Desde que las paquistaníes ya casi no amamantan, por desinformación y por la costumbre de dar hierbas y azúcar a sus hijos, casi la mitad de los niños sufren retraso de crecimiento en el país.

A las madres se las incita a alimentar a sus bebés con té, hierbas o con leche maternizada.

“En la cultura baluchi, alimentamos a los bebés con battri. Son unas hierbas molidas en agua o en leche, y se las damos mañana y noche”, explica Mah Pari, cuyo octavo embarazo se adivina apenas bajo una túnica amarilla bordada.

Mah Pari vive en una zona fértil de Beluchistán, en el suroeste del país, pero su último hijo, Gul Mir, llora de hambre en sus brazos. “Le di también té, azúcar y el pecho dos veces por día”, bastante menos que lo recomendado.

En otras partes del país, a los recién nacidos se los alimenta tradicionalmente con mantequilla clarificada, miel o azúcar no refinada.

“Trabajo todo el día, no tengo tiempo para amamantar”, explica Mah Pari, convencida de que las decocciones tradicionales son mejores que su leche.

A los dos años, Gul Mir pesa cinco kilos, según la balanza rústica del centro móvil de nutrición de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la zona, lo que representa la mitad del peso ideal para su edad.

Por estas privaciones en una edad crítica, el niño tendrá secuelas, posiblemente, toda la vida.

Como Mir, 44% de los niños paquistaníes sufren retrasos en el crecimiento provocados por carencias crónicas durante los primeros años de vida. Es una de las tasas más elevadas en el mundo, según Unicef. Pakistán acumula todos los factores de riesgo: mala nutrición, problemas de higiene y falta de educación de las madres.

Las consecuencias son irreversibles y provocan discapacidades: límites en el crecimiento físico, desarrollo incompleto del cerebro y riesgo elevado de enfermedades.

Ello impacta a todo el país porque reduce el desempeño intelectual y la productividad de gran parte de la población.

Poco consumo de leche materna

“Es una crisis y una urgencia mayor”, sentencia la jefa de Unicef en Pakistán, Angela Kearney, y subraya que una de las razones de la malnutrición infantil es el uso reducido de leche materna.

Sólo 38% de los niños son alimentados exclusivamente con leche materna durante los primeros seis meses de vida como lo recomienda Naciones Unidas.

“El doctor nos dijo de darle al bebé la leche número uno”, cuenta Razul, que como muchas abuelas se ocupa de sus nietos porque su hija trabaja. Se refiere a una leche maternizada de Nestlé. Ello es catastrófico para su nieta Akila porque el agua del biberón no suele ser potable y, por falta de medios, sólo le dan una cucharada de leche en polvo.

“La gente aquí piensa que sólo la leche industrial cubre las necesidades de sus niños”, explica Imtiaz Hussain, médico para las autoridades de la Salud de Beluchistán.

“Los médicos, muchas veces no cualificados, la prescriben y reciben una comisión de las tiendas que venden esa leche”, acusa.

“Hay un problema de ignorancia y de márketing agresivo y desleal”, agrega Kearney, que denuncia la abundancia de publicidades utilizando bebés regordetes, aunque la promoción de sustitutos de leche materna está teoricamente prohibida.

Nestlé asegura que respeta “muy estrictamente” la ley. Sus representantes se limitan a “dar informaciones científicas” a los profesionales de la salud sobre la leche destinada a los recién nacidos.

Mal aconsejadas, muchas madres se abstienen de amamantar justo cuando el bebé más lo necesita: después de nacer y cuando está enfermo.