El Trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH) es asociado principalmente a los niños, pero la verdad es que también afecta a adultos y muchas veces, sin que éstos lo sepan.

El doctor Scott Shapiro, profesor de psiquiatría del Colegio Médico de Nueva York se especializa en tratar el TDAH en adultos y da cuenta de esta situación en una columna escrita en el portal Psychology Today. Para saber si es que podría ser tu caso propone responder algunas preguntas:

¿Sueles saber exactamente el “qué” y el “cómo” de lo que necesitas hacer, pero no puedes ejecutarlo?

¿Has tenido que trabajar tres o cuatro veces más duro que los demás sólo para mantener el ritmo?

¿Has intentado más y más duro, pero parece que no puedes alcanzar el nivel de competencia profesional que deseas?

¿Alguna vez te has preguntado por qué te iba tan bien en la escuela, tal vez incluso te destacaste, pero comenzaste a tener dificultades a medida que el trabajo se volvió más desafiante y tu vida se volvió más complicada?

¿Estás confundido y preguntándote por qué siempre estás postergando o no logrando tus objetivos aunque, en el fondo, sepas cuán importantes son tus metas?

¿Cuán duro ha sido vivir así tanto tiempo?

De acuerdo a la Fundación Cadah, que se dedica a la investigación del TDAH adulto, “durante mucho tiempo se ha pensado que los niños y niñas superaban el trastorno por déficit de atención e hiperactividad al llegar a la adolescencia, pero las investigaciones actuales muestran que hasta un 70 por ciento de los niños que presentaban TDAH en la infancia continúan teniendo dificultades en la vida adulta”.

“En los adultos con TDAH se han descrito alteraciones en el rendimiento académico, la adaptación al medio laboral, las relaciones interpersonales, los problemas en la conducción de vehículos, así como en el estado mental y un elevado riesgo de consumo de sustancias tóxicas”, indican.

Pixabay (CCO)
Pixabay (CCO)

De acuerdo a esta fundación, algunas características del TDAH en adultos son:

– Poca estabilidad laboral.

– Tienen “mucha energía”.

– Hablan excesivamente.

– Problemas de adaptación y disciplina.

– Interrumpen para responder antes de que hayan terminado de formularles la pregunta. Además se entrometen frecuentemente en conversaciones ajenas.

– Son impacientes y presentan dificultades para esperar el turno en situaciones de grupo (les cuesta hacer fila en el banco o una tienda y se desesperan cuando hay mucho tráfico vehicular).

– Cometen errores o descuidos en el trabajo, especialmente porque son desorganizados, se distraen fácilmente, o tienen problemas de concentración para aquellas actividades que encuentran aburridas.

– Son personas soñadoras y parece que no escuchan cuando se les habla.

– Suelen empezar muchos proyectos al mismo tiempo, aunque tienen problemas para finalizarlos, entre otras razones por una tendencia constante a aplazar las tareas indeseables hasta el último momento.

– Invierten mucho tiempo al día buscando las llaves, las herramientas, la cartera o la agenda. Además se les tacha de olvidadizos porque con facilidad olvidan nombres o cosas.

– Tienen dificultades para estar sentadas sin moverse o sin juguetear con las manos y los pies.

– Sus parejas suelen comentarles que se mueven excesivamente mientras duermen.

– Tienen dificultades en sus relaciones personales y de pareja.

“Los adultos presentan una variedad aún más complicada de trastornos psiquiátricos que los niños, como un mayor riesgo de problemas derivados del consumo de sustancias tóxicas, depresión, ansiedad, mayor riesgo de accidentes de tráfico, así como de contraer enfermedades de transmisión sexual. Se debe tomar en cuenta que el adulto desde la niñez ha debido crear mecanismos y recursos para así compensar su déficit de atención y poder ser funcional en su vida académica y laboral, a costa de gran esfuerzo”, explican en fundación.

Se cree que el TDAH está presente en alrededor del 4% a 5% de los adultos, de los cuales muchos son tratados de patologías como ansiedad, depresión, adicciones, “cuando realmente en el fondo son cuadros comorbidos de un TDAH de adulto no diagnosticado”, comenta Cadah.

Pexels
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Tratamientos

Los tratamientos más comunes para tratar este trastorno se relacionan con fármacos psicoestimulantes. Los más usados son el metilfenidato (más conocido como Ritalín por uno de sus nombres comerciales) y la atomoxetina.

Inhibidores de la recaptación de serotonina, antidepresivos tricíclicos, modafinilo, fármacos nicotínicos, también se usan en este tratamiento.

En tanto, el tratamiento no farmacológico busca “realizar cambios en la estructura de su casa y ambiente de trabajo para asegurar mayor funcionalidad”, indica Cadah.

“La asistencia de un coach es un recurso que funciona muy bien en muchos casos pero debe ser un profesional con experiencia en el TDAH-A a fin de asesorar y sugerir cambios que conduzcan a resultados palpables desde el corto plazo”, añade.

Por lo general este camino se centra en “aprender a manejar el tiempo, estrategias de organización y planificación de rutinas de vida. La terapia cognitivoconductual es el modelo de intervención apropiado cuando el cuadro es refractario y asocia depresión, ansiedad o falta de adherencia al tratamiento”.

También es importante una alimentación sana y balanceada. “Se sugieren suplementos de zinc, omega 3 y otros”, además de desayunar bien, consumir mucha agua y recibir un aporte nutricional balanceado durante el día.

Es importante evitar la cafeína y substancias relacionadas, el tabaquismo o el consumo de bebidas alcohólicas. La práctica periódica de ejercicio contribuye a liberar estrés y facilita mantener un buen estado de salud física y mental”, expresa Cadah.

Venciendo al crítico interno

Schapiro recomienda a los adultos con TDAH vencer al crítico interno con el que viven y que siempre los cuestiona por ser cómo son.

“Primero, toma más conciencia de la voz y cuándo aparece. La atención plena puede ayudar y también puedes darte cuenta de tus propias banderas rojas, como sentirte aburrido, ansioso o paralizado. Cuando lo notes, etiquétalo. ‘Oh, ahí está el crítico interior"”, recomienda.

En segundo lugar, aconseja escribir lo que dice el crítico interno. Algunos ejemplos incluyen: “Nunca haré este proyecto”, “voy a ser despedido”, “hay algo mal conmigo”, “no me puedo concentrar”, “no puedo hacer mi trabajo” y “nunca aprenderé esto”.

Como tercer punto dice que te fijes en qué tipo de crítica interna es. “¿Es culpable, negativa, etc.?”, indica.

En cuarto lugar, refuta esos pensamientos con otros más positivos. “Hecho es mejor que perfecto”, “soy un diamante en bruto”, “puedo tomarme mi tiempo”, “no tengo que complacer a todos”, ejemplifica

“Prueba esta técnica. Suelo recomendar que las personas registren estas declaraciones de refutación en sus teléfonos. He trabajado con miles de pacientes y he descubierto que esta es una estrategia efectiva para muchos para superar a ese crítico interno”, señaló.