Por Esteban Valenzuela

Ha muerto Isolda Pradel, viuda del escritor y poeta rancagüino Óscar Castro. Por eso pedimos a Esteban Valenzuela, ex-alcalde y ex-Diputado por Rancagua, además de un gran promotor de la obra y la memoria de este creador, que escribiera esta columna.

“Eres esposa en el día, pero en la noche eres novia”, me dijo siete veces Isolda Pradel que así le susurraba todas las noches Óscar Castro para ponerse en “la buena”. El poeta era andariego, se perdía en la cordillera de la costa para esperar el alba payando en Chancón, en las quintas de recreo del Barrio estación de Rancagua, o en su mutismo místico que le hacía esperar el amanecer y cantar una y otra vez al lirio, al rocío, al aroma de la Comarca del Jazmín, al sol despertando mineros y arrieros, buscadores de oro, a putas y mafiosos, a curas y estudiantes.

Ernestina Zúñiga, renombrada Isolda, se enamoró de los versos del profe de bigote y mirada amable. Lo fue a buscar y él la llevó de inmediato bajo el sauce. Así me lo confesó el año 1993, cuando como alcalde tuve la peregrina idea de levantarle un monumento a Óscar Castro en Rancagua, frente al Liceo con su nombre, sentado en un banco, de bronce y leyendo, para que todos nos fotografiáramos con el más letrado hijo de la ciudad provinciana, mestizaje de la cultura campesina y minera. Pero su viuda eterna- 65 años su viuda inútil, esperándolo sin fin- me dijo que por ningún motivo: “usted está loco, Oscar no quiere eso, el desea que se lea su poesía, allí mismo donde me llevó desde la Plaza hacia la acequia chica (Freire) para doblar hasta la confluencia con la acequia grande (la Alameda), donde me besó hasta el alba escuchando el agua, en el lugar donde él de niño pobre jugaba con un barco de papel, sus sueños de infancia”.

Se hizo la voluntad de Isolda: apoyamos la edición de la antología LOS MEJORES POEMAS DE ÓSCAR CASTRO, publicada en Los Andes, con el apoyo de Juan Andrés Pina y la selección de Juan Antonio Massone. Isolda ayudó a seleccionar los poemas del Paseo Óscar Castro, allí en esa esquina de sus besos, donde hasta hoy en bancos de cemento se leen los versos y una pileta de la escultora Ximera Burón, dibuja las sombras de una pareja sin rostros que se entrelazan.

Isolda enviudó en 1947, cuando Óscar Castro murió a los 37 años de tuberculosis. Desde entonces, todos los primero de noviembre lo homenajeó en el Cementerio 1 de la ciudad junto al grupo literario Los Inútiles, que Castro formó en el puerto sin mar y sin gentes que era Rancagua, donde lo cultural parecía inútil, entonces, ellos serían los inútiles que amarían a la capital huasa y minera por quienes la despreciaban. Así lo hicieron: el poeta cristiano Agustín Zumaeta, el peruano Fernández, el libanés músico Rosson, el anarquista historiador Miranda Salas, el irónico cuentista Gonzalo Drago, el escéptico González Labbé, el comunista joyero Navarro…Y después todos los que adoraban al poeta y miraban como la bella Isolda se negaba a sus regateos, como una viuda inútil.

Isolda dedicó su vida a dar a reeditar la obra del poeta y dar a conocer lo inédito y su propio epistolario, publicado el año 2000. Óscar Castro hizo universal a Rancagua en su obra multifacética: La Vida Simplemente es la historia cruda de un niño entre putas y sociedad clasista, Lina y su Sombra es la novela existencialista y sensual, Llampo de Sangre es un thriller costumbrista, Responso a García Lorca es una poesía militante y republicana, La Comarca del Jazmín es el rescate de la tonalidad de la vida posible de la infancia diáfana, los versos del Alba a la Noche son también poemas donde la musa llama y el amanecer con Isolda es el fuego que regresa eternamente.

Trabajó en el Liceo de Rancagua y luego en el Vicuña Mackenna de Santiago. Fue candidata a senadora en la ola socialcristiana de los años 1960. En dictadura aceptó que el encuentro en la tumba de Óscar Castro fuera el gran acto de la disidencia y que se gritaran los versos del Responso a García Lorca: “ay general español ay general traidor…”. Ella siguió despertando al alba para oír la voz del poeta que le decía “yo pintaré de rosas el horizonte .para que no me olvides”…Creó la fundación Óscar Castro, dictó charlas, leyó poemas, y este año sonrió al leer por última vez en la piedra de la tumba con una vid cubriéndola, donde se ella leyó: “tierra mía mi tierra, con olor a vendimias, …Óscar mío, Óscar, el día en que tu entraña me recoja y me absorba, habré vuelto a darte todo lo que debo”.