Fuente: FotoPresidencia.cl

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Columna publicada este jueves en el Wall Street Journal por su editor, Daniel Henninger.

Es algo que debe decirse: el rescate de los mineros chilenos es una victoria aplastante para el capitalismo de libre mercado.

En medio de la algarabía general por la liberación de los mineros puede parecer grosero hacer una afirmación así. De hecho es grosero. Son tiempos groseros y las acciones están en alza.

En los Estados Unidos, con un desempleo del 9.6%, un electorado notablemente molesto irá a las urnas y tirará al cesto de basura a un partido político en favor de otro, sin miramientos. El presidente de los EEUU está viajando a lo largo del país haciendo esta declaración en prácticamente todas sus escalas:

“La idea básica es que si confiamos ciegamente en el mercado y dejamos que las corporaciones hagan lo que quieran y dejamos que todos los demás se defiendan por sí mismos, entonces Estados Unidos automáticamente va a crecer y prosperar”.

Uh, bueno, esa es una caricatura de la idea básica pero es básicamente correcta. Pregúntenle a los mineros.

Si esos mineros hubieran estado atrapados casi un kilómetro bajo tierra hace 25 años en cualquier lugar del planeta, estaría muertos. ¿Qué sucedió los pasados 25 años que significó la diferencia entre la vida y la muerte de estos hombres?

Historia corta: la broca de Center Rock.

Esta es la broca milagrosa que se abrió camino hasta los mineros atrapados. Center Rock Inc. es una empresa privada en Berlin, Pensilvania. Tiene 74 empleados. La excavadora vino de Schramm Inc, en West Chester, Pensilvania. Tras ver el desastre, el presidente de Center Rock, Brandon Fisher, llamó a los chilenos y les ofreció su excavadora. Chile aceptó. Los mineros están vivos.

Historia larga: La broca de Center Rock no aparece haciendo noticia en sitios como Engadget o Gizmodo. Es de hecho una pieza de dura tecnología desarrollada por una pequeña compañía que buscaba dinero, por rentabilidad. Es por eso que realizan innovaciones en la excavación con martillos: si hacen dinero, pueden seguir innovando.

Esta rentabilidad = dinamismo en la innovación estaba en todas partes alrededor de la mina en Chile. El cable de alta resistencia que giraba sobre la rueda que coronaba la excavadora vino desde Alemania. Por su parte, Japón proveyó el cable de comunicaciones de fibra óptica súper flexible que permitió comunicar a los mineros con el mundo.

Una historia notable respecto de estas cosas apareció el 30 de septiembre en la bitácora de Matt Moffett, como un compendio de las increíbles cosas que se mostraron en el desierto de Atacama desde los más distantes rincones del capitalismo.

Desde Corea del Sur, Samsung colaboró con un teléfono celular que tiene su propio proyector. Jeffrey Gabbay, fundador de Cupron Inc. en Richmond, Virginia, proveyó calcetines hechos con fibra de cobre que consumían las bacterias de los pies, minimizando el mal olor y la posibilidad de infecciones.

El ministro de Salud chileno, Jaime Mañalich, afirmó “Nunca tuve noticia de que ese tipo de cosas existieran”.

Así es. En una economía abierta, nunca sabrás qué hay allá fuera liderando el desarrollo de tal o cual industria. Pero la realidad tras los milagros es la misma: alguien innova creando algo útil, hace dinero con ello y luego vuelve a innovar, o bien, alguien supera su innovación. La mayor parte del tiempo, nadie se da cuenta. Todo lo que sucede es crear puestos de trabajo, salud y bienestar. Pero sin este sistema funcionando tras bambalinas, sin el progreso anual incluido en estas innovaciones capitalistas, esos mineros atrapados estarían muertos.

Algunos recelarán de estas afirmaciones triunfalistas sobre el capitalismo de libre mercado. ¿Por qué hacerlas ahora?

Les diré por qué. Cuando una catástrofe como esta ocurre -otras que se me vienen a la mente son la fuga de petróleo de British Petroleum, el huracán Katrina o varios desastres en China- todas las fichas de un gobierno son empujadas hacia el centro de la mesa. Chile tuvo éxito (se reconstruyó con una rapidez fenomenal después del terremoto de febrero). China encalló. Dos administraciones de los EEUU dejaron al público ansioso mientras se tambaleaban en el desastre.

Aún así, lo que la clase política comprende es que ese tipo de desastres se olvidan eventualmente, y que la vida en las naciones desarrolladas regresa a un estándar tolerable. Si la administración Obama se niega a sellar los acuerdos de libre comercio con Colombia, Corea del Sur y Panamá no es gran cosa. Sólo es política.

Bueno, eso no es verdad. Enderezar la economía de una nación nunca había sido tan prioritario desde la II Guerra Mundial. Chile, Colombia, Perú y Brasil están remando lejos de sus vecinos menos afortunados de América del Sur. China, India y otros simplemente están copiando o comprando los logros de Occidente.

Los Estados Unidos tienen un gobierno conducido por una idiosincracia obsesionada con los “millonarios” de 250.000 dólares al año y con burlarse de “nuestra confianza ciega en el mercado”. En un mundo de cambios vertiginosos llena de naciones que intentan alcanzarnos o sobrepasarnos, esta política es una pérdida de tiempo.

El rescate de los mineros es un momento de triunfo para Chile, una demostración de su elevación de estátus. Pero estoy pensando en ese equipo de 74 personas de Berlin, Pensilvania, cuya broca abrió la tierra para liberarlos. Ya saben, hay cientos de miles de historias como esta en los EEUU, tan grandes como Google y tan pequeñas como Center Rock. Estoy feliz de que una de ellas haya salvado a los chilenos. Lo que necesitamos ahora es un nuevo modelo económico para Estados Unidos que permita a nuestros innovadores rescatar al resto de nosotros.

Danniel Henninger es director editorial del Wall Street Journal y colaborador de la cadena Fox News de Estados Unidos.