Los organizadores de la ola de protesta contra la injusticia social y la carestía de la vida en Israel esperan movilizar este sábado por la noche a “un millón” de personas para dar impulso a un movimiento que ha perdido fuelle en las últimas semanas.

“Vamos a demostrar que los que han enterrado este movimiento se han equivocado y que el pueblo está dispuesto a salir a la calle por la justicia social, las viviendas asequibles y la defensa de la Educación y de la Salud públicas”, afirmó a la AFP Stav Shafir, un representante del movimiento.

“Hay que mantener la presión sobre Benjamin Netanyahu (el primer ministro), no es el momento de ceder puesto que no nos ha escuchado y no ha hecho estrictamente nada”, sostuvo.

La convocatoria de las manifestaciones, que tendrán lugar sobre todo en Tel Aviv, Jerusalén y Haifa, las tres principales ciudades del país, ha tenido eco en las redes sociales y en el diario de oposición de izquierda Haaretz.

“Estamos por fin preparados y las primeras impresiones son muy buenas a juzgar por la intensidad de los mensajes en Facebook, que constituye nuestro terreno de acción privilegiado”, explicó Itzhik Shmuli, el presidente de la Unión de Estudiantes a la radio.

Decenas de autobuses transportarán a los manifestantes y, según el ministerio de Transportes, se aumentará el número de trenes con destino a Tel Aviv “en función de la demanda”.

Lanzando la cifra simbólica del millón, los organizadores esperan mejorar la asistencia del 6 de agosto, cuando 300.000 israelíes se echaron a la calle en la mayor manifestación social de la historia del país.

“Desde esta concentración, hemos formulado reivindicaciones muy precisas sobre las subidas indispensables de los presupuestos de Educación, Salud y Vivienda, pero hasta ahora no se ha tomado ninguna medida concreta”, lamentó otro representante del movimiento, Uri Metuki.

El movimiento de contestación aboga por la instauración de un Estado del bienestar y se queja de que en los últimos 20 años la construcción pública de viviendas baratas casi ha desaparecido en el país, disparando los precios de los alquileres, sobre todo en Tel Aviv.

Dice representar a los estudiantes, pero también a la clase media, sobre la que recae la mayor carga fiscal.

A modo de respuesta, Netanyahu creó una comisión para examinar una serie de reformas pero los protestatarios temen que se trate de una argucia para ganar tiempo en espera de que el movimiento pierda fuerza.

Y efectivamente el sábado 27 de agosto cayó la afluencia, con sólo 20.000 personas en la calle.

Los organizadores atribuyeron esta cifra, muy inferior a la de semanas anteriores, a la tensión reinante en el sur de Israel, que era blanco de cohetes de grupos armados palestinos de Gaza.

Pero algunos comentaristas lo atribuyen a la aparición de divergencias entre algunos de los líderes del movimiento.

Los moderados abogan por desmontar las tiendas de campaña que se han convertido en el emblema de la protesta después de este sábado, mientras que los radicales prefieren intensificar la acción ocupando edificios vacíos.