En el centro de Manhattan, un grupo de médicos forenses continúa tratando de identificar restos de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre, una tarea a veces infructuosa, ya que aún no se ha hallado rastro alguno del 40% de las personas muertas por el colapso de las Torres Gemelas.

“No hay una obligación legal porque todo el mundo tiene un certificado de defunción. Es una decisión ético-moral”, explica a la AFP la doctora Mechthild Prinz, directora del Departamento de Biología Forense, en el moderno edificio del Departamento de Salud e Higiene Mental de la ciudad de Nueva York.

Hasta el momento, y en el marco de un trabajo apenas interrumpido durante algunos meses en 2005, los forenses han identificado a 1.628 de las 2.753 víctimas mortales que dejaron en Nueva York los ataques de septiembre de 2001, lo que representa una tasa del 59%.

Si el proceso fue rápido y relativamente sencillo al inicio -recurriendo a métodos tradicionales como huellas dactilares, registros dentales e incluso fotografías-, se fue volviendo cada vez más arduo con el paso del tiempo y más de 1.100 víctimas aún no han sido identificadas.

“Recolectamos un total de 21.817 restos, por lo que obviamente puede imaginarse que los cuerpos de muchas personas quedaron fragmentados en varias partes”, precisa Prinz, una bióloga alemana de 53 años que trabaja desde 1995 en el departamento forense de Nueva York.

Diez años después de los ataques, cinco forenses tratan de identificar aún 6.314 fragmentos de huesos hallados en la zona donde se encontraba el World Trade Center.

La tarea es tan delicada que las salas utilizadas a tal efecto no son accesibles para la prensa porque el solo hecho de hablar en el lugar implica riesgos de contaminación.

Tras observar el trabajo de un forense a través de una ventana en la puerta, el periodista y el fotógrafo son conducidos a una gran sala a la que deben ingresar munidos de guantes y en la que observan el funcionamiento de un robot encargado de “limpiar” los restos para entregar una muestra de ADN capaz de ser cotejada con el banco genético aportado por familiares de las víctimas.

“Recuerdo un caso hace unos años. Era un pequeño trozo de hueso del tamaño de una moneda hallado en el techo del edificio del Deutsche Bank (vecino a las Torres Gemelas). A partir de eso fuimos capaces de identificar a alguien que trabajaba en el World Trade Center”, cuenta a la AFP el criminalista Taylor Dickerson III, supervisor del grupo de forenses dedicados al 11 de septiembre.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, los nuevos restos en los cuales se logra precisar el ADN corresponden a personas ya identificadas a partir de otros fragmentos, afirma este joven de 30 años.

En efecto, desde 2006 “sólo” se ha logrado identificar a 31 personas. La cifra se reduce a apenas dos víctimas en los últimos dos años. La identificación más reciente tuvo lugar en mayo pasado, según datos oficiales.

También hay casos en los que ADN hallado en un resto de hueso no pudo ser adjudicado a ninguna persona en la lista oficial de víctimas, ya sea porque no todas las familias entregaron muestras, o porque tal vez la persona en cuestión era “un inmigrante ilegal” o un “sin techo” que se encontraba cerca de las Torres Gemelas, dice Prinz.

De todos modos, para Prinz el trabajo silencioso y muchas veces infructuoso que realiza su equipo realmente “vale la pena”, por el “agradecimiento” recibido de parte de las familiares de las víctimas identificadas.

“Una de las diferencias entre este trabajo y nuestro otro trabajo criminalístico es la implicación con las familias”, reconoce en ese sentido.

A su lado, Taylor Dickerson II asiente.

“Lo más grande para mí es haber entendido el impacto de nuestro trabajo en las familias y la comunidad forense”, señala, agregando que nunca pensó que iba a tener que efectuar este tipo de tarea durante su carrera profesional.