En vida era célebre por sus estrambóticas rarezas, como su mascota chimpancé, su carpa de oxígeno, su nariz; pero tras su muerte, el retrato que emerge de Michael Jackson en el juicio contra su médico por homicidio involuntario lo muestra como un “niño perdido”.

En el juicio al médico personal de la estrella del pop, Conrad Murray, por homicidio involuntario, se ve a un Michael Jackson con una muy afectuosa relación con sus hijos pero aquejado de problemas de salud y desesperado por recuperar su exitosa carrera.

Los detalles de su vida diaria, ventilados en la Corte Superior de Los Ángeles luego de su muerte hace dos años por una intoxicación con sedantes, retratan un ambiente feliz con sus hijos Prince Michael, Paris y Blanket en su lujosa casa en el adinerado barrio de Holmby Hills.

“Era un hogar feliz”, dijo su cocinera personal, Kay Chase, al describir su rutina diaria: preparar alimentos y jugos orgánicos para la familia Jackson en la soleada cocina de su mansión de dos pisos.

Tenían una razón para ser optimistas: Jackson había anunciado en marzo de 2009 una serie de conciertos en Londres, cuatro años después de su absolución de todos los cargos en el juicio por abuso de menores.

El escándalo afectó la carrera del rey del pop, el más joven de los “Jackson Five” y que terminó siendo uno de los artistas más rentables de todos los tiempos.

Con los conciertos “This Is It”, Jackson estaba al borde de la resurrección, tanto en su reputación como financieramente.

Y los conciertos se proyectaban bien: la estrella convocó a su veterano productor y coreógrafo Kenny Ortega, quien dirigió sus giras mundiales “Dangerous” en 1992 y “HIStory” en 1996.

“Se sentía como si se le estuviera cumpliendo un sueño”, dijo Ortega en el juicio al recordar la última vez que lo vio con vida.

El problema era que su salud física y mental estaba lejos de ser estable.

Los reportes de prensa sobre sus comportamientos erráticos no eran una novedad -en 2002 balanceó a su bebé Blanket en un balcón en Berlín y tenía como mascota a su chimpancé Bubbles-, pero el juicio puso el foco en la sórdida realidad de sus últimos meses y semanas.

Por ejemplo, se dio a conocer que Jackson iba a un reputado dermatólogo en Beverly Hills casi todos los días, acompañado de su guardaespaldas, y salía de esas citas hablando extrañamente despacio.

Y la casa donde murió estaba equipada con instrumentos clínicos como un dispositivo para administración intravenosa y tanques de oxígeno, que eran guardados en el trailer de los guardaespaldas afuera de la casa y que el doctor Murray reemplazaba regularmente.

Murray, que recibía un sueldo de 150.000 dólares mensuales para cuidar de Jackson mientras se preparaba para los shows de Londres, pasaba las noches en la mansión, según el testimonio del personal de seguridad.

Pero la salud de Jackson tuvo un giro dramático una o dos semanas antes de su muerte, de acuerdo con el productor Ortega, quien narró que la superestrella estaba claramente incapacitada para ensayar el 19 de junio, seis días antes de su muerte.

“Mi amigo no estaba bien (…). Estaba helado y parecía perdido y un poco incoherente”, dijo, y añadió: “Michael no parecía física ni emocionalmente estable”.

“Era como un niño perdido”, agregó.

Una de las evidencias más estremecedoras fue una grabación de audio que se dio a escuchar al inicio del juicio a Murray, el martes pasado.

En ella, Jackson, aparentemente muy drogado, arrastrando las palabras y hablando de forma ininteligible, le dice a Murray al teléfono: “Tenemos que ser fenomenales. Cuando se vayan de mi show, quiero que digan: ‘Nunca vi nada así en mi vida, es impresionante”.

A pesar de ello, en sus últimos días el artista parecía en buena forma. Su último ensayo la noche antes de su muerte había sido un gran éxito.

Volvió a su casa poco después de la medianoche del 25 de junio de 2009 y bajó la ventanilla de su automóvil para charlar un poco con los fans -como solía hacer-, reunidos fuera del portón de su mansión.

La mañana siguiente, “los niños estaban jugando, sonaba música y todo el mundo estaba disfrutando”, dijo su chef, que estaba preparando un sano almuerzo para la familia Jackson.

Todo eso cambió poco después de mediodía, cuando Chase vio “a Murray bajar las escaleras hasta la cocina, en pánico y frenético” y gritándole que pidiera ayuda, que llamara a la seguridad y a su hijo Prince, que entonces tenía 12 años.

Buscó a Prince y volvió a la cocina. Poco después, cuando los guardaespaldas llamaron a los paramédicos, se dio cuenta de que el personal de la casa estaba llorando.

“Los niños lloraban y gritaban, y lo siguiente que hicimos fue abrazarnos y nos juntamos y nos tomamos las manos y comenzamos a rezar”, contó.