No quieren un monolito en el lugar que los acogió por tanto tiempo y la ansiedad por volver a una casa “como dios manda” se acrecienta, a pocos días de recibir sus nuevas viviendas. Son los dichatinos que por casi 3 años vivieron en la aldea de emergencia más grande del país.

Aguantaron pacientemente la incomodidad de vivir en una aldea de emergencia. Son los protagonistas de una larga espera que iniciará su fin el próximo 27 de febrero, cuando las autoridades festejen la erradicación de la aldea El Molino.

Y las penas y alegrías se mezclan, al tiempo en que los sueños por sembrar un nuevo camino afloran. Así lo dijo Raúl Ávila, de 88 años, que aún llora de rabia; junto con Ester Vergara, que ya inició el traslado de sus enseres; y María Jerez, que lucha por dejarle algo estable a su hijo menor.

Nadie se ha pronunciado respecto a qué se levantará en los terrenos donde se instaló la aldea de emergencia más grande del país. Pero en El Molino ya saltan algunas ideas.

El 8.8 Richter dejó huellas profundas en la vida de cientos de familias. El capítulo en esta aldea comenzará a cerrarse el próximo 27 de febrero, pero no se puede olvidar que hay muchas más que aún esperan por una solución habitacional.