Tras permanecer siete años detenida Florence Cassez pasó del papel de víctima de un montaje mediático al de combatiente victoriosa por su propia libertad, en un caso emblemático para México, sumergido en la violencia del crimen organizado y con un sistema judicial cuestionado.

La Suprema Corte de Justicia ordenó este miércoles la liberación imediata de esta mujer de 38 años, que había sido condenada a 60 años por secuestros de los que siempre se proclamó inocente. Los jueces le concedieron el amparo

Cassez llegó a México en marzo de 2003, con 29 años, buscando el éxito profesional que se le había escapado en su país de origen, Francia.

Pero sus proyectos se derrumbaron la mañana del 8 de diciembre de 2005, cuando fue arrestada junto a su exnovio Israel Vallarta en una carretera que conduce a Ciudad de México.

Sin embargo, no fue hasta el día siguiente que se hizo público su arresto: una multitudinaria audiencia observó un montaje televisivo realizado por las autoridades mexicanas que, utilizando un rancho (granja) como escenario, fingió la supuesta detención “en vivo” de la francesa, a quien describieron como integrante de una peligrosa banda de secuestradores.

Fue entonces que su vida inició una larga pausa como “prisionera del Estado mexicano”.

Cuando Cassez dejó la escuela a los 16 años, estaba segura de su valentía y encanto. Aquella chica delgada, de cabello rubio rojizo y ojos verdes, quería demostrar a su familia que podía tener éxito gracias a su fuerza de voluntad.

En 1997 fue contratada en una tienda de muebles y ropa en Dunkerque (norte de Francia). Fue rápidamente ascendida a directora de departamento, gerente de área en 2001 y luego gerente de la sucursal de Calais (también en el norte francés).

“Tenía 27 años y 27 vendedores a mi cargo”, recordó durante una entrevista para AFP el año pasado, y añadió que decidió renunciar a ese trabajo tras no conseguir el ascenso que buscaba.

En 2003, su hermano Sebastián la llama desde México, donde se había instalado, y le propone trabajar con él.

Así, la francesa llegó a México el 11 de marzo de ese mismo año e incursionó en la venta de dispositivos médicos. Cassez cuenta que su hermano puso en marcha una empresa con un socio mexicano, Eduardo Margolis, quien tenía fama de ser cercano “al gobierno como a cárteles de la droga”.

En el verano de 2004, su hermano le presenta a Vallarta, con quien sostuvo una fallida relación amorosa y a quien la policía señaló de tener vínculos con grupos criminales, aunque Cassez asegura no haber estado enterada de ello.

La francesa regresó a su país en el verano de 2005, pero en octubre decide volver a México y comenzar de cero. Encontró trabajo como anfitriona en la sala VIP de un lujoso hotel de Ciudad de México, alquiló un apartamento y buscó una separación definitiva de Vallarta.

A pesar de la dura prueba que le supuso su detención, la condena a 60 años de prisión y el tortuoso proceso judicial que le siguió, pudo hacer frente a las dificultades.

En una entrevista con la AFP en diciembre del año pasado, dijo que se sentía “más fuerte a pesar de las pruebas” que le impuso la vida, y recordó el pensamiento que se le vino a la cabeza tras ver en un programa de televisión la retransmisión del montaje que la policía organizó al día siguiente de su detención.

“Me siento como un ratón de laboratorio en un laberinto sin salida. La única salida está ahora en la parte superior, una mano que me saque de allí, la mano de la verdad” dijo a la AFP.