Una de las causas más comunes de problemas en la pareja radica en una mala comunicación. No siempre ésta consiste en que los integrantes de la pareja no se hablen —de hecho, a veces se habla demasiado— sino que muchas veces, cuando lo hacen, no logran hacerse entender. Peor aún, cuando intentan dialogar acerca de un problema en la pareja, terminan sintiéndose aún peor que antes de conversar. En base a teorías e ideas de distintos autores, propongo aquí unos simples pasos que cualquier pareja puede utilizar para hacer más efectiva su comunicación.

Por Jorge Silva Rodighiero

María José (este caso es real, sin embargo, los nombres y algunos datos han sido cambiados para proteger la identidad de las personas referida en él, quienes revisaron y autorizaron esta publicación) viene a consultar junto a su marido, Jaime, porque, en sus palabras, está “cansada de que cada vez que salimos juntos, Jaime termina curado.” Además le molesta que no le pueda decir nada al respecto y, por otro lado, tampoco está satisfecha con la forma en que se lleva el presupuesto de la casa.

Jaime la interrumpe y dice que el problema radica en la cantidad de reparos que ella tiene, ya que siempre se anda quejando. “En estos cinco minutos ya se ha quejado de tres cosas distintas. ¡Esta mujer no para de quejarse!” María José replica que si solucionaran algo alguna vez no sería necesario quejarse tanto.

Antes de que comiencen a discutir, les propongo que, en vez de trabajar por separado con cada uno de esos problemas, probáramos mejorar la comunicación entre ellos, ya que pareciera que muchas de las cosas que a uno y a otro les molestan, podrían solucionarse fácilmente si pudiesen comunicarse mejor.

Les explico que trabajaríamos con un tipo de diálogo específico, que se enfoca en la solución de conductas problemáticas, llamado RCP: Resolución de Conflictos en la Pareja. Tomando ideas de diversos autores —principalmente de Jacobson y Christensen en su libro Acceptance and Change in Couple Therapy— generé este simple sistema, que se puede utilizar tanto por el terapeuta como por las parejas en su vida cotidiana. Decidí nombrarlo RCP para que la sigla fuese igual a la de la reanimación cardiopulmonar, ya que ambas buscan inyectar nuevos aires en una situación crítica. En este tipo de diálogo hay dos etapas muy marcadas que no deben mezclarse: la etapa de definición del problema y la etapa de solución del problema.

Quien comience a definir la conducta problemática debe partir con una frase positiva relacionada con el problema, lo que muchas veces mejora la disposición del otro a escuchar. Una buena idea es partir con una excepción o contraejemplo de la conducta que le molesta a la persona.

En el caso de María José, ella partió así: “Aunque cuando comemos con mi familia casi nunca te curas…”. Esta frase ya se aleja de su queja inicial “cada vez que salimos juntos termina curado”, ya que indica que ella está consciente que la conducta por la que se está quejando no ocurre siempre, lo que impediría que el diálogo siguiente se centre en que Jaime enumere las excepciones a la queja de su mujer.

Posteriormente se debe definir la conducta problemática. Repito muchas veces la palabra conducta en este artículo —y en las sesiones también— para recordar que este tipo de comunicación debe centrarse en solucionar una conducta, y no a la persona por entero. En el caso de María José, es muy distinto que diga “quiero que dejes de tomar tanto en los carretes” que “no quiero que seas un borracho”. En este último caso, la discusión podría desviarse y pasar a ser acerca de si efectivamente Jaime es alcohólico o no, cuando lo que le importa realmente a María José es que no tome tanto en los carretes.

Si pensamos la situación hipotética en que hagamos un examen —por ahora inexistente— que muestre que Jaime no es un alcohólico, claramente su mujer seguirá alegando acerca de la cantidad que toma, sin importarle lo que diga el examen. Además, que sea una conducta permite verificar efectiva y más fácilmente si cambia o no, a diferencia de si fuese un estado interno o una disposición de la persona.

Otro tipo de recomendación presente en el RCP indica que las personas deben evitar describir la conducta diciendo “siempre” o “nunca”, ya que la excesiva generalización sólo provoca que la contraparte se cierre a la comunicación y deje de escuchar.

En la misma línea de centrarse en el comportamiento y no en la persona, sugiero evitar hacer inferencias sobre la conducta, porque esto nos aleja de lo observable y nos hace asumir intenciones (por ejemplo, “yo creo que Jaime toma sólo para molestarme”) o dar hipótesis de las causas de la conducta (“como siempre vio a su viejo curado no le queda otra que imitarlo”).

Una vez definida la conducta, le pido a la persona que dé uno o dos ejemplos de la conducta, es decir, casos puntuales donde haya ocurrido.

Finalmente, pregunto sobre las consecuencias que tiene la conducta para la persona que está definiendo el problema, incluyendo los sentimientos que provoca.

Al finalizar la etapa de definir la conducta problemática, María José terminó diciendo algo así: “Aunque cuando comemos con mi familia casi nunca te curas, cuando salimos solos o con amigos muchas veces terminas tomando demasiado. Lo termino pasando mal en los pocos ratos libres que tenemos juntos, porque no puedo conversar contigo porque estás curado, o porque me termino devolviendo sola en taxi con miedo de cómo vas a volver tú a la casa.”

Ahora es el turno de la persona que realiza la conducta problemática, en este caso Jaime, de seguir con la recepción de la conducta problemática. Lo primero que le pido es que parafrasee lo dicho por su pareja. Indico explícitamente que no se trata de repetir exactamente lo que la otra persona dijo, ya que eso muestra memoria pero no necesariamente comprensión, sino que lo diga en sus propias palabras.

Posteriormente, le pido que piense unos minutos en qué está de acuerdo con lo dicho por su pareja. No importa si es muy poco el grado de acuerdo, o si acuerdo es en algo mínimo. Al igual que al partir con una frase positiva en la etapa anterior, esto hace que ambos permanezcan abiertos al diálogo. En el caso en cuestión, Jaime estuvo de acuerdo con que era peligroso que él manejara de vuelta y que podía pensar en tomar un taxi o algo similar.

Después de esto, Jaime puede entonces hacer todas las preguntas que quiera acerca de la definición de la conducta problemática hecha por María José, respetando todas las indicaciones anteriores (es decir, debe centrarse en la conducta, no hacer inferencias ni tampoco generalizaciones).

Una vez que ambos miembros de la pareja están de acuerdo en que se ha definido el problema, se puede pasar a la siguiente etapa, que es la solución del problema.

En esta etapa es muy importante centrarse en la solución de la conducta, y no volver a cuestionar o a agregar elementos a la definición de ella. En el caso de María José y Jaime esto es de vital importancia, ya que parte de sus problemas radicaba en que él sentía que su mujer se quejaba por todo. Una solución en términos ideales debe involucrar cambios en las conductas de ambos, y no solo de uno de los dos.

Entonces, para ponerse de acuerdo en la solución, de manera conjunta se hace una lista de soluciones, centradas —nuevamente— en alguna conducta, y no en inferencias. Esto quiere decir que una solución válida para este caso es “no salir en auto y tomar taxi a la vuelta”, pero no sirve como solución “que Jaime se preocupe más de mis sentimientos”, ya que no es observable y por tanto no podemos verificar si se está cumpliendo o no (lo que la vuelve infinitamente discutible). En este primer momento se listan las soluciones, sin criticar ninguna de las soluciones propuestas. Sólo una vez terminada la lista, se dialoga sobre las ventajas y desventajas de cada una de ellas.

La pareja debe buscar entonces consensos sobre cuáles soluciones serán aplicadas. Es una buena idea dejar por escrito, de la manera más específica posible, los acuerdos relativos a esta lista, para evitar que se genere una nueva discusión por distintas interpretaciones de ellas.
Finalmente, en las próximas sesiones se debe ir haciendo un seguimiento de lo acordado, para así evaluar si se está cumpliendo y si está siendo efectivo.

El practicar el RCP: Resolución de Conflictos en la Pareja no sólo permite resolver conflictos puntuales, sino que es una forma de enseñarle a las parejas a comunicarse de manera más empática y menos agresiva. Los principios de partir con algo positivo, no hacer inferencias ni generalizaciones, van permeando los diálogos cotidianos de la pareja, lo que mejora la comunicación en general.

¿Y qué pasó con María José y Jaime? No sólo replicaron en su casa el RCP con otros problemas que tenían como pareja, sino que vieron una mejoría en su relación por un fenómeno indirecto: como el entrar en este tipo de diálogo significa más trabajo que sólo quejarse, María José fue disminuyendo la cantidad de momentos de quejas al mínimo, esperando a disponer de tiempos más largos para aplicar el RCP. “Anoto en un cuaderno lo que me molesta, para ir pensando cómo decirlo con las reglas del RCP, antes de conversarlo con él”.

Cuando nos reunimos un par de semanas después, María José estaba feliz ya que su marido había bajado considerablemente su ingesta de alcohol. Cuando le pregunté a Jaime su parecer, comentó que estaba aliviado de que su mujer hubiese dejado de quejarse todo el tiempo.

Al parecer, se habían matado dos pájaros de un tiro.

Jorge Silva Rodighiero, Psicólogo de la P. Universidad Católica de Chile | www.jorgesilva.cl | Puedes realizar tus consultas a la siguiente cuenta en Twitter @jorgesilvacl.