La columna de Salvador Schwartzmann

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El centralismo exacerbado de Chile, cualquiera sea el signo del gobierno, se hace cada vez más intolerable para quienes viven fuera de la provincia de Santiago, por muy vecinos que sean.

Los ejemplos sobran y se conocen todos los días, como la payasada de repetir que la reconstrucción va viento en popa, mientras los damnificados siguen durmiendo en el suelo o llevando agua en baldes hasta sus mediaguas.

¿Se imagina alguien al Alcalde de Santiago presentándole nada menos que al Presidente de la República un tema de interés colectivo para su comuna… en la calle? Imposible. Pero en Punta Arenas, Vladimiro Mimiza tuvo que hablar sobre el costo del gas domiciliario frente a la vitrina de una joyería, en la vía pública, aprovechando que el Jefe de Estado iba…. a dar una vuelta a la Antártica con el Presidente de Ecuador.

Bandera de Chile | Leo Figueroa (CC)

Bandera de Chile | Leo Figueroa (CC)

Ni hablar del irritante tema de los peajes que se mantienen en lugares absurdos, mientras se los elimina para los clientes del casino Monticello provenientes de Santiago. ¡Por Dios, cómo manda la plata en Chile!

Los eliminan para la gente de Santiago que va a jugar al Casino, pero los dejan entre Concepción y Lebu para los que trabajan. Es decir, mantienen el peaje en una ruta aún dañada por el terremoto y que une a dos de las provincias con mayor desempleo en Chile.

Entonces, de la misma forma en que manda la plata, a la pobreza muchos la aplastan con las suelas de sus zapatos (y ni siquiera se ensucian un poco).

Díganme, ¿cómo es posible que Concepción sea una ciudad literamente “sitiada” con peajes? Incluso dentro de la misma comuna, en un caso raro. Esto porque hay gente que vive en Concepción y para desplazarse de un lugar a otro dentro de los mismos límites de la ciudad, para ir o venir del trabajo (no para ir a un casino) tiene que pagar peaje, de ida y de vuelta.

Cuesta entender tanta pasividad de todos nosotros para aceptar lo inaceptable, para permitir lo impresentable, para dejar a la autoridad hacer lo indefendible.

Todo ello, justo cuando se aprueban 560 millones de dólares para reconstruir lo que dañó el terremoto en Santiago, donde fue de 7 grados Richter. Mientras en Concepción, donde fue grado 8, es decir, 32 veces mayor que en Santiago, aún estamos marcando el paso. Marcando el paso y lento, porque carecemos de espíritu de unidad regional.

Chaimávida recaudó 5.134 millones de pesos durante todo el 2009, lo que comparado sólo con el presupuesto de Obras Públicas, es menos del 1% de su haber. Un ingreso totalmente irrelevante para el Fisco, pero que resulta carísimo e injusto para la gente de Concepción.

En tanto el peaje de Coronel, con ingresos entregados a una empresa privada, se recaudaron 2.714 millones de pesos durante 2009. Es decir, la mitad de Chaimávida y todos nosotros, representados por el Estado, ya se lo dimos a una concesionaria privada.

¿Y saben para qué? Para que ésta “mejore” algunos kilómetros de la actual ruta. Platita a cuenta, todos los días y las noches. Cualquiera hace negocios así y, para rematar, cuando ellos terminen la obra… instalarán más peajes.

Los 7 alcaldes de la provincia de Arauco rechazaron con energía que se haya reanudado el cobro del peaje en el desvío de Coronel. Son jefes comunales de todos los partidos, de gobierno y de oposición, quienes lo calificaron como inaceptable. Ojalá sea una luz de esperanza, de una rebelión justa que busca parar el abuso de los poderosos que quieren aplastarnos y dejarnos mudos, sin siquiera alzar la voz, sometidos a sus decisiones dictatoriales.

Pero que sean escuchados no depende de ellos: depende de todos nosotros.