Los buenos europeos ni imaginan lo que es sobrevivir en Chile, territorio sísmico de escala mayor. Que como es aquello de soportar sacudones y alarmas y, tal cual musitan los temerosos vecinos antiguos, “andar día y noche con el credo en la boca”.

De nuestros terremotos y maremotos, por estos pagos, no cesa la lluvia de informaciones. Se comenta sobre los cientos de miles de evacuados recientes y en orden; del temple de la población en el norte territorial o de la observación rigurosa en normas de seguridad. Todo es, a todas luces, admirable.

En el Viejo Mundo, como ya se sabe, hay otras tembladeras y amenazas, distintos “tsunamis”. Fenómenos desestabilizadoras que, asuelan de otro modo, sobre todo en estos últimos días.

Hay tensión en las fronteras comunitarias, maniobras guerreras costosas, la OTAN con barcos y aviones ensayando ante la posibilidad de un drama bélico nuclear. A cien años de la Primera Guerra Mundial y a 25 años de la desaparición del Muro en el nevoso Berlín, Europa no duerme tranquila.

Todo se enmarca, además, en una crisis interminable. Un largo descalabro económico que ha empobrecido a la gente más necesitada y marginada junto con la clase media. Un degüello a mansalva, con rebajas de sueldos y salarios, crecidos impuestos y míseras jubilaciones pero que… ¡Milagros del mercado y de la economía liberal, o neo liberal o como se llame!… Es un fenómeno que ha regalado más dinero a los bancos y empresas y ha convertido a los ricos en mucho más ricos.

Para la izquierda en la Unión Europea, su principal meta, es amparar a los ciudadanos. Protegerlos de los salvajes mercados financieros. Sin embargo siguen flotando en los veintiocho países unidos, veintisiete millones de cesantes. Esta condición aherroja, sobre todo, a las generaciones jóvenes. Uno de cada dos muchachas y muchachos en Italia, Irlanda o España no tiene como ganarse la vida. Este último país, cuyo gobierno derechista en Madrid proclama que ahora va mejor, es el segundo territorio con mayor pobreza infantil del continente.

Hay muchas tareas pendientes y urgentes. Sin ir más lejos, la evasión fiscal y el fraude que roban y estafan a la sociedad europea un billón de euros cada año. Para comprender mejor la cifra: un billón de euros anuales significa despojar de dos mil euros anuales a cada europeo. Un billón de euros es cuatro veces el gasto e inversión, por cabeza, en la maltrecha educación pública.

Una guerra más inteligente sería aquella contra tanta corrupción, bloqueando los paraísos fiscales, vigilando a las multinacionales que, escamoteando impuestos, obtienen trillones de beneficios. Una guerra contra el resurgimiento de fuerzas y partidos neo nazis que, como mala hierba, pugnan por envenenar y abortar la unidad europea con todos sus signos: moneda única, fronteras abiertas, etc.

Algunos economistas al servicio de este feroz sistema anuncian nuevos apretones. Que los Estados Unidos, aliados con los países de Europa, se encaminan a una destrucción del dólar y del euro. Pero en reemplazo ¿qué vendría? No hay respuestas coherentes.

Lo que sigue ocurriendo en Crimea, luego de la anexión que perpetró la Rusia de Putin, las nerviosas idas y vueltas de los gerifaltes en Bruselas, o sea en la sede burocrática de la Unión y las consultas al más alto nivel en el nevoso Berlín o en otras capitales, con la visita de Barak Obama de por medio, siguen atosigando. ¿Atosigando a quién? A la vida común y moliente de buena parte de los ciudadanos del Viejo Mundo. A los pocos que nunca son indiferentes al peligro. A los que se interesan de veras por la tumultuosa realidad.

Oscar “El Monstruo” Vega
Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos. Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce. Actualmente reside en Portugal.