Geólogos australianos abrieron el martes la tentadora pero controvertida posibilidad de que la Antártida sea rica en diamantes.

En un artículo científico publicado en la revista Nature Communications, un equipo de científicos reportó el hallazgo de kimberlita, una roca ígnea volcánica que suele contener diamantes, en las montañas Príncipe Carlos en la Antártida oriental.

Las muestras, tomadas en el Monte Meredith, no revelaron la existencia de diamantes y el estudio, que tenía como objetivo examinar la geología de la región y no las posibilidades mineras, no preveía cuantificar esta piedra preciosa.

Sin embargo, la investigación indicó que la huella del mineral es idéntica a otras halladas en otros lugares del mundo donde se han encontrado diamantes.

“Las muestras son típicas en textura, mineralogía y geoquímica a las kimberlitas del Grupo 1 de localidades más clásicas”, señaló el estudio dirigido por Greg Yaxley, de la Universidad Nacional Australiana en Canberra.

La kimberlita, una roca que rara vez se encuentra cerca de la superficie de la Tierra, se formó según se cree en las grandes profundidades del manto terrestre, donde las condiciones son adecuadas para que se creen los diamantes -átomos de carbono cristalizados en formas reticulares bajo extrema presión y temperatura-.

El estudio sugirió que la kimberlita fue empujada hacia la superficie hace unos 120 millones de años, cuando los actuales África, la Península Arábiga, Sudamérica, el subcontinente indio, Australia y la Antártida conformaban un supercontinente llamado Gondwana.

Afloramientos de kimberlita tachonaban el centro de Gondwana entonces.

Los continentes que la componían se separaron luego, lo que explica por qué se han encontrado diamantes en lugares tan diversos y distantes, desde Brasil hasta el sur de África e India, según esta teoría.

Minería prohibida, por ahora

Expertos ajenos al estudio se dividieron en cuanto a si el descubrimiento podría desatar una fiebre de los diamantes que devastaría el último continente virgen del mundo.

Un tratado de protección de la Antártida, firmado en 1961 y actualizado con un protocolo ambiental en 1991, prohíbe expresamente en su artículo 7 “cualquier actividad relacionada con los recursos minerales”.

Ese pacto de 1991 deberá ser revisado en 2048, 50 años después de su entrada en vigor tras su ratificación. El acuerdo ya fue ratificado por 35 naciones.

Robert Larter, geofísico de la British Antarctic Survey (BAS), el operador nacional antártico del Reino Unido, dijo que “la asunción por defecto” es que el protocolo se mantendrá.

“Cualquier cambio requeriría un acuerdo de la mayoría de las partes en una conferencia de revisión, incluyendo las tres cuartas partes de los Estados que eran Partes Consultivas del Tratado Antártico cuando se adoptó el protocolo”, dijo en declaraciones a la organización sin fines de lucro Science Media Centre.

Teal Riley, un geólogo del BAS, dijo que el descubrimiento de kimberlita “no es nada sorprendente”, dado que la geología local en el este de la Antártida muestra cratones, reveladores de esta roca.

“Sin embargo, incluso entre las kimberlitas del Grupo 1, sólo un 10% son económicamente viables, por lo que sigue siendo un gran paso extrapolar este último hallazgo con alguna actividad de extracción de diamantes en la Antártida”, donde la extracción sería más difícil y más costosa.

Pero Kevin Hughes, del grupo internacional Comité Científico de Investigaciones Antárticas (SCAR), fue más cauto.

Dentro de más de tres décadas, “no sabemos qué opinarán las partes del tratado sobre la minería… o qué tecnologías podría haber que hagan económicamente viable la extracción de minerales de la Antártida”, dijo.

“Una cuestión adicional es que las naciones fuera del protocolo no están obligadas a cumplir sus disposiciones, incluida la prohibición de actividades relacionadas con los recursos minerales”, señaló.

La kimberlita toma su nombre de la ciudad de Kimberley, en Sudáfrica, que surgió a partir de la fiebre de los diamantes. En 1871, un cocinero encontró una enorme piedra en una granja, y en un año 50.000 buscadores de oro estaban allí, cavando febrilmente y viviendo en improvisadas tiendas de campaña.