Señor Presidente:

Y también al Ministro de Salud, Jaime Mañalich. En realidad intento dirigirme al Estado. Y no me queda más que referirme a ustedes, aunque el problema no sea absolutamente suyo.

Estoy en Madrid desde enero, lejos de mi familia. Soy hijo único, y es segunda vez que el sistema público de salud me niega la posibilidad de tener un hermano. Y peor aún, ahora me siento un inútil sin poder hacer nada a la distancia. Con esto intento remediarlo de alguna forma.

Puedo entender el destino y las complicaciones dentro de un embarazo, pero frustra la dejación y negligencia de los equipos humanos que operan en los hospitales. El primero fue en 2010, cuando mi madre presentó complicaciones a los 6 meses y medio de gestación. Se rompió la bolsa y comenzó a salir meconio, pero dejaron a mi mamá ahí. “Hay que esperar”, como siempre. Negligencia médica clarísima. Mortinato seguro. Y no había forma de demandar, porque los genios del Hospital Regional de Concepción arrancaron las hojas del expediente.

Sufrimos mucho, pero con el tiempo logramos superarlo. Ya terminando el 2012, la gran noticia llegó de nuevo. Esta vez tomaríamos todas las precauciones para que no volviera a pasar lo mismo. También pensamos que, naturalmente, en el hospital considerarían la experiencia anterior para no repetir la historia.

Pero ya le digo, los equipos “humanos” son unos desalmados. Hubo complicaciones a los 7 meses. La internaron un mes y todo se estabilizó, pero el sistema público siempre tiene ese ánimo de que mejores pronto para desocupar las habitaciones. “Y usted que sigue haciendo aquí, váyase para la casa”, le decían. Aún así superó la situación y llegó a las 38 semanas (aproximadamente).

Siempre estuvo la opción de sacarlo, porque los exámenes decían que estaba en condiciones de nacer. Pero los médicos decidieron “esperar un poco más”, como siempre. Nunca he entendido qué es lo que esperan, en el sistema privado habrían actuado de inmediato exactamente los mismos médicos.

Ya eran casi 9 meses, y llamé de improviso a mi casa para saber cómo iba todo. -Hola: ¿Cómo están? ¿Cuándo nace? -Hijo, te tengo una mala noticia. Se murió. Ya estaba formado. ¡MIDIÓ 52CM Y SE MURIÓ! No sabe la pena que da.

¿Por qué no fuimos a una clínica? Teníamos los medios para hacerlo, pero el sistema de salud tiene una segregación tan profunda como nuestro sistema educativo. Es tan mercantilista que no reciben casos complicados. No es rentable. “Lo llevo en la ambulancia al hospital”. Punto.

La estadística del INE dice que la mortinatalidad ha aumentado en 4 puntos entre 1997 y 2008. Pasó de un 4,7% a un 8,7%. Así que no me diga que es un caso aislado. Cada vez que voy al hospital veo que a alguien se le murió un niño.

Señor Presidente. No soy un especialista para determinar cuáles son los vicios que Chile debe mejorar. Tal vez hay que ofrecer una mejor carrera funcionaria, regular las horas de trabajo de los médicos que escapan a sus consultas privadas. No lo sé.

Si esa cifra no fuera tal ya seríamos 3 hermanos. Si esa cifra no fuera así de cruda no habría necesidad de ofrecer un bono por tercer hijo.

Para mí, la salud y la educación son temas que deban trascender a los gobiernos. No sólo son el motor para acabar con la desigualdad, sino –tal como usted lo notó- incentivan la decisión de no tener un hijo. Perdónenos, pero en mi familia ya no queremos pasar más por lo mismo. El bono no nos puede importar menos.

Tenemos diferencias políticas, pero no creo que su gobierno haya sido absolutamente malo. A decir verdad, no me importa si los cambios los realiza su coalición o los opositores a su gobierno. Para mi familia ya es tarde; tan sólo procure que no siga así para los demás y me conformo. Con eso ya tendremos un Chile mejor.

Atentamente,
Jonathan Flores Belmar