Sorpresa -y bastante entusiasmo- generó en el público que llegó hasta la feria tecnológica Ars Electronica de Linz, en Austria, la exposición de Samantha, una detallada muñeca sexual.

El alboroto provocado fue tal, que incluso el robot terminó completamente destruido por las “caricias” poco sutiles recibidas.

De hecho, una vez finalizado el evento debió regresar al taller para la reparación de varias de sus partes. Según recoge el periódico británico Daily Mail, su creador -Sergi Santos- calificó la experiencia como “traumática”.

Es entonces cuando cabe hacerse la pregunta, ¿Por qué la gente reaccionó de esa manera ante la muñeca? ¿Qué factores inciden en este tipo de fenómenos?

“Lo primero que hay que tener en cuenta es que los seres humanos, como parte del reino animal, tenemos un área de reproducción sexual súper clara y que siempre se ha mantenido”, señaló Ricardo Bascuñán, psicólogo y académico de la Universidad Central, en conversación con BioBioChile.

“El tema está en que de alguna u otra forma, la sociedad en la que hemos vivido nos ha incitado a tener ciertos comportamientos, o a seguir ciertas normas, en función de la sexualidad. Vale decir, no andamos en las calles como los perritos reproduciéndonos. Hay ciertas normas sociales que regulan la conducta sexual de los humanos”, agregó.

“Sin embargo, y aquí hay un elemento importante, para los seres humanos la dimensión afectiva en las relaciones sexuales resulta crucial, toda vez que con la afectividad tú aprendes no sólo a entregar cariño, sino que también a recibirlo”, enfatizó.

Samantha en la feria | El Español
Samantha en la feria | El Español

El especialista precisó que bajo esa lógica, los seres humanos no sólo consideran a las relaciones sexuales como método de reproducción, sino que también como un encuentro de mucha intimidad. Es por eso que, en ese contexto de intimidad, se da una “afectividad, entrega de cariño y de afecto”.

“El tema está en que, de alguna u otra forma, el hecho de tener relaciones sexuales, dada nuestra biología, hace que tú veas al otro como una fuente de satisfacción, como una cosa que puedes usar para descargar -por decirlo de alguna manera- la energía sexual”, puntualizó Bascuñán.

En ese sentido, el experto puntualizó que cuando el sujeto se conecta con la afectividad, deja de ver a la otra persona simplemente como una “fuente de satisfacción”, y lo toma como una instancia para compartir cariño y amor.

“Pero cuando dejas de lado la afectividad, claramente puedes encontrar este tipo de resultados que se observó en la feria, por más que el muñeco no tenga emociones”, sentenció.

Influenciados por la masa

Otro aspecto que se puede concluir de la experiencia ocurrida en Austria, es que muchos de los asistentes pudieron haberse visto influenciados por la masa.

Respecto a este punto, el psicólogo expuso: “Hay un viejo refrán que se utiliza en psicología que dice que ‘la conducta del colectivo facilita la del individuo’. Si ves que el resto está haciendo lo mismo, la probabilidad de que hagas eso es muy alta. Siempre la conducta grupal irá facilitando conductas individuales, razón por la que es importante que la educación sexual que reciban los niños y adolescentes, no esté centrada en el tema de la cosificación, sino que esté enfocada en el respeto por el otro, en la línea de la afectividad”.

El académico detalló que este comportamiento ha sido tratado en diversos estudios, desarrollados principalmente en los años 70, por el psicólogo canadiense Albert Bandura.

“Él decía que la agresión se aprende a partir de la imitación de modelos agresivos. En ese sentido, el maltrato recibido por el muñeco tiene que ver con la imitación del comportamiento que tienen que haber visto las personas”, finalizó.