Al crear un sentimiento de peligro inédito en Estados Unidos, el 11 de septiembre dio lugar a un enorme y jugoso mercado de seguridad privada que ahora debe adaptarse a la caída de la percepción de riesgo de los estadounidenses, en particular tras la muerte de Osama bin Laden.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 desencadenaron un desarrollo sin precedentes del mercado de la seguridad y del contraterrorismo en Estados Unidos.

“Decir que la seguridad privada creció después del 11 de septiembre es quedarse corto. Pienso que Osama bin Laden creó una industria. Creó un ambiente en el cual nunca más podremos hacer las cosas de la forma como las hacíamos antes”, dijo a AFP Eroll Southers, experto en contraterrorismo y profesor de la Universidad de California del Sur (USC).

“Es un mercado en plena evolución”, confirmó Michael Intriligator, profesor de la escuela de asuntos públicos de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), especializado en terrorismo y contraterrorismo.

“Era un mercado muy pequeño antes del 11 de septiembre y se volvió enorme. La gente quiere seguridad y está dispuesta a pagar por ella”, dijo.

El mercado de la seguridad y del contraterrorismo es muy variado y agrupa numerosas actividades, como vigilancia, seguridad privada, asesoría, tecnología o formación. Y sus clientes son igualmente numerosos: pequeñas empresas, multinacionales, gobiernos, infraestructuras y particulares.

Los diferentes sectores de actividad de la seguridad privada se beneficiaron de formas distintas tras los atentados en Nueva York y Washington.

“Hubo muchas oportunidades para las empresas de seguridad privada”, dijo Ilana Freedman, presidenta de Gerard Group International, una empresa de asesoría en seguridad con sede en Boston (Massachusetts, este).

Según un informe anual de 2010 del sueco Securitas, número uno de la seguridad privada en Estados Unidos y uno de los líderes a nivel mundial, siete grupos comparten 52% del mercado estadounidense, mientras el resto del paisaje está muy fragmentado.

Securitas tuvo en 2010 un volumen de negocios de 3.600 millones de dólares en América del Norte (Estados Unidos, Canadá y México).

Las empresas se inclinaron hacia esta industria a partir de los atentados, cuando un año antes no mostraban ningún interés en ella, destacó Southers. “Comprendieron lo lucrativa que es. Si desarrollas tecnologías, lanzarse a la industria de la seguridad es una una sabia inversión”, precisó.

Sin embargo el sector, muy orientado hacia las empresas, también se vio afectado por la crisis económica, en particular después de 2008. El volumen de negocios de Securitas bajó un 2% entre 2009 y 2010, y 4% entre 2008 y 2009.

Esta caída también se debe a una nueva percepción de riesgo entre los estadounidenses, según Jeffrey Simon, experto en terrorismo, autor de “The Terrorist Trap: America’s Experience with Terrorism” (La trampa terrorista: la experiencia estadounidense con el terrorismo) y profesor de la UCLA.

“Cuando se considera este décimo aniversario (de los atentados) junto a la muerte de Bin Laden, mucha gente prevé gastar menos en seguridad en el futuro, dado que la percepción de la amenaza parece haber disminuido”, dijo. “Así como cualquier otro negocio, éste tiene que adaptarse”, subrayó.

“Estamos lidiando con un adversario muy inteligente y adaptable, que obviamente cambia su metodología, por lo que nuestra tecnología tiene que ser igualmente dinámica”, dijo Southers.

Las empresas de seguridad “deben ser más agresivas, tener nuevas tecnologías. Aunque teníamos buena tecnología hace 10 años, ahora debe ser mejor, más intuitiva y capaz de detectar cosas que no eran una amenaza hace 10 años”, observó.

Para estos expertos, el riesgo de un ataque masivo no ha disminuido para nada y, según Freedman, el desafío más importante actualmente para la industria de la seguridad “es hacer entender a los estadounidenses los riesgos que corren”.

Según la especialista, poner guardias en las entradas de los edificios es una medida “demasiado básica”, pero las empresas lo hacen porque se niegan a reconocer el riesgo real de una amenaza.