Hace algunos meses, el gobierno anunció que, debido a la crisis energética, se reduciría el voltaje de la red eléctrica desde 220 a 210 voltios.

Por entonces, muchos se preguntaron si -siguiendo esa lógica- no sería mejor seguir el ejemplo de Estados Unidos y cambiar nuestro estándar eléctrico a 110 voltios, pues nos ayudaría a ahorrar… ¿un 50% de energía?

Sin embargo la realidad es que un cambio de esa naturaleza no sólo es imposible en Chile, sino que resultaría más costoso e incluso es Estados Unidos quien -progresivamente- va incorporando el estándar de 220v que hoy se utiliza en la gran mayoría de los países.

Las razones son tan técnicas como históricas, y no menos sorprendentes.

Primero, establezcamos que la electricidad está compuesta por 4 factores principales que determinan su potencia e intensidad: watts, voltaje, amperes y frecuencia (ciclos por segundo).

Cuando reducimos de 220v a 210v, lo que hacemos es bajar la “fuerza de bombeo” de la electricidad, por lo que, claro, se logrará un porcentaje de ahorro en algunos utensilios que funcionarán con un desempeño ligeramente reducido (principalmente iluminación y motores).

Otros aparatos más especializados, como televisores o computadores, no deberían verse afectados en absoluto ya que de todas formas deben reducir el voltaje para poder funcionar. En tanto, los electrodomésticos que requieren generar calor como hervidores o estufas eléctricas no reducirán su consumo, sino que tardarán más de tiempo en funcionar… o incluso podrían dejar de hacerlo completamente.

¿Qué pasaría si en Chile redujéramos el voltaje a 110v como se usa en Norte y Centroamérica, Japón y parte de Brasil? La verdad es que no sólo tendría poco efecto en el ahorro, sino que simplemente no podríamos hacerlo.

Sucede que cuando se usan 110 voltios la electricidad se “bombea” con menor fuerza y, por ende, es más fácil sufrir pérdidas en el trayecto. Es por esto que los cables de alta tensión funcionan a tan altos voltajes, ya que entre mayor sea la distancia a recorrer, más voltaje se debe utilizar.

Por esto, para trabajar con 110v se requieren cables de cobre más gruesos que los usados para transmitir 220v, situación que obligaría a un cambio de características millonarias sólo para modificar la infraestructura eléctrica del país.

Y lo peor es que no serviría de mucho. Dado que el consumo -que se mide en watts y se calcula multiplicando el voltaje por la intensidad que usa el aparato- sigue siendo el mismo, sólo veríamos un aumento en la intensidad de la electricidad, precisamente para compensar la baja del voltaje y obtener el mismo resultado.

¿Un ejemplo? Si un aparato consume 100 watts a 220v, requiere una corriente de 0,45 amperes. En tanto si lo conecto a 110V, duplicará su requerimiento a 0,9 amperes.

Por eso, desde hace varios años EEUU está instalando “redes dobles”, que permiten usarlos con 220v, mientras los aparatos “menores” siguen trabajando bajo 110v. Es decir, progresivamente EEUU va sumándose al estándar mundial… algo que intentó hacer en los años 50, pero que dada la gran cantidad de aparatos eléctricos ya existentes en ese entonces, se tornó imposible.

¿Qué ventajas tiene el uso de 110v entonces? Uno a veces soslayado por la eficiencia energética: la seguridad.

Un choque eléctrico de un cableado a 110v suele tener consecuencias menos desastrosas que uno de 220v, aún teniendo en cuenta que es la corriente (amperes) y no el voltaje el que mata (se deben considerar también otros factores, como la resistencia de la piel: 500M Ohm para una piel seca, y sólo 1M Ohm para piel húmeda).

El voltaje es en realidad el que produce la parálisis de algunos sistemas del cuerpo. Es por esto que los paralizadores eléctricos o los cercos de seguridad usan voltajes tan altos como 20.000 sin matar al individuo, pero sí paralizándolo al combinar un muy alto voltaje con una muy baja corriente.

De hecho, esta confusión se usó como propaganda del terror en los inicios de los servicios eléctricos, cuando Tomás Edison promovía el uso de la corriente contínua (DC) a 110 voltios en contra de la red de su competidor, George Westinghouse, de corriente alterna (AC) a 240 voltios, allá a fines del siglo XIX.

Edison postulaba que la corriente alterna era un arma mortal y para demostrarlo no escatimó en recursos, los que iban desde electrificaciones públicas de animales hasta haber concebido la silla eléctrica. Y eso que el insigne inventor era opositor a la pena de muerte.

Sin embargo los intentos de Edison fueron infructuosos: el principal científico de Westinghouse, Nikola Tesla, probó consigo mismo que se podía recibir una descarga de corriente alterna sin recibir daños… claro, mientras se controlara el amperaje.

Fue aquella prueba más su eficiencia en recorrer grandes distancias variando su voltaje entre plantas generadoras y subestaciones, la que hizo ganar a la corriente alterna, y de paso a los 220v como estándar para llegar hasta las casas también en este lado del mundo.

Nuestros agradecimientos a Jaime Fernández, René Peña y Brede Basualdo por su aporte en la corrección y mejora de este artículo.