Tras los terremotos y constantes sismos de alta intensidad vividos al norte del país, el pánico ha aumentado entre los habitantes. Ante esta realidad la docente de Universidad Iberoamericana de Ciencias y Tecnología, Elizabeth Contreras Sandoval, entregó algunas pautas para identificar una crisis de angustia y cómo tratarla ante situaciones de estrés.

La enfermera y experta en salud mental advirtió la importancia de brindarle apoyo a quienes sufren esta situación.

La crisis de angustia se presenta con sudoración de manos, taquicardia, inquietud de que algo va a pasar y que se está viviendo una situación que le puede provocar la muerte, sin saber específicamente qué es.

Comúnmente la crisis de pánico tiene una leve diferencia, pues existe una cierta conciencia de la raíz del temor, pero la sintomatología es prácticamente igual porque el organismo actúa frente a este descontrol con un incremento de la angustia y el estrés.

Ante una situación de tensión muchas personas reaccionarán con un mayor estrés o angustia, de manera tal que con un mínimo ruido o movimiento que se relacione con un episodio fuerte vivido, en este caso el terremoto, biológicamente generará una mayor descarga energética la que se traducirá en aumento de los latidos del corazón, aumento de la frecuencia respiratoria, temblor generalizado, sudoración y en un primer momento palidez.

En el caso de estas personas que lamentablemente enfrentaron el terremoto ahora y los que vivieron el recordado 27F, basta con que sientan o perciban una leve sensación de movimiento, para que este pequeño estímulo les haga revivir la experiencia traumática por la que atravesaron y se pudiera desencadenar una crisis.

Vale la pena agregar que estas últimas pueden tenerlas personas con antecedentes previos y aquellas que nunca lo han sufrido, pues simplemente lo puede incentivar el temor.

Hay personas que son más susceptibles que otras para estos eventos, ya sea por antecedentes familiares o porque, por ejemplo, el individuo en ese minuto está pasando por una depresión. Esto genera que tenga menos herramientas sicológicas para lidiar con un escenario de tensión.

Cuando se trata de menores de edad que aún no han formado su personalidad y están en pleno proceso de desarrollo, al ver que el adulto se descontrola actuará de la misma forma que sus mayores, es decir, imitará la reacción de la persona que para él es un personaje significativo.

Comúnmente existe un grupo de adultos que tiene la tendencia a ser los protectores, y otros que tienden a ser los protegidos. En este último grupo están los individuos que se caracterizan por ser más dependientes, los que les cuesta tomar decisiones y siempre necesitan el apoyo de terceros, especialmente en momento de crisis. Son estos los que en los momentos complejos demandarán mayor apoyo y atención.

Lo más importante al enfrentar a alguien que atraviese por una crisis de angustia es saber acudir a la empatía, la que no sólo se trata de ponerse en los zapatos del otro, puesto que es más que mirar desde su misma perspectiva, lo correcto es lograr sentir lo que siente el otro, sin enjuiciarlo y respetando su angustia.

Es ideal acogerlos, entregarles confianza y calma, pues para quien sufre la crisis está viviendo una situación en la que siente que en cualquier minuto se puede morir, y un poco de calma para ellos es clave. Es ahí cuando se les puede abrazar, decirle que no está solo, e incluso invitarlo a respirar juntos como una técnica de relajación y cercanía.

Esa es la forma más correcta de actuar, puesto que quien sufra una crisis difícilmente seguirá ordenes del tipo “estira los brazos”, “mueve las piernas” o “suelta tus manos”. La idea es hacerlo sentir que no está solo, que puede contar con alguien y que no se va a morir.