Acabaron los fastos, terminaron los brindis. La presidenta Bachelet y su gente están manos a la obra. Son los primeros días de un nuevo impulso político. Fuera del país miles de compatriotas observamos los aciertos y desaciertos. Ahí va, entre venturas y desventuras, el zarandeado territorio con vista al mar. Pensamos en nuestra patria desde la ruda distancia y en lo personal invoco aquellos versos del maravilloso e insobornable Enrique Lihn: “nunca salí del horroroso Chile”.

A cuarenta años del golpe de Estado, bailando al comienzo del final (durante la transición) con una democracia débil, aherrojada por los sanguinarios uniformados, con un proceso felón mas tarde, políticos y partidos tratan ahora de seguir unidos.

Pero hay riesgos, el coro desafina. Por ejemplo, algunos con canallesca porfía y otros con inconsciencia, insisten en dos puntos. Uno: que se acabó el pinochetismo. Dos: que se terminó el exilio. Ni lo uno ni lo otro. Eso es como entonar un viejo aire infantil de por acá en Europa: “por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas.”

El enriquecido dictador y sus secuaces amarraron un modelo de Estado. Infestaron un tipo de sociedad que no termina de sanar. La acumulación grosera y desmedida de unos poquísimos. Por ese camino, obedientes, desde los noventa acá, han transitado los partidos. Todos cohesionados o mancornados, mejor dicho cómodamente concertados.

En la línea ultra, antiguos y peligrosos golpistas de la derecha rancia; al medio los demócratas cristianos siempre anti comunistas y cada vez más descuajeringados y entre un centro variopinto y una supuesta base popular, los sonrientes y renovados izquierdistas. Socio-listos.

Cuando teóricamente terminó la dictadura la mayoría de esos dirigentes regresaron al país mostrándose obsecuentes y temerosos ante los cuarteles. Además claudicaron rápidamente ante el nauseabundo encanto del mercado neo liberal. Ya en los años noventa el emblemático y aguerrido Mario Palestro, dirigente socialista de la vieja guardia, los calificó como la legión extranjera.

El daño que las Fuerzas Armadas han hecho a Chile no se remonta solamente al período 1973-1990. Lo ha recordado, en más de una ocasión, el notable historiador Gabriel Salazar. Desde 1810 y, por lo menos, en veintitrés oportunidades los uniformados han disparado y han masacrado al pueblo. Han servido al poder agrario o minero de turno, al bancario actual. Los daños han atravesado las generaciones. Las heridas siguen abiertas.

Genocidio, torturas, crímenes, el terrorismo de Estado allá en La Araucanía, robos y corrupciones por doquier. Son términos y situaciones horrendas. Una historia que se oculta. que se cuenta mal –o no se cuenta- en los colegios.

En una interminable lista negra las mentadas AFP se embolsicaron dinero, la educación se hundió en el lucro, la salud se tornó un privilegio, negociaron con la plata de los retornados, arrasaron con el mar, con el litio y el medio ambiente. Grandes empresas multiplicando sus utilidades; la parte del león de los super ricos y la desigualdad creciente, castigando a los pobres y a la clase media. Lo explica, con pelos y señales, un estudio de la U. de Chile y otro reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo.

Al país lo han despolitizado arrebatándole a los ciudadanos conciencia y derechos. De partida es urgente contar con una nueva Constitución. Las del año 1833, de 1925 y sobre todo la de 1980 forman un charco atosigante.

El exilio y su desarraigo, con nuevas generaciones dispersas y despatriadas, suma y sigue. Y qué decir del pinochetismo… si el hedor de los secuaces anida y persiste ¡hasta en algunas de nuestras inoperantes embajadas, acá en el Viejo Mundo!.

Crónicas de la actualidad europea cuyo autor, Oscar Vega, reside en Portugal. Periodista y escritor, se inició en 1956 en el vespertino Crónica de Concepción. Ha trabajado, entre otros medios, en los diarios La Discusión, Clarín, La Nación, Fortín Mapocho, La Época y en revistas como “Hechos Mundiales” y “Cauce” de Chile y “Límite Sur”, de México. Igualmente, entre otras emisoras, Magallanes, Minería, Cooperativa (1960-1970) y radio Berlín Internacional (1980-1990) Su último libro, “Música para dos”, fue publicado el 2012 por editorial Lom.