual, se muestra confiada en que al escribir no solo debemos aprendernos los números o las letras, sino que también fomentar aspectos motrices y de coherencia.

A juicio de Pascual, la caligrafía adecuada va ligada a una posición frente a la vida adecuada. Sostiene que hoy por hoy, los libros están lejos de promover la escritura y los niños tienen una actitud bastante pasiva frente a ellos.

Por lo mismo, que ellos escriban sus propios libros es una de las tareas más arduas pero estimulantes que un colegio público como ese puede exigir.

Cabe señalar, que en esa ciudad las dos pruebas de conocimiento aplicadas en instituciones educacionales incluyen dictados escritos. Además, con frecuencia los alumnos y estudiantes participan en concursos en los que escribir a mano es una obligación.