La amistad entre un hombre y una mujer es un tema de eterna discusión. Mientras unos no creen en ella porque aseguran que siempre uno de los dos termina teniendo sentimientos románticos hacia el otro; existen personas que no sólo tienen completa fe en ésta, sino que la defienden y la consideran necesaria.

En este último grupo se encuentra Jessica Ciencin Henríquez, escritora estadounidense y autora de la novela próxima a salir a la venta “Lies I’ve Told My Therapist” (Mentiras que he dicho a mi terapeuta).

En una interesante columna de opinión, Jessica explica por qué todas las mujeres deberíamos tener amigos del sexo opuesto, exponiendo sus ventajas.

Te invitamos a leer su artículo, donde expresa su punto de vista.

“Es viernes por la noche y me acurruco en mi puesto junto a Aaron, un atractivo y divertido moreno a quien conozco desde la universidad. Compartimos el apoyabrazos y un paquete de palomitas de maíz. Cualquiera que nos observara desde la fila de atrás, con nuestras bromas y risas durante las sinopsis, pensaría que somos una pareja.

Pero no lo somos. Cada vez que salimos juntos, debemos corregir una presunción tras otra, reiterándole a la gente: sólo somos amigos.

La película que estamos viendo es el proyecto apasionado más reciente de Olivia Wilde, “Drinking Buddies“, una especie de “Cuando Harry conoció a Sally” modernizada, con mucho más alcohol y mucho menos ‘felices para siempre’.

La trama sigue los altibajos de la amistad entre Kate (Olivia Wilde) y Luke (Jake Johnson), compañeros de trabajo en una cervecería de Chicago, mientras deben lidiar con una poco sutil química y tensión sexual entre ellos. ¿Su coqueteo cruzará la frontera? De hacerlo, ¿será reparable? Y fuera de ello, ¿qué otra cosa podrían obtener estos personajes de su relación, salvo romance o una promesa de futuro amor y compromiso?

Aaron y yo nos vamos del cine discutiendo nuestros puntos de vista. No sobre si los hombres y las mujeres pueden ser sólo amigos, sino por qué deberían serlo. Comencé a gravitar hacia el sexo opuesto a la temprana edad de 5 años, cuando decidí decapitar públicamente a mis muñecas Barbie para ganar el favor de mis hermanos. Me vi rodeada de chicos rudos, pegajosos y mutiladores de anfibios, y adoré cada minuto con ellos.

En su presencia, todo parecía una aventura. En la mañana, sería el rey de la colina, esclavizando a los demás chicos del vecindario. Por la tarde, sería un ladrón escapándome con el botín (que luego devolvería cuidadosamente al joyero de mi madre antes de que llegara a casa).

Me quedaba mirando a las chicas que jugaban al otro lado del jardín y me preguntaba cuánto tiempo más pasarían fingiendo que tomaban su té ficticio. ¿Acaso nunca desearían vestirse de un sujeto mitad hombre, mitad reptil, con súper poderes, en vez de ser princesas esperando por sapos?

Mi preferencia de género por mis amistades se mantuvo durante toda la escuela básica y secundaria, lo que queda en evidencia al considerar que las únicas mujeres en firmar mi anuario fueran mi profesora de inglés y la mujer del almuerzo. Pese a ello, en la universidad decidí unirme a una fraternidad de chicas.

Creo que me dejé llevar por la curiosidad y la idea de que sería bueno tener algunas damas de honor en caso de que decidiera casarme. Repentinamente, me sentí rodeada de más estrógeno del que era capaz de tolerar por más de unas cuantas horas al día. Habían lágrimas, drama y frenéticas conferencias telefónicas entre 3 personas que me impactaban y desagradaban. Sin embargo también había una bella vulnerabilidad, conversaciones honestas y preguntas cándidas que todas trabajábamos por responder.

Para cuando me había titulado y comencé a vivir en Nueva York, los hombres seguían ocupando los principales puestos entre mis números de teléfono de marcado rápido, con excepción de alguna notables señoritas que conocí en el camino.

No hay duda de que las amistades femeninas tienen un gran valor para mí, pero mis relaciones con mujeres acaban por cansarme en algún punto, de una forma en que los hombres nunca han provocado. Simplemente ellos ofrecen otras cosas.

No se trata de que las amistades entre hombres y mujeres carezcan de complicaciones. Decirlo sería tonto y deshonesto. Una vez perdí a un amigo cercano porque confundí su caballerosidad con romance y su honestidad con intimidad. Y han habido algunas noches de juerga en que el alcohol llevó a mis amigos a confesarme su amor no correspondido, hasta que vuelven a estar sobrios y recuerdan cuán monstruosa puedo ser con las relaciones sentimentales (como le sucede a la mayoría de la gente).

Para la hora de la cena, nos hemos reído sobre la posibilidad de un romance entre nosotros, dividimos la cuenta y regresamos a nuestra tradicional camaradería. Los amigos saben demasiados secretos y eso limita la química sexual a la que podría tenerse con una planta de interior.

Tal como Olivia Wilde y Jake Johnson, concuerdo en que cuando construyes una relación que funciona a plenitud, no existe una relación sentimental que se le pueda comparar. Hombres y mujeres pueden (y deberían) ser amigos con beneficios… pero no los que estás pensando.

Aquí hay un ejemplo de lo que los hombres en mi vida me han dado:

1. Cupidos exitosos: Cuando alguien intenta encontrarte una pareja, puedes deducir mucho sobre la forma en que piensa de ti. Claramente, mis amigas piensan que me gustan los hombres bajos que viven con sus padres, que forman parte de un equipo deportivo ficticio y que les gusta cenar en restaurantes. Sólo en contadas ocasiones he tenido citas concertadas por amigos hombres, y todas han sido éxitos monumentales.

¿Por qué? Porque al candidato le han dado una descripción brutal de cómo soy: tiene mucho sentido del humor pero es tétrica, muy tétrica, y es irritantemente independiente, así que no le ofrezcas pagar la cuenta. Pero sí ábrele la puerta del auto porque le gusta la caballerosidad. Oh, y cuando un hombre te dice que su amigo es atractivo, de verdad lo es.

2. Animador honesto: Cada vez que me reúno con mis amigas me llenan de cumplidos. Mis zapatos, mi pelo, mi interesante elección de una pintura de uñas con tonalidades arcoiris. Es encantador durante una noche de chicas, ¿pero realmente les gusta o sólo son mujeres que mantienen el hábito de ser agradables?

¿Sabes quienes no dan cumplidos sólo por hacerlos? Los hombres. Obtener una palabra amable de ellos es como sacarle un diente a un tiburón. Por eso tengo la certeza de que cuando un amigo me dice que cree que he bajado de peso, es porque de verdad se nota… no porque se sienta mal de que haya comenzado a hacer Zumba el mes pasado y aún no se vean los resultados.

3. Salvavidas: La boda de tu hermana es la próxima semana y se suponía que para entonces tendrías una relación estable, sin embargo el chico hizo su desilusión usual. Por fortuna, tu caballero en armadura ya está listo para salvarte de lo que habría sido un pelotón de fusilamiento familiar.

¿Las miradas de compasión de tus tías? Evitadas. ¿Quedarte en la mesa de atrás junto con los inadaptados y los niños? No para ti. ¿La inevitable pregunta de cuándo harás algo para sentar cabeza? Sin relación contigo. En cuanto les incumbe, ese hombre que se retuerce contigo en la pista de baile podría ser tu futuro esposo. Claro, no lo será, pero por una noche puedes fingirlo.

4. Solucionadores de problemas: Un buen amigo, sin importar su sexo, siempre pondrá el hombro cuando necesites desahogarte. Tus amigas te dejarán hablar hasta que se te hayan acabado las palabras, tus lagrimales se han secado y te quedes repitiendo “no lo sé, no lo sé” mientras meces tu cabeza de atrás hacia adelante.

No los hombres: ellos quieren reparar las cosas. Ya sean llaves con goteras, candados de bicicletas o tu corazón roto, ellos quieren resolverlo inmediatamente. En vez de escucharte leer por cuarta vez esa carta de despedida, te llevarán hacia una solución. Su poca tolerancia con el drama te hará un favor.

5. Chico de mudanzas: ¿Que necesitas mudarte y no quieres contratar los servicios de una empresa de transportes? Todos mis amigos hombres pueden afirmar que han entrado y salido de una camioneta con mis cosas al menos una vez durante la última década. Ellos son hombres. Son los fuertes.

No es que las mujeres no sean fuertes, pero a menos que tu noche de chicas esté compuesta por luchadoras de la WWF, la posibilidad es que sólo quienes carecen del cromosoma X puedan salir de esta. Y puesto que ya te quieren, estarán felices de ser recompensados con pizza y cervezas… que es como pensabas pasar el fin de semana con ellos de todas formas”.