Tanto va el cántaro al agua hasta que un día se rompe. Este refrán popular bien podría resumir la difícil situación del nuevo sistema operativo de Microsoft, cuya impopularidad ha sido uno de los mayores calvarios que la empresa y que, finalmente, le llevaron a anunciar cambios profundos en su funcionamiento.

¿Cómo puede ocurrir esto a sólo días de que la gigante del software anunciara la venta de 100 millones de licencias de Windows 8 durante sus 6 primeros meses de vida? Lamentablemente, estas cifras incluyen el total de licencias vendidas a los fabricantes de computadoras (OEM), pero no necesariamente vendidas junto a un equipo y mucho menos puestas en uso por los consumidores.

Precisamente, una cifra más realista de la verdadera adopción es medir su uso real. Aquí, las cifras de NetMarketShare son claras: a 6 meses de su lanzamiento, Windows 8 sólo ha logrado penetrar un 3.8% del mercado, incluso menos que el problemático Windows Vista, que aún mantiene un 4.7%.

Ambos sistemas se mantienen muy lejos de sus hermanos mayores, Windows 7 que lidera al estar presente en el 44.7% de los equipos a nivel mundial, seguido por Windows XP, que pese a sobrepasar la década de uso sigue vigente con un 38.3% del total.

Esta repulsión de los usuarios hacia Windows 8 ha provocado las críticas de los fabricantes de computadoras, quienes ven en la estrategia de Microsoft un escollo aún mayor al de por sí atribulado mercado de los PCs, cuyo crecimiento se ha visto seriamente lesionado por el auge de los tablets.

De hecho, el CEO de Acer, Jim Wong, ya había amenazado en enero con volcar sus recursos hacia el naciente sistema operativo de Google, Chrome OS, como alternativa ante el desinterés de los usuarios en Windows 8.

Y Microsoft escuchó…

Finalmente, fue en una entrevista con el diario británico Financial Times, que Microsoft alzó la bandera blanca y admitió que prepara una actualización para este año que cambiará “aspectos claves” del funcionamiento de Windows 8.

“La curva de aprendizaje es algo real”, fue la aceptación de Tami Reller, encargada de marketing y finanzas de Windows, reconociendo las dificultades que han tenido los usuarios para acostumbrarse a la nueva interfaz. Y aunque no reveló cuáles son los elementos que cambiarán, este debería abordar 2 de las críticas más comunes: la falta de un botón de inicio en la esquina inferior izquierda de la pantalla, y el confuso escritorio del sistema, que mezcla elementos táctiles con otros manejados mediante teclado y ratón.

“Está claro que pudimos haber hecho más”, añadió Reller, indicando que fallaron en entrenar adecuadamente a su personal de ventas y en transmitir los beneficios del sistema operativo, así como en no enfocar sus incentivos económicos con los PCs de pantalla táctil, que sacan mayor partido de la nueva interfaz.

La información causó alegría entre los fabricantes de PCs. Nuevamente fue el CEO de Acer, Jim Wong, quien manifestó su conformidad, asegurando que Microsoft por fin estaba “bajando del cielo a la tierra” y que esperaba ansioso la llegada de este Windows 8.1

Pero esta derrota podría costarle caro al CEO de Microsoft, Steve Ballmer, cuya visión de un escritorio unificado en PCs, tablets y teléfonos se verá lesionada.

“Es horrible que esto le suceda a tu principal producto. Seguramente le harán responsable”, afirmó el analista de tecnología Mark Anderson, añadiendo que, sin embargo, se debe valorar que Ballmer inyectó un sentido de creatividad y de riesgo del que la empresa carecía hace 2 años.

Por su parte, el analista de la empresa Envisioneering, Richard Doherty, fue mucho más lapidario. “Esto es como revivir el fiasco de la ‘Nueva Coca Cola’ durante 7 meses, sólo que Coca Cola supo escuchar mejor”, recordando que la fabricante de bebidas desechó la nueva fórmula en sólo 3 meses.