La noche anterior a su salida fue tranquila para los 33 mineros atrapados a más de 600 metros de profundidad desde hacía 69 días en un yacimiento al norte de Chile. Pocas horas después su espectacular rescate fue seguido por millones de espectadores conmovidos por el drama humano y la proeza técnica.

En 22 horas los 33 emergieron a la superficie, unos en silencio, otros gritando su libertad, pero todos cambiados para siempre.

A un año de aquella odisea, el minero Luis Urzúa -jefe del turno y último en abandonar la mina- recuerda cómo vivió esos momentos finales al interior de la vieja mina cuprífera de San José.

Por su liderazgo y capacidad para manejar la ansiedad, Urzúa fue escogido como el último de los mineros en abandonar el yacimiento.

“Se evaluó la parte médica y sicológica de cómo estábamos abajo y yo era el más indicado para ser el último en salir”, relata a la AFP.

“La noche antes de salir me fui a descansar. Había estado toda la noche anterior sin dormir. Logré dormir muy bien, mejor que nunca”, agrega este minero, topógrafo de profesión, de 55 años.

Durante 17 días se pensó que estaban muertos, y luego cuando hicieron llegar a la superficie a través de una sonda un papelito que decía “Estamos bien en el refugio, los 33″, comenzó otra historia: darles los elementos para sobrevivir y lograr perforar un hoyo suficientemente ancho para hacerlos salir.

Tres perforadoras trabajaron a tope durante semanas y finalmente una había llegado al lugar donde se encontraban, sanos y salvos, los mineros atrapados por un derrumbe el 5 de agosto de 2010.

La operación era de riesgo: tras las pruebas finales, comenzaron a ser izados, uno por uno, en una cápsula de metal bautizada Fénix 2.

La operación se inició a las 00.11 horas del 13 octubre y culminó 22 horas después, con todos los mineros liberados sanos y salvos, entre efusivos y emocionados reencuentros familiares.

“Nunca he tenido problemas de ansiedad, ni ahora ni antes. Cuando se es minero, uno puede aplacar esos miedos”, cuenta Urzúa sobre el momento del rescate. “Cada uno esperó con tranquilidad su turno, ya estábamos vivos, estábamos bien”, agrega.

El primero en salir fue Florencio Avalos, quien llegó a la superficie tras un viaje de unos 15 minutos en la cápsula, con gafas que protegían sus ojos que estuvieron más de dos meses en las tinieblas.

Despacio, de una manera silenciosa, abrazó a Byron, su hijo de 7 años en llanto, luego a su esposa Mónica, después al presidente Sebastián Piñera.

La cápsula bajó y trajo a Mario Sepúlveda, el más extrovertido del grupo, que al subir gritó un sonoro “¡Viva Chile, mierda!”, antes de declarar que en las profundidades estuvo “con Dios y con el Diablo”.

El proceso de rescate siguió con los 31 mineros restantes.

Sobre el ascenso en la estrecha cápsula de metal, de apenas 66 cm de diámetro y unos 4 metros de alto, Urzúa dice que “para mí fue como subir a un ascensor, aunque con más bulla (ruido)” por el golpeteo de las piedras sobre el ducto, recuerda.

En el rescate participaron unas 600 personas, lideradas por un grupo de seis rescatistas de la cuprífera estatal Codelco, que logró realizar una hazaña sin precedentes en la historia de la minería.

En las afueras, en tanto, unas 3.500 personas, entre familiares, periodistas y fotógrafos de todo el mundo aguardaban el rescate.

La operación fue seguida por millones de telespectadores de todo el mundo, entre ellos el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el papa Benedicto XVI. “Un triunfo del ingenio humano”, diría poco después el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

Una vez fuera, las cámaras los persiguieron a los mineros y sus familias, en un frenesí mediático que ha golpeado a los mineros de manera distinta.

“Nosotros teníamos la televisión adentro. Sabíamos lo que estaba pasando pero no calculamos la magnitud de lo que fue. Nunca nos imaginamos que había tanta expectación”, cuenta Urzúa.

Un año más tarde los 33 protagonistas de esta epopeya intentan aún reinsertarse. Mientras Urzúa dicta charlas para contar su experiencia, Edison Peña -famoso por imitar a Elvis Presley- pasó por una clínica de rehabilitación por su alcoholismo.

El menor del grupo, Jimmy Sánchez, 20 años, dijo hace un mes a la AFP que estaba más tranquilo adentro de la mina, atormentado aún por esos 69 días de encierro. Ahora está sin empleo y “asumiendo todo lo que me pasó”.

“Adentro estaba más tranquilo. Ahora estoy raro. He cambiado, no soy el mismo de antes. Antes era más alegre, salía siempre, me gustaba conversar. Ahora no salgo, me siento solo”, relató.

En contraste, sus compañeros Darío Segovia y Osmán Araya comparten una gran amistad: venden frutas y verduras.

“Estamos trabajando en equipo, queremos unirnos más los 33″, dice Urzúa, que coordina las actividades del grupo y actúa como vocero.

El rescate terminó cuando Urzúa subió y fue acogido por Piñera: “le entrego mi turno, como habíamos acordado”, dijo de manera solemne. “Espero que esto no vuelva a suceder. Gracias a todos”.